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“El que se mete en el cierno los puercos lo pisotean” Proverbio italiano

La jugada sucia de Mas. Su ego le traiciona

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Resulta sorprendente que, siendo don Artur Mas el gran defensor de la independencia de Cataluña, uno de los que generaron aquella declaración leída por la señora Forcadell en el Parlament catalán, en la que se anunciaba que no se cumplirían las leyes españolas ni se tendrían en cuenta las sentencias de los tribunales, tampoco las del TC, por considerar que no podían afectar a los catalanes que no se consideraban ciudadanos españoles ni obligados por las leyes del Estado central; no obstante, haya caído en la tentación de meterse en este espinoso y comprometido tema de la formación del gobierno español, algo que, si el señor Mas tuviera un mínimo de coherencia en su discurso, consideraría como un asunto completamente ajeno a su “país” Cataluña y, en consecuencia, que no le atañía ni debía intervenir en él.

Pero el señor Mas ya hace tiempo que navega en el terreno del ilusionismo, que desde que fue apartado de presidente de la Generalitat, va como alma en pena intentando que se le oiga y que le hagan caso, buscando mantener su prestigio intentando encontrar el medio de resucitar de sus cenizas políticas; aún a costa de apelar a un último recurso con el que pretende evitar la definitiva desaparición de CDC, herida de muerte desde que perdieron la alcaldía de Barcelona en manos de los comunistas bolivarianos, franquicia de Podemos, capitaneados por la señora Ada Colau. Seguramente don Artur piensa que ya no tiene medio de ocupar el puesto del señor Puigdemont ( una sustitución que parecía que, en un principio, sería meramente coyuntural pero, como ha quedado claro, el nuevo presidente de la Generalitat ha llegado para quedarse y no parece estar dispuesto a devolverle su anterior cargo al presunto impulsor de la secesión catalana) y busca asegurarse un lugar preferente en la llamada “refundición” del nuevo partido catalán, el Partit Demócrata Catalá que, según sus pretensiones, le nombraría a él como “presidente”, acompañado de la señora Neus Munté en calidad de vicepresidenta.

Seguramente, todavía no se ha dado cuenta de que su figura, como anteriormente la del “honorable” Jordi Pujol, se ha convertido en un estorbo para su partido y, es evidente, que no ha entendido lo que significa la palabra regeneración que, por poco espabilado que sea, debe entenderse como un cambio radical de la cúpula del partido, de modo que, la nueva formación política que surja de ella, esté lo más alejada posible de los episodios de corrupción que vienen arrastrando los miembros de CDC, con numerosos juicios pendientes en los tribunales, esperando ser resueltos y con numerosos miembros de la antigua CDC imputados en diversos casos de corrupción. Es obvio que, el primero que debiera apartarse de la primera línea de este nuevo y refundado partido catalanista, debiera ser su antiguo presidente, el culpable del deterioro del partido que presidió, de los errores garrafales de los que fue protagonista y del enfrentamiento absurdo y suicida con el Gobierno central, lo mismo que con la Constitución; de los que, evidentemente, no tenía ninguna posibilidad de salir vencedor.

Ahora, su naturaleza terca y su intento de que se hable de él, le han llevado a hacer una propuesta que, a todas luces tiene todas las trazas de ser una traición al partido al que ha pertenecido, siempre considerado como representativo de la burguesía catalana, del capital, de los bancos y de los comerciantes y grandes industriales, que fueron los que financiaron esta aventura catalanista aunque, últimamente, como suele suceder cuando los intereses del partido se apartan de los de sus votantes, se había producido un cierto distanciamiento entre la dirección del partido y muchos de sus antiguos financiadores y votantes. En realidad, el señor Artur Mas, se ha tirado de nuevo a la piscina de la más disparatada irracionalidad, cuando ha lanzado la propuesta de una alianza entre el PSOE y Podemos para que presenten un gobierno alternativo al del PP. Con el que “estarían dispuestos a dialogar”. Es evidente que quien dice “dialogar” quiere decir ofrecerse a pactar bajo ciertas condiciones, que no es preciso tener una mente muy brillante para averiguar cuales serían sus peticiones.

Veamos lo que puede haber detrás de esta propuesta y lo que se deduciría de ella. En primer lugar esta alianza supone que España tuviera un gobierno de izquierdas y no sólo de izquierdas, sino que en él intervinieran los comunistas de Podemos, cuyo programa ya conocemos como inviable, absurdo, insostenible e imposible de que fuera aceptado por la CE. ¿Acaso la cerrazón de este personaje no ha calculado, cuando tiene en su propia casa el ejemplo de BenComú, de la señora Colau, que se ha hecho la dueña de Barcelona y que va avanzando en intención de voto, a pesar de sus decisiones contrarias a los intereses de los catalanes y condenadas al fracaso? ¿Piensa don Artur que le iban a permitir gobernar a él y a su partido, convertido en minoritario? ¿O es que espera que el señor Junqueras, convertido en primera fuerza más votada, le iba a ceder el privilegio, si tenía la ocasión de ser él el futuro presidente catalán? Cataluña independiente, considerando la utopía de que ello pudiera producirse, no sería nunca de derechas, sino un apéndice de Podemos, que impondría sus proyectos anticapitalistas y sus doctrinas filocomunistas, las mismas que, en Hispanoamérica, han llevado a Venezuela a la situación de penuria y quiebra económica en la que se encuentra.

Pero las consecuencias que se pueden deducir de esta propuesta no es que sólo repercutieran en tierras catalanas, sino que suponen que, lo que hasta ahora nunca se había producido, es que los nacionalistas que siempre dijeron que no apoyarían un gobierno nacional, ahora, por voz de este iluminado separatista, parecen dispuestos a dar sus votos a cambio de Dios sabe que promesas sobre un futuro referéndum para decidir, o una traición todavía más ofensiva para los españoles, que aceptaran un programa que, a través de un primer paso, como el que propone P.Sánchez, de convertir a España en una país federal, se llegara a una sucesiva etapa, en la que se pudiera llegar a consentir una eventual separación de Cataluña de España; una posibilidad que se podría deducir de lo que ya declaró Pablo Iglesias, cuando habló de la libertad de las distintas sensibilidades nacionales para poder escoger su destino futuro.

No obstante, señores, no acaban en esto nuestras preocupaciones como ciudadanos de a pie. El mismo PP acaba de dejarnos estupefactos si, como parece indicarlo el resultado de las votaciones para el nombramiento de la presidenta del Congreso, señora Ana Pastor, resulta ser cierto que ha habido contubernios secretos ente el PP y los independentistas y, en virtud de ellos, se hubieran llegado a acuerdos o contraprestaciones para favorecer a Cataluña. No sabemos cuales pudieran ser, pero es muy significativo que a las pocas fechas de que tuvieran lugar las votaciones resulte que, el Gobierno español, se ha comprometido a refinanciar 1.600 millones de euros de deuda catalana a través del FLA a Cataluña y, además, el Consejo de ministros ha autorizado nuevas operaciones de crédito por 685 millones más. ¿Cómo se entiende que esto ocurra cuando, precisamente, el TC constitucional ha tenido que advertir, severamente, al Parlament catalán por su intención de promulgar una ley, la primera en la que se iniciaba el proceso independentista catalán, que ya estaba en la mesa para ser aprobada?

El hecho de que se quieran evitar unos nuevos comicios, los terceros, no debe implicar que “todo valga”, que se hagan concesiones absurdas o que constituyan un peligro para la unidad de España. El juego sucio que los ciudadanos empezamos a percibir por las alcantarillas de la política, nos preocupa más que lo que sabemos por los periódicos y sería fatal que, aprovechándose de la evidente situación de intranquilidad, de improvisación, de inseguridad jurídica, de alianzas contra natura etc. todos aquellos que, por fuera, van diciéndonos una cosa, acaben por dárnoslas con queso cuando menos lo esperamos.

Demasiados retrasos, demasiados problemas acumulados, demasiada tirantez y terquedad entre aquellos que tienen la obligación, con luz y taquígrafos, de atender a la voluntad del pueblo, que ya está harto de toda esta comedia que a nada conduce, aparte de amenazar, a los ciudadanos españoles, con que se reproduzcan situaciones pasadas que nadie, en su juicio cabal, puede desear que se vuelvan a repetir.

La jugada sucia de Mas. Su ego le traiciona

“El que se mete en el cierno los puercos lo pisotean” Proverbio italiano
Miguel Massanet
sábado, 23 de julio de 2016, 12:20 h (CET)
Resulta sorprendente que, siendo don Artur Mas el gran defensor de la independencia de Cataluña, uno de los que generaron aquella declaración leída por la señora Forcadell en el Parlament catalán, en la que se anunciaba que no se cumplirían las leyes españolas ni se tendrían en cuenta las sentencias de los tribunales, tampoco las del TC, por considerar que no podían afectar a los catalanes que no se consideraban ciudadanos españoles ni obligados por las leyes del Estado central; no obstante, haya caído en la tentación de meterse en este espinoso y comprometido tema de la formación del gobierno español, algo que, si el señor Mas tuviera un mínimo de coherencia en su discurso, consideraría como un asunto completamente ajeno a su “país” Cataluña y, en consecuencia, que no le atañía ni debía intervenir en él.

Pero el señor Mas ya hace tiempo que navega en el terreno del ilusionismo, que desde que fue apartado de presidente de la Generalitat, va como alma en pena intentando que se le oiga y que le hagan caso, buscando mantener su prestigio intentando encontrar el medio de resucitar de sus cenizas políticas; aún a costa de apelar a un último recurso con el que pretende evitar la definitiva desaparición de CDC, herida de muerte desde que perdieron la alcaldía de Barcelona en manos de los comunistas bolivarianos, franquicia de Podemos, capitaneados por la señora Ada Colau. Seguramente don Artur piensa que ya no tiene medio de ocupar el puesto del señor Puigdemont ( una sustitución que parecía que, en un principio, sería meramente coyuntural pero, como ha quedado claro, el nuevo presidente de la Generalitat ha llegado para quedarse y no parece estar dispuesto a devolverle su anterior cargo al presunto impulsor de la secesión catalana) y busca asegurarse un lugar preferente en la llamada “refundición” del nuevo partido catalán, el Partit Demócrata Catalá que, según sus pretensiones, le nombraría a él como “presidente”, acompañado de la señora Neus Munté en calidad de vicepresidenta.

Seguramente, todavía no se ha dado cuenta de que su figura, como anteriormente la del “honorable” Jordi Pujol, se ha convertido en un estorbo para su partido y, es evidente, que no ha entendido lo que significa la palabra regeneración que, por poco espabilado que sea, debe entenderse como un cambio radical de la cúpula del partido, de modo que, la nueva formación política que surja de ella, esté lo más alejada posible de los episodios de corrupción que vienen arrastrando los miembros de CDC, con numerosos juicios pendientes en los tribunales, esperando ser resueltos y con numerosos miembros de la antigua CDC imputados en diversos casos de corrupción. Es obvio que, el primero que debiera apartarse de la primera línea de este nuevo y refundado partido catalanista, debiera ser su antiguo presidente, el culpable del deterioro del partido que presidió, de los errores garrafales de los que fue protagonista y del enfrentamiento absurdo y suicida con el Gobierno central, lo mismo que con la Constitución; de los que, evidentemente, no tenía ninguna posibilidad de salir vencedor.

Ahora, su naturaleza terca y su intento de que se hable de él, le han llevado a hacer una propuesta que, a todas luces tiene todas las trazas de ser una traición al partido al que ha pertenecido, siempre considerado como representativo de la burguesía catalana, del capital, de los bancos y de los comerciantes y grandes industriales, que fueron los que financiaron esta aventura catalanista aunque, últimamente, como suele suceder cuando los intereses del partido se apartan de los de sus votantes, se había producido un cierto distanciamiento entre la dirección del partido y muchos de sus antiguos financiadores y votantes. En realidad, el señor Artur Mas, se ha tirado de nuevo a la piscina de la más disparatada irracionalidad, cuando ha lanzado la propuesta de una alianza entre el PSOE y Podemos para que presenten un gobierno alternativo al del PP. Con el que “estarían dispuestos a dialogar”. Es evidente que quien dice “dialogar” quiere decir ofrecerse a pactar bajo ciertas condiciones, que no es preciso tener una mente muy brillante para averiguar cuales serían sus peticiones.

Veamos lo que puede haber detrás de esta propuesta y lo que se deduciría de ella. En primer lugar esta alianza supone que España tuviera un gobierno de izquierdas y no sólo de izquierdas, sino que en él intervinieran los comunistas de Podemos, cuyo programa ya conocemos como inviable, absurdo, insostenible e imposible de que fuera aceptado por la CE. ¿Acaso la cerrazón de este personaje no ha calculado, cuando tiene en su propia casa el ejemplo de BenComú, de la señora Colau, que se ha hecho la dueña de Barcelona y que va avanzando en intención de voto, a pesar de sus decisiones contrarias a los intereses de los catalanes y condenadas al fracaso? ¿Piensa don Artur que le iban a permitir gobernar a él y a su partido, convertido en minoritario? ¿O es que espera que el señor Junqueras, convertido en primera fuerza más votada, le iba a ceder el privilegio, si tenía la ocasión de ser él el futuro presidente catalán? Cataluña independiente, considerando la utopía de que ello pudiera producirse, no sería nunca de derechas, sino un apéndice de Podemos, que impondría sus proyectos anticapitalistas y sus doctrinas filocomunistas, las mismas que, en Hispanoamérica, han llevado a Venezuela a la situación de penuria y quiebra económica en la que se encuentra.

Pero las consecuencias que se pueden deducir de esta propuesta no es que sólo repercutieran en tierras catalanas, sino que suponen que, lo que hasta ahora nunca se había producido, es que los nacionalistas que siempre dijeron que no apoyarían un gobierno nacional, ahora, por voz de este iluminado separatista, parecen dispuestos a dar sus votos a cambio de Dios sabe que promesas sobre un futuro referéndum para decidir, o una traición todavía más ofensiva para los españoles, que aceptaran un programa que, a través de un primer paso, como el que propone P.Sánchez, de convertir a España en una país federal, se llegara a una sucesiva etapa, en la que se pudiera llegar a consentir una eventual separación de Cataluña de España; una posibilidad que se podría deducir de lo que ya declaró Pablo Iglesias, cuando habló de la libertad de las distintas sensibilidades nacionales para poder escoger su destino futuro.

No obstante, señores, no acaban en esto nuestras preocupaciones como ciudadanos de a pie. El mismo PP acaba de dejarnos estupefactos si, como parece indicarlo el resultado de las votaciones para el nombramiento de la presidenta del Congreso, señora Ana Pastor, resulta ser cierto que ha habido contubernios secretos ente el PP y los independentistas y, en virtud de ellos, se hubieran llegado a acuerdos o contraprestaciones para favorecer a Cataluña. No sabemos cuales pudieran ser, pero es muy significativo que a las pocas fechas de que tuvieran lugar las votaciones resulte que, el Gobierno español, se ha comprometido a refinanciar 1.600 millones de euros de deuda catalana a través del FLA a Cataluña y, además, el Consejo de ministros ha autorizado nuevas operaciones de crédito por 685 millones más. ¿Cómo se entiende que esto ocurra cuando, precisamente, el TC constitucional ha tenido que advertir, severamente, al Parlament catalán por su intención de promulgar una ley, la primera en la que se iniciaba el proceso independentista catalán, que ya estaba en la mesa para ser aprobada?

El hecho de que se quieran evitar unos nuevos comicios, los terceros, no debe implicar que “todo valga”, que se hagan concesiones absurdas o que constituyan un peligro para la unidad de España. El juego sucio que los ciudadanos empezamos a percibir por las alcantarillas de la política, nos preocupa más que lo que sabemos por los periódicos y sería fatal que, aprovechándose de la evidente situación de intranquilidad, de improvisación, de inseguridad jurídica, de alianzas contra natura etc. todos aquellos que, por fuera, van diciéndonos una cosa, acaben por dárnoslas con queso cuando menos lo esperamos.

Demasiados retrasos, demasiados problemas acumulados, demasiada tirantez y terquedad entre aquellos que tienen la obligación, con luz y taquígrafos, de atender a la voluntad del pueblo, que ya está harto de toda esta comedia que a nada conduce, aparte de amenazar, a los ciudadanos españoles, con que se reproduzcan situaciones pasadas que nadie, en su juicio cabal, puede desear que se vuelvan a repetir.

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