En esos días se han sucedido los homenajes a Miguel Ángel Blanco en el decimonoveno aniversario de su asesinato.
Los malnacidos que se llevaron por delante la vida del concejal de Ermua se llevaron también por delante nuestro miedo. En aquellos días terribles en los que la escoria terrorista secuestró y asesinó a Miguel Ángel, todo un país salió a la calle para plantarles cara a esos miserables.
Han pasado los años y ahora han aparecido en la escena política unos niñatos de alta cuna con un nivel indescriptible de soberbia. Y estos aburguesados reconvertidos en comisarios de la moral, han decidido que es el momento de reescribir la historia diciendo que era un grupo de luchadores por la libertad de los oprimidos lo que en realidad fue una banda de repugnantes pistoleros.
No señores. ETA sólo tiene una forma de pasar a la historia, como una banda de criminales y viles asesinos.
ETA no luchaba por la libertad. ETA mataba a todos aquellos que libremente tenían una opinión diferente.
ETA no defendía los derechos de nadie. Era el derecho a la vida y a la libertad de los demás el que cercenaba con sus bombas y sus tiros en la nuca.
ETA era escoria. Escoria que se llevó por delante a niños y civiles poniendo bombas en centros comerciales para sembrar el terror y atenazar la voluntad de toda una sociedad.
ETA era basura que enviaba cartas bomba a los miembros de seguridad del estado simplemente porque hacían su trabajo protegiendo y cuidando de los ciudadanos.
ETA acribillaba a tiros a políticos en medio de la calle mientras caminaban con sus familias y amigos por el simple hecho de no tragar con el nacionalismo.
Ahora, si el señor Pablo Iglesias quiere calificar a Otegi como “un hombre de paz” queda más retratado el dirigente de Podemos que el mismo Otegi (al que nunca le pondré el calificativo de señor porque antes prefiero cortarme las manos).
Uno de mis miedos más profundos es terminar mis días siendo pasto del Alzhéimer. Pero mientras llego a anciana y eso ocurre o no, mientras tenga memoria, seguiré recordando todos los días a las 829 personas a las que unos desgraciados les quitaron la vida.
Seguiré recordando a todas las familias destrozadas, a todos los amigos que siguen añorando y a todos los vascos que tuvieron que salir de su tierra por la sinrazón de unas alimañas sin legitimidad y sin alma.
Tenemos la obligación moral de recordar. Tenemos que explicarle a las nuevas generaciones que en este país hace no demasiado tiempo había gente que se sentía con el derecho de matarte o mutilarte sólo por no pensar como ellos.
Pero sobre todo, tenemos que estar siempre con las víctimas. Acompañarles, apoyarles y honrarles porque ellos han pagado el precio más alto de la lucha de todos por la libertad.
En mi pueblo, Las Rozas, tenemos un parque dedicado a las víctimas del terrorismo. Este año se ha hecho una exposición en memoria de Miguel Ángel Blanco y se le ha recordado en un homenaje el día de su muerte.
En mi pueblo a Otegi no se le define como “hombre de paz”, se le define como “persona non grata” y así se le ha declarado en un pleno hace poco.
En mi pueblo no se olvida y sobre todo, en mi pueblo estamos con las víctimas siempre, y eso me hace sentir muy orgullosa de vivir donde vivo.
Tenemos que trabajar y luchar para que podamos decir de nuestro país, España, eso mismo que con orgullo digo de mi pueblo.
¡Con las víctimas hasta el último aliento!