Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Hablemos sin tapujos | ACTUALIDAD
nuestra nación ha experimentado un cambio en todo lo que eran sus costumbres

El derrumbe moral, ético y político de la España del XXI

|

No sabemos lo que va a suceder con la investidura del nuevo presidente del ejecutivo y, todavía peor, tampoco sabemos lo que va a ser de España y de los españoles. Lo cierto es que estamos navegando por un piélago de propuestas políticas, todas ellas de comprometida ejecución y muy distantes las unas de las otras; de dificultoso encaje, la mayoría, dentro de los límites de nuestra Constitución y, especialmente peligrosas si se tiene en cuenta que, las que han adquirido más fuerza, las que han agrupado a los extremismos de la izquierda y las que favorecen posturas derrotistas, cambios radicales, economías dirigidas, estatalizaciones y experimentos de carácter ácrata y revisionista, inspirados en las doctrinas del viejo comunismo de Marx y Lenín; son las que, históricamente, han tenido efectos nefastos en todas las naciones donde se ha intentado implantarlas.

Es evidente que nuestra nación ha experimentado un cambio en todo lo que eran sus costumbres, sus creencias cristianas, sus principios éticos, sus conceptos de convivencia social, sus valores fundamentales y sus objetivos en la vida que, por mucho que queramos compararlos con los que nos enseñaron nuestros mayores y estaban vigentes durante nuestra juventud, es imposible encontrar un nexo de causalidad que nos permita localizar una explicación razonable, a un cambio tan radical y extremo, como es aquel al que nos han llevado las últimas generaciones de ciudadanos. En todo caso, sin que ello se pueda considerar una crítica o una condena a los nuevos hábitos y enfoques de la vida de quienes constituyen el relevo generacional, el que viene a ocupar los puestos que vamos dejando vacantes los mayores; no deja de preocuparnos el hecho de que, los que intentan arreglar el mundo, los que nos califican de ineptos o nos reprochan las desigualdades que todavía existen en la sociedad, los que no ven más que podredumbre en el pasado y han decidido que hay que partir de cero para, sobre la tabla rasa de la vuelta a los inicios de la humanidad, edificar una sociedad renovada, sin distinciones, igualitaria, libre, amoral, sin frenos ni prohibiciones, naturalista y promiscua, sin leyes ni creencias religiosas; cuando presentan este idílico panorama se olviden de los esfuerzos que las sucesivas generaciones que, durante los miles de años que nos han precedido, han hecho para conseguir llegar a donde se ha llegado, se disfrute de las ventajas de una civilización conseguida con muchos esfuerzos, sacrificios, trabajos, energías, estudios, muertes, heroicidades y renuncias; que ahora les han permitido a ellos estudiar, adquirir cultura y gozar de las ventajas de una vida, cada vez más prolongada y de unas comodidades que, hace sólo unos pocos años, eran inimaginables.

Resulta muy cómodo y podríamos decir, muy fácil, el mostrar la vena caritativa; la tendencia a la generosidad; la crítica fácil a los que han creado empresas por su “egoísmo”; el pertenecer, por un tiempo, a una ONG ( sabiendo que después tendrá un puesto de trabajo en un país civilizado); el acudir en socorro de los desahuciados de la fortuna sabiendo que, a su regreso, les espera un hogar confortable y un medio para ganarse la vida; defender un modo de vida integrado en la naturaleza hasta que, una enfermedad grave requiere de la sofistificación de la medicina y de las últimas técnicas para llevar a cabo intervenciones que, apenas hace diez años, eran impensables. ¿Pensarán todos estos personajes que hoy piden arrasar con lo conseguido, lo mismo cuando precisen operarse de un cáncer y deban acudir a los procedimientos de los curanderos o de las hierbas medicinales?

Una vez más, los políticos, han recurrido en España al engaño, la mentira, la hipócrita defensa de las clases menos favorecidas, echándoles toda la culpa a los que triunfaron en la vida; eso sí, sin tener en cuenta los esfuerzos, sacrificios, horas de trabajo, penurias, fracasos, estudios y demás méritos de aquellos que lograron llegar a la cima. Los antisistema; los que no quisieron estudiar o esforzarse para tener un oficio; los que prefirieron vivir a salto de mata o a costa de participar en algaradas callejeras, convertirse en agitadores profesionales o cobrar para cometer destrozos o enfrentarse a las fuerzas del orden, los vagos, los chulos, los falsos “intelectuales” y los rencorosos, todo este lumpen de la sociedad, entre los que se encuentran los arribistas, los de los realities shows, etc. Todos estos chupópteros indeseables, que viven a costa de quienes los apoyan o les pagan para dedicarse a crear descontento, acosar, insultar, amenazar y contribuir al descontento de la gente, son los que contribuyen a que, algunos partidos de la extrema izquierda, prosperen y consigan ocupar escaños en el Parlamento de la nación y en los autonómicos.

Por desgracia, partidos tradicionales como es el caso del PSOE, han caído en el cepo de formaciones como Podemos, de izquierda extrema, que han conseguido atraerlos con el señuelo de apoyarlos en sus aspiraciones de alcanzar el poder pero que, si lo consiguieran, deberían pagar el más alto precio, consistente en verse fagocitados por quienes les empujaron al gobierno que, como siempre ha venido ocurriendo con los comunistas ( en este caso doblemente peligrosos debido a que están formados por universitarios con una extensa preparación en esparcir la semilla revolucionaria en aquellos países donde consiguen instalarse) tienen la rara habilidad de acabar con aquellos que cometen la imprudencia de aliarse con ellos.

Lo cierto es que, debido a la baja calidad de nuestros políticos; a los egoísmos de los dirigentes de los partidos perdedores y de su falta de ética, al no querer reconocer que quien debe gobernar es el partido más votado y el que ha conseguido más escaños, en nuestro caso el PP, ya vamos por dos votaciones y, si Dios no lo remedia o se impone la sensatez en alguna de las formaciones que tienen la clave de la gobernabilidad, va a resultar que será necesaria una tercera consulta que, tampoco, garantizaría que el problema se solucionara si no es que, la ciudadanía, cansada y aburrida de tanta incompetencia y estupidez, se decidiese a plantarse y declararse en huelga de “voto caído”.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, queremos dejar constancia de nuestro desencanto, de la decepción de constatar que hemos entrado en una fase de nuestra historia en la que da la sensación de que, lo que se está intentando por quienes se han presentado con regeneradores de nuestra democracia es, precisamente, el acabar con ella, el dar al traste con la esperanza que anidaba en nuestros corazones de que ya estábamos entrando en una fase de recuperación; que cada día que pasaba unos miles más de trabajadores recuperaban su puesto de trabajo y nuestras empresas se iban recuperando y cobrando protagonismo en la economía europea, de modo que, aún en un periodo de dificultades políticas como es el que estamos pasando, se tenían esperanzas de que, nuestro PIB de este año 2016, iba a triplicar el de nuestros vecinos europeos.

Es obvio que, si nos empeñamos en arrojarnos desde lo alto de la roca Tarpeya; si preferimos regresar a una situación similar a la que teníamos, en esta misma fecha, hace 80 años; si esperamos que ignorando lo que nos ocurriría si se pusieran en práctica los programas del PSOE o el de Podemos, Europa iba a quedar parada e inactiva esperando que, el comunismo español se esparciera por el resto del continente europeo, entonces señores es que ya no nos queda ni una pizca de sentido común y nos mereceremos todo lo que nos pueda ocurrir por nuestra cobardía e insensatez, al permitir que unos pocos nos arrastren al abismo del crack final.

El derrumbe moral, ético y político de la España del XXI

nuestra nación ha experimentado un cambio en todo lo que eran sus costumbres
Miguel Massanet
martes, 19 de julio de 2016, 00:41 h (CET)
No sabemos lo que va a suceder con la investidura del nuevo presidente del ejecutivo y, todavía peor, tampoco sabemos lo que va a ser de España y de los españoles. Lo cierto es que estamos navegando por un piélago de propuestas políticas, todas ellas de comprometida ejecución y muy distantes las unas de las otras; de dificultoso encaje, la mayoría, dentro de los límites de nuestra Constitución y, especialmente peligrosas si se tiene en cuenta que, las que han adquirido más fuerza, las que han agrupado a los extremismos de la izquierda y las que favorecen posturas derrotistas, cambios radicales, economías dirigidas, estatalizaciones y experimentos de carácter ácrata y revisionista, inspirados en las doctrinas del viejo comunismo de Marx y Lenín; son las que, históricamente, han tenido efectos nefastos en todas las naciones donde se ha intentado implantarlas.

Es evidente que nuestra nación ha experimentado un cambio en todo lo que eran sus costumbres, sus creencias cristianas, sus principios éticos, sus conceptos de convivencia social, sus valores fundamentales y sus objetivos en la vida que, por mucho que queramos compararlos con los que nos enseñaron nuestros mayores y estaban vigentes durante nuestra juventud, es imposible encontrar un nexo de causalidad que nos permita localizar una explicación razonable, a un cambio tan radical y extremo, como es aquel al que nos han llevado las últimas generaciones de ciudadanos. En todo caso, sin que ello se pueda considerar una crítica o una condena a los nuevos hábitos y enfoques de la vida de quienes constituyen el relevo generacional, el que viene a ocupar los puestos que vamos dejando vacantes los mayores; no deja de preocuparnos el hecho de que, los que intentan arreglar el mundo, los que nos califican de ineptos o nos reprochan las desigualdades que todavía existen en la sociedad, los que no ven más que podredumbre en el pasado y han decidido que hay que partir de cero para, sobre la tabla rasa de la vuelta a los inicios de la humanidad, edificar una sociedad renovada, sin distinciones, igualitaria, libre, amoral, sin frenos ni prohibiciones, naturalista y promiscua, sin leyes ni creencias religiosas; cuando presentan este idílico panorama se olviden de los esfuerzos que las sucesivas generaciones que, durante los miles de años que nos han precedido, han hecho para conseguir llegar a donde se ha llegado, se disfrute de las ventajas de una civilización conseguida con muchos esfuerzos, sacrificios, trabajos, energías, estudios, muertes, heroicidades y renuncias; que ahora les han permitido a ellos estudiar, adquirir cultura y gozar de las ventajas de una vida, cada vez más prolongada y de unas comodidades que, hace sólo unos pocos años, eran inimaginables.

Resulta muy cómodo y podríamos decir, muy fácil, el mostrar la vena caritativa; la tendencia a la generosidad; la crítica fácil a los que han creado empresas por su “egoísmo”; el pertenecer, por un tiempo, a una ONG ( sabiendo que después tendrá un puesto de trabajo en un país civilizado); el acudir en socorro de los desahuciados de la fortuna sabiendo que, a su regreso, les espera un hogar confortable y un medio para ganarse la vida; defender un modo de vida integrado en la naturaleza hasta que, una enfermedad grave requiere de la sofistificación de la medicina y de las últimas técnicas para llevar a cabo intervenciones que, apenas hace diez años, eran impensables. ¿Pensarán todos estos personajes que hoy piden arrasar con lo conseguido, lo mismo cuando precisen operarse de un cáncer y deban acudir a los procedimientos de los curanderos o de las hierbas medicinales?

Una vez más, los políticos, han recurrido en España al engaño, la mentira, la hipócrita defensa de las clases menos favorecidas, echándoles toda la culpa a los que triunfaron en la vida; eso sí, sin tener en cuenta los esfuerzos, sacrificios, horas de trabajo, penurias, fracasos, estudios y demás méritos de aquellos que lograron llegar a la cima. Los antisistema; los que no quisieron estudiar o esforzarse para tener un oficio; los que prefirieron vivir a salto de mata o a costa de participar en algaradas callejeras, convertirse en agitadores profesionales o cobrar para cometer destrozos o enfrentarse a las fuerzas del orden, los vagos, los chulos, los falsos “intelectuales” y los rencorosos, todo este lumpen de la sociedad, entre los que se encuentran los arribistas, los de los realities shows, etc. Todos estos chupópteros indeseables, que viven a costa de quienes los apoyan o les pagan para dedicarse a crear descontento, acosar, insultar, amenazar y contribuir al descontento de la gente, son los que contribuyen a que, algunos partidos de la extrema izquierda, prosperen y consigan ocupar escaños en el Parlamento de la nación y en los autonómicos.

Por desgracia, partidos tradicionales como es el caso del PSOE, han caído en el cepo de formaciones como Podemos, de izquierda extrema, que han conseguido atraerlos con el señuelo de apoyarlos en sus aspiraciones de alcanzar el poder pero que, si lo consiguieran, deberían pagar el más alto precio, consistente en verse fagocitados por quienes les empujaron al gobierno que, como siempre ha venido ocurriendo con los comunistas ( en este caso doblemente peligrosos debido a que están formados por universitarios con una extensa preparación en esparcir la semilla revolucionaria en aquellos países donde consiguen instalarse) tienen la rara habilidad de acabar con aquellos que cometen la imprudencia de aliarse con ellos.

Lo cierto es que, debido a la baja calidad de nuestros políticos; a los egoísmos de los dirigentes de los partidos perdedores y de su falta de ética, al no querer reconocer que quien debe gobernar es el partido más votado y el que ha conseguido más escaños, en nuestro caso el PP, ya vamos por dos votaciones y, si Dios no lo remedia o se impone la sensatez en alguna de las formaciones que tienen la clave de la gobernabilidad, va a resultar que será necesaria una tercera consulta que, tampoco, garantizaría que el problema se solucionara si no es que, la ciudadanía, cansada y aburrida de tanta incompetencia y estupidez, se decidiese a plantarse y declararse en huelga de “voto caído”.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, queremos dejar constancia de nuestro desencanto, de la decepción de constatar que hemos entrado en una fase de nuestra historia en la que da la sensación de que, lo que se está intentando por quienes se han presentado con regeneradores de nuestra democracia es, precisamente, el acabar con ella, el dar al traste con la esperanza que anidaba en nuestros corazones de que ya estábamos entrando en una fase de recuperación; que cada día que pasaba unos miles más de trabajadores recuperaban su puesto de trabajo y nuestras empresas se iban recuperando y cobrando protagonismo en la economía europea, de modo que, aún en un periodo de dificultades políticas como es el que estamos pasando, se tenían esperanzas de que, nuestro PIB de este año 2016, iba a triplicar el de nuestros vecinos europeos.

Es obvio que, si nos empeñamos en arrojarnos desde lo alto de la roca Tarpeya; si preferimos regresar a una situación similar a la que teníamos, en esta misma fecha, hace 80 años; si esperamos que ignorando lo que nos ocurriría si se pusieran en práctica los programas del PSOE o el de Podemos, Europa iba a quedar parada e inactiva esperando que, el comunismo español se esparciera por el resto del continente europeo, entonces señores es que ya no nos queda ni una pizca de sentido común y nos mereceremos todo lo que nos pueda ocurrir por nuestra cobardía e insensatez, al permitir que unos pocos nos arrastren al abismo del crack final.

Noticias relacionadas

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto