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¡Basta ya, señores, de andarse con zarandajas y nombremos a las cosas por el nombre que les pertenece!

El no a Rajoy, si no hay alternativa, significa irresponsabilidad

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Resulta irritante, monótono, aburrido y, especialmente, absurdo el que algunos medios de información se dediquen a repetir con machaconería que quien debe de mover ficha es Rajoy; que a él le corresponde desbloquear la actual crisis política y que, en sus manos se encuentra el que se pueda formar gobierno o fracasar en el intento; lo que, al parecer, no tendría otra salida que recurrir a unas terceras elecciones que, cosa curiosa, todos parecen rechazar de pleno, pero nadie se baja del machito esperando que sean los demás los que cedan. Veamos, no obstante, cual es la realidad de este complicado momento por está pasando la ciudadanía española, harta de que los políticos antepongan sus intereses de partido y sus ambiciones personales a lo que debería primar sobre todo: el bien de España y el bienestar de los españoles.

El señor Rajoy puede ser criticado por ciertos hechos que han tenido lugar durante su legislatura, se le puede tachar de poco carismático, de poco comunicativo e incluso de un cierto “galleguismo” que le hace parecer, en determinados momentos, como apático e inmovilista; pero don Mariano no es ni un vago, ni un inútil ni mucho menos un señor que no sepa lo que tiene entre manos. Lo ha demostrado cuando cogió a una España desahuciada de manos del señor Zapatero y a fuerza de esfuerzo, de tomar decisiones muy difíciles que, en muchas ocasiones, lo ha enfrentado a sus propios electores y que, evidentemente, las ha tenido que pagar en las últimas consultas al pueblo. Pero, cuidado, no seamos fariseos ni injustos con el presidente del PP y de España, él ha sido quien ha levantado al país, quien ha recuperado la confianza de la UE, quien ha dado seguridad a los mercados y ha sido, también, el que ha logrado atraer inversores hacia España, aunque en ocasiones, como sucede en Alemania, no perciban un centavo por sus inversiones o tengan que pagar intereses negativos.

El Presidente en funciones, no ha dejado ni un solo momento de trabajar para conseguir la confianza del resto de partidos políticos, de aquellos que perdieron las elecciones y, no obstante, siguen queriendo dar la impresión de ser los que las ganaron, pretendiendo que sea el partido ganador quien amolde sus políticas, las que una mayoría de los españoles aceptamos, a los caprichos, exigencias desmedidas e imposiciones respecto a quiénes deberían formar el nuevo gobierno de Rajoy y, por si fuera poco, ninguno de los perdedores, incluso Ciudadanos del señor Rivera, se ofrecen a un pacto de gobernación para toda la legislatura; a lo máximo que parece que alguno se atrevería sería a abstener en el acto de la investidura. Don Mariano a lo único que, parece puede aspirar, es a que alguien, algún partido que quiera comprometerse con España, tenga la sensatez de abstenerse para que se le permitiera recurrir a un gobierno en minoría, un gobierno inestable y sujeto, en cada momento y para cada decisión, a la voluntad de unas izquierdas que, como han venido demostrando, a pesar de sus pobres resultados electorales, no parecen dispuestas a colaborar en nada de lo que proponga el nuevo ejecutivo; podríamos decir que se trata de establecer un nuevo cinturón sanitario, como el del famoso Pacto del Tinell, al gobierno del PP, con la finalidad de que, a los pocos meses, tenga que tirar la toalla y convocar nuevas elecciones… ¿y qué sucedería entonces? nos preguntamos, ¡ pues más de lo mismo o quizá algo peor!.

Pues, señores, volver a un periodo de incertidumbre, de inestabilidad preelectoral, de más gastos y (aquí reside el meollo de la cuestión) de indignación y agotamiento de la paciencia de los españoles y, en definitiva, entrar en un terreno abonado para que quienes están buscado la desestabilización del país, eso sí, cada uno por su parte saquen provecho de la situación. Los separatistas catalanes intentando valerse de un posible caos político y los comunistas bolivarianos, del señor Iglesias, encantados de poder pescar en aguas revueltas, de tener la ocasión de conseguir imponer un estado tal de desconcierto, de temor, de algaradas callejeras y de inseguridad ciudadana, que acabe con la ley y el orden, proporcionándoles la oportunidad de alcanzar sus objetivos de establecer en España un régimen dictatorial como el que su amigo, Maduro, ha implantado en Venezuela. Nadie sería capaz de predecir cómo reaccionaríamos los ciudadanos españoles en ambos casos, si los encargados de evitar que ello suceda, no muestran su capacidad para evitar que semejante catástrofe llegara a ocurrir.

Uno de los protagonistas de la situación en la que nos encontramos es, evidentemente, este señor que tuvo la desfachatez de insultar a su interlocutor, el seño Rajoy, en un debate electoral, cuando él, en el tiempo que ha llevado al frente del PSOE, no ha sido capaz de ganar unas elecciones, ha ido perdiendo votantes y escaños y, a pesar de su pobre currículum político, es incapaz de dominar su sobrevalorado ego, reconocer sus derrotas y ofrecerse, como en el caso en que nos encontramos sería necesario, para un gobierno en coalición, como el de los conservadores alemanes han acordado con sus adversarios políticos, el equivalente en aquella nación a los socialistas españoles.

Claro que, la diferencia entre los líderes alemanes de una izquierda sensata, que conoce los verdaderos problemas que afectan a su país y que trabajan, juntamente con Merkel, para sacar a Alemania adelante, cediendo cuando hay que ceder y exigiendo cuando corresponde parece ser insalvable; y la postura canallesca de un señor Pedro Sánchez, que amenaza con superar a su antecesor al frente del gobierno de España, el señor J.L Rodríguez Zapatero que, aparte de llevar a España a la peor situación económica imaginable, de dictar las leyes más absurdas e irresponsables que se pudieran promulgar, se dedicó sistemáticamente a torpedear todas las iniciativas y propuestas que hizo el PP, durante sus dos legislaturas, sólo porque provenían de su adversario político sin que, en ninguna ocasión, se prestara a discutirlas y valorarlas para averiguar si eran o no provechosas para los intereses de los españoles. El “no comer ni dejar comer” se ha convertido en el lema de este joven socialista, que ambiciona alcanzar el poder a toda costa, sin mirar los cadáveres políticos que deja por el camino, las consecuencias que tendrían para España sus proyectos y las consecuencias que, una política antieuropea como la suya nos iban a reportar en los aspectos financieros, económicos, industriales y sociales a los españoles.

Un individuo que, una y otra vez repite, con insistencia rayana en la obcecación y la falta de criterio, que nunca va a apoyar la investidura del señor Rajoy, ni por activa ni por pasiva, y esta misma postura la sostiene después de la evidencia de que su partido ha bajado en cinco escaños y que el PP lo supera en 52 después de los comicios del 26J.; evidentemente no está en condiciones de asumir la responsabilidad de dirigir un país. Y esto sucede cuando, el mismo sujeto, el señor Sánchez del PSOE, dice, con la inconsciencia de aquel que es incapaz de utilizar el sentido común, que no quiere de ninguna manera que se tengan que repetir las elecciones otra vez. ¿Entonces don Pedro, en qué quedamos? O ¿es que acaso va a dar un salto en el vacío y va a llegar a aliarse con los del señor Pablo Iglesias cuando los números tampoco suman? Quizá espera que en esta aventura le pudieran acompañar el señor Rivera y acaso el PNV vasco. En todo caso la resultante de semejante contubernio no tendría otro porvenir que acabar en el gran fracaso; dado que, en Europa, un gobierno del que los comunistas bolivarianos formaran parte sería considerado como una amenaza para toda la UE y, con toda probabilidad, acabaríamos, no como Grecia que supo rectificar a tiempo, sino expulsados fuera de la CE y, si me apuran, del mismo euro.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la creencia, seguramente compartida por miles de españoles que contemplan, con gran preocupación, como la política en España parece que ha caído en manos de aprendices que se dedican a experimentar, irresponsablemente, con temas que pueden afectar a la economía, el modus vivendi, la seguridad, el Estado de Derecho, las pensiones, la financiación de la nación y el funcionamiento correcto de las estructura e instituciones de las que depende, en gran manera, que la nación siga en la senda de la recuperación o, por el contrario, experimente un nuevo retroceso que nos vuelva a situar en la misma tesitura o, incluso peor, que aquella en la que dos dejó, el señor Rodríguez Zapatero el 20N del 2011, cuando entregó los bártulos al PP, con una deuda de unos 90.000 millones de euros. Lo malo es que la memoria de los españoles es corta y muchos ya se han olvidado de aquella situación que nos dejó al borde de la quiebra y de vernos obligados a solicitar el rescate de la CE. Sería bueno que alguien reflexionara sobre todo ello.

El no a Rajoy, si no hay alternativa, significa irresponsabilidad

¡Basta ya, señores, de andarse con zarandajas y nombremos a las cosas por el nombre que les pertenece!
Miguel Massanet
jueves, 14 de julio de 2016, 08:25 h (CET)
Resulta irritante, monótono, aburrido y, especialmente, absurdo el que algunos medios de información se dediquen a repetir con machaconería que quien debe de mover ficha es Rajoy; que a él le corresponde desbloquear la actual crisis política y que, en sus manos se encuentra el que se pueda formar gobierno o fracasar en el intento; lo que, al parecer, no tendría otra salida que recurrir a unas terceras elecciones que, cosa curiosa, todos parecen rechazar de pleno, pero nadie se baja del machito esperando que sean los demás los que cedan. Veamos, no obstante, cual es la realidad de este complicado momento por está pasando la ciudadanía española, harta de que los políticos antepongan sus intereses de partido y sus ambiciones personales a lo que debería primar sobre todo: el bien de España y el bienestar de los españoles.

El señor Rajoy puede ser criticado por ciertos hechos que han tenido lugar durante su legislatura, se le puede tachar de poco carismático, de poco comunicativo e incluso de un cierto “galleguismo” que le hace parecer, en determinados momentos, como apático e inmovilista; pero don Mariano no es ni un vago, ni un inútil ni mucho menos un señor que no sepa lo que tiene entre manos. Lo ha demostrado cuando cogió a una España desahuciada de manos del señor Zapatero y a fuerza de esfuerzo, de tomar decisiones muy difíciles que, en muchas ocasiones, lo ha enfrentado a sus propios electores y que, evidentemente, las ha tenido que pagar en las últimas consultas al pueblo. Pero, cuidado, no seamos fariseos ni injustos con el presidente del PP y de España, él ha sido quien ha levantado al país, quien ha recuperado la confianza de la UE, quien ha dado seguridad a los mercados y ha sido, también, el que ha logrado atraer inversores hacia España, aunque en ocasiones, como sucede en Alemania, no perciban un centavo por sus inversiones o tengan que pagar intereses negativos.

El Presidente en funciones, no ha dejado ni un solo momento de trabajar para conseguir la confianza del resto de partidos políticos, de aquellos que perdieron las elecciones y, no obstante, siguen queriendo dar la impresión de ser los que las ganaron, pretendiendo que sea el partido ganador quien amolde sus políticas, las que una mayoría de los españoles aceptamos, a los caprichos, exigencias desmedidas e imposiciones respecto a quiénes deberían formar el nuevo gobierno de Rajoy y, por si fuera poco, ninguno de los perdedores, incluso Ciudadanos del señor Rivera, se ofrecen a un pacto de gobernación para toda la legislatura; a lo máximo que parece que alguno se atrevería sería a abstener en el acto de la investidura. Don Mariano a lo único que, parece puede aspirar, es a que alguien, algún partido que quiera comprometerse con España, tenga la sensatez de abstenerse para que se le permitiera recurrir a un gobierno en minoría, un gobierno inestable y sujeto, en cada momento y para cada decisión, a la voluntad de unas izquierdas que, como han venido demostrando, a pesar de sus pobres resultados electorales, no parecen dispuestas a colaborar en nada de lo que proponga el nuevo ejecutivo; podríamos decir que se trata de establecer un nuevo cinturón sanitario, como el del famoso Pacto del Tinell, al gobierno del PP, con la finalidad de que, a los pocos meses, tenga que tirar la toalla y convocar nuevas elecciones… ¿y qué sucedería entonces? nos preguntamos, ¡ pues más de lo mismo o quizá algo peor!.

Pues, señores, volver a un periodo de incertidumbre, de inestabilidad preelectoral, de más gastos y (aquí reside el meollo de la cuestión) de indignación y agotamiento de la paciencia de los españoles y, en definitiva, entrar en un terreno abonado para que quienes están buscado la desestabilización del país, eso sí, cada uno por su parte saquen provecho de la situación. Los separatistas catalanes intentando valerse de un posible caos político y los comunistas bolivarianos, del señor Iglesias, encantados de poder pescar en aguas revueltas, de tener la ocasión de conseguir imponer un estado tal de desconcierto, de temor, de algaradas callejeras y de inseguridad ciudadana, que acabe con la ley y el orden, proporcionándoles la oportunidad de alcanzar sus objetivos de establecer en España un régimen dictatorial como el que su amigo, Maduro, ha implantado en Venezuela. Nadie sería capaz de predecir cómo reaccionaríamos los ciudadanos españoles en ambos casos, si los encargados de evitar que ello suceda, no muestran su capacidad para evitar que semejante catástrofe llegara a ocurrir.

Uno de los protagonistas de la situación en la que nos encontramos es, evidentemente, este señor que tuvo la desfachatez de insultar a su interlocutor, el seño Rajoy, en un debate electoral, cuando él, en el tiempo que ha llevado al frente del PSOE, no ha sido capaz de ganar unas elecciones, ha ido perdiendo votantes y escaños y, a pesar de su pobre currículum político, es incapaz de dominar su sobrevalorado ego, reconocer sus derrotas y ofrecerse, como en el caso en que nos encontramos sería necesario, para un gobierno en coalición, como el de los conservadores alemanes han acordado con sus adversarios políticos, el equivalente en aquella nación a los socialistas españoles.

Claro que, la diferencia entre los líderes alemanes de una izquierda sensata, que conoce los verdaderos problemas que afectan a su país y que trabajan, juntamente con Merkel, para sacar a Alemania adelante, cediendo cuando hay que ceder y exigiendo cuando corresponde parece ser insalvable; y la postura canallesca de un señor Pedro Sánchez, que amenaza con superar a su antecesor al frente del gobierno de España, el señor J.L Rodríguez Zapatero que, aparte de llevar a España a la peor situación económica imaginable, de dictar las leyes más absurdas e irresponsables que se pudieran promulgar, se dedicó sistemáticamente a torpedear todas las iniciativas y propuestas que hizo el PP, durante sus dos legislaturas, sólo porque provenían de su adversario político sin que, en ninguna ocasión, se prestara a discutirlas y valorarlas para averiguar si eran o no provechosas para los intereses de los españoles. El “no comer ni dejar comer” se ha convertido en el lema de este joven socialista, que ambiciona alcanzar el poder a toda costa, sin mirar los cadáveres políticos que deja por el camino, las consecuencias que tendrían para España sus proyectos y las consecuencias que, una política antieuropea como la suya nos iban a reportar en los aspectos financieros, económicos, industriales y sociales a los españoles.

Un individuo que, una y otra vez repite, con insistencia rayana en la obcecación y la falta de criterio, que nunca va a apoyar la investidura del señor Rajoy, ni por activa ni por pasiva, y esta misma postura la sostiene después de la evidencia de que su partido ha bajado en cinco escaños y que el PP lo supera en 52 después de los comicios del 26J.; evidentemente no está en condiciones de asumir la responsabilidad de dirigir un país. Y esto sucede cuando, el mismo sujeto, el señor Sánchez del PSOE, dice, con la inconsciencia de aquel que es incapaz de utilizar el sentido común, que no quiere de ninguna manera que se tengan que repetir las elecciones otra vez. ¿Entonces don Pedro, en qué quedamos? O ¿es que acaso va a dar un salto en el vacío y va a llegar a aliarse con los del señor Pablo Iglesias cuando los números tampoco suman? Quizá espera que en esta aventura le pudieran acompañar el señor Rivera y acaso el PNV vasco. En todo caso la resultante de semejante contubernio no tendría otro porvenir que acabar en el gran fracaso; dado que, en Europa, un gobierno del que los comunistas bolivarianos formaran parte sería considerado como una amenaza para toda la UE y, con toda probabilidad, acabaríamos, no como Grecia que supo rectificar a tiempo, sino expulsados fuera de la CE y, si me apuran, del mismo euro.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la creencia, seguramente compartida por miles de españoles que contemplan, con gran preocupación, como la política en España parece que ha caído en manos de aprendices que se dedican a experimentar, irresponsablemente, con temas que pueden afectar a la economía, el modus vivendi, la seguridad, el Estado de Derecho, las pensiones, la financiación de la nación y el funcionamiento correcto de las estructura e instituciones de las que depende, en gran manera, que la nación siga en la senda de la recuperación o, por el contrario, experimente un nuevo retroceso que nos vuelva a situar en la misma tesitura o, incluso peor, que aquella en la que dos dejó, el señor Rodríguez Zapatero el 20N del 2011, cuando entregó los bártulos al PP, con una deuda de unos 90.000 millones de euros. Lo malo es que la memoria de los españoles es corta y muchos ya se han olvidado de aquella situación que nos dejó al borde de la quiebra y de vernos obligados a solicitar el rescate de la CE. Sería bueno que alguien reflexionara sobre todo ello.

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