Sí. Había muchas dudas, la Selección no encontraba su sitio en el Europeo, los rivales eran más fieros de lo que parecía, las decisiones de Scariolo estaban en entredicho, las lesiones minaban nuestro potencial… todo pintaba muy mal, pero todos esperábamos una reacción del equipo. No la hubo y Turquía nos devolvió a la realidad con un 63-60 que nos deja en la cuerda floja. Ya no hay más oportunidades, ya es ganar o morir, por lo que o cambian las cosas o parece difícil que España se marche de Polonia con un metal colgado al cuello.
Pero sin duda lo más sorprendente fueron las declaraciones de Marc Gasol al concluir el partido, en las que criticaba la elección del seleccionador tras apostar por “el último que ha llegado a la Selección” (Llull) para jugarse la canasta decisiva, huelen a ruptura dentro del vestuario. Quizá lleve razón el pequeño de los Gasol, había armas suficientes en la pista como para que se la jugara un inédito hasta el momento Sergio Llull, pero unas declaraciones tan duras, nada más concluir el partido, no ayudan a la convivencia del grupo en lo que resta de torneo. Por galones hubieran debido salir otros, Navarro, Rudy, incluso Pau, pero también es cierto que Lull tienen potencia suficiente para penetrar a lo kamikaze y forzar. Ahora, eso del mate parecía una osadía habiendo tanto gigante en la pintura. Pudieron pitar falta, pero siguiendo la tónica general del partido y no lo hicieron, por lo que ahora las opciones de España pasan por ganar los dos encuentros que quedan para pasar a los cuartos de final. Tarea difícil. No por potencial, que lo tenemos, sino por las química que desprende el equipo, muy lejos de los días de gloria que nos brindaban años atrás. Ya no vale seguir buscando motivos, ya solo vale ganar. Primer match-ball, el lunes ante Lituania.