El Comité de Evaluación del Comité Olímpico Internacional (COI) hizo oficial el lunes el informe sobre las cuatro ciudades candidatas para albergar los Juegos Olímpicos de 2016 (Madrid, Tokio, Río de Janeiro y Chicago). En dicho documento, Madrid no sale muy bien parada. Los evaluadores le recriminan, sobre todo, la legislación antidopaje y la organización administrativa. Primer revés para una candidatura que dentro de un mes, concretamente el 2 de octubre, conocerá la decisión final en Copenhage.
Alberto Ruiz Gallardón, Mercedes Coghen, Jaime Lissavetzky y Alejandro Blanco siguen empeñados en una idea, un proyecto que carece de futuro. Llenan de esperanzas a la gente, continúan gastando dinero y desgastando un nombre por el simple ego de figurar en el futuro como los artífices que lograron que Madrid fuese olímpica.
El verdadero momento de la capital de España fue en 2012. Una idea fresca, nueva, con ilusión y, sobre todo, esperanza. Entonces, una mala pregunta o una deficitaria respuesta nos dejaron a todos los españoles con un gran sinsabor y una rabia impotente. Ganó Londres, justa o injustamente, pero ellos serán los organizadores de unos Juegos Olímpicos que cada vez apestan más a política.
Ahora Madrid tiene el mismo proyecto que hace cuatro años. El 77% de las instalaciones están construidas, el pueblo y las instituciones muestras su apoyo incondicional, la solvencia económica parece asegurada. Sin embargo, los inconvenientes son mayores. Presentarse dos veces seguidas provoca desgaste; además, es difícil que los Juegos Olímpicos repitan en el mismo continente (no lo hace desde la 1952); y, más que nada, el COI no parece querer darle el evento a España, sino se le hubiera otorgado las de 2012.
París fue candidata a las cuatro últimas citas olímpicas. En todas salió trasquilada, y eso que en la última elección partía con la mejor nota. Desgastó su nombre, lo adjuntó al adjetivo de candidata perdedora. Por eso ha sido un error, por parte de los políticos, optar a los Juegos de 2016. Hay que ser consciente, jugar la buena baza y retirarte cuando no tienes buenas cartas.