Me refiero a la brutal agresión cometida por Carlos Peña contra su novia Xue Sandra en Alcudia a quien quemó el pasado miércoles 29 de junio luego de una discusión en que la víctima le informó que iba a dejarle.
Estamos todos de acuerdo en que se trata de un hecho deleznable y condenable pero personalmente discrepo en el tratamiento que se le ha dado considerándola una acción machista porque, si analizamos todo el caso, de lo que se trata es de una agresión individual por una incapacidad del agresor de aceptar que su pareja iba a dejarle. Su obsesión por la persona amada (un amor tóxico) lo ha obnubilado hasta tal punto que no ha podido aceptar la decisión de su pareja y, hundido afectivamente, la agredió
Estamos ante un crimen pasional, con una personalidad obsesiva que ha intentado ejercer la dominación sobre su pareja. Pero queda muy lejos de ser un acto machista como se pretende mostrarnos. Si la agresora hubiera sido Carla Bruni, quien esta misma semana confesaba “Si mi marido me engañase podría llegar a actos extremos como cortarle el cuello o las orejas mientras duerme”, nadie afirmaría que es un “crimen feminista” ni mucho menos que hubo “violencia de género”, aunque sí lo sería por definición.
Hemos perdido de vista el norte. El feminismo de género radical y misándrico ha imbuido a la sociedad de su ideología sectaria que ve machismo hasta en la sopa ¿Hasta cuándo vamos a tolerarlo?