Desprecio, despreocupación, falta de interés, en una palabra, a la mayoría de nuestros políticos el bienestar del pueblo les importa un bledo.
Sólo nos buscan cuando mendigan nuestro voto. Una vez conseguido hacen con él lo que les viene en gana, en ocasiones realizando pactos con formaciones de idearios tan ajenos a nuestros deseos que, si lo hubiésemos sabido, no hubiésemos depositado nuestra confianza en ellos.
Se celebraron las elecciones del 20 de diciembre pasado. No dedicaré tiempo al resultado de las mismas, ya que considero que es conocido por la mayoría de los españoles, pero nuestros políticos, por su cortedad de miras y su desatención por el bien de España, no llegaron a un acuerdo para formar gobierno. El PSOE, comandado por Pedro Sánchez con sus miserables apetencias, manifestó, de todas las formas posibles que pudo, que con Mariano Rajoy, es decir con el PP, no quería cuenta alguna Repitió hasta la saciedad que qué parte del no era la que no entendía Mariano. O sea toda una muestra de grandeza de espíritu y de preocupación por el bienestar de los que ponemos nuestra confianza en ellos.
Se han celebrado otras elecciones en las que el PP ha aventajado con creces a cualquiera de los otros partidos, pero no cuenta con mayoría suficiente para gobernar.
Otra vez la misma situación. Se repite el compás de espera. Posiblemente, la ilusión secreta de Pedro Sánchez fuese que, realizando otra convocatoria, superaría el PP. ¡Menudo fracaso! Ha sido el peor resultadote la historia de su partido en los más de cien años que tiene de vida.
Por ahí anda oculto, lamiéndose sus heridas, pero empecinado en no formar una gran coalición que es lo que España necesita para salir de este atolladero en el que nos encontramos, sin embargo la mezquindad de Sánchez es tal que parece ser que prefiere otras nuevas elecciones antes de llegar a una asociación con el PP.
Los demás partidos han obtenido peores beneficios que en la citación del llamamiento anterior.
A Alberto Rivera se le ha avinagrado el genio y el semblante cuando ha visto que ha sido preterido también en esta llamada. Y ahí lo tenemos empecinado en no prestar su apoyo para que se pueda medio componer un Gobierno. Ha manifestado, más de una vez, que, caso de que concurriese, no sería con Rajoy como Presidente del Ejecutivo. Pero ¡Vamos a ver!, ¿Quién se cree esta persona que es? Los votantes del PP han sido mayoría al elegir a Rajoy, ¿qué derecho tiene a despreciarlos?
Él ¿se aplicaría el mismo remedio, caso de que, por un azar, hubiese conseguido lo que el PP, y otro cabeza de partido dijese que ayudaría a gobernar siempre que no fuese con él?
El caso de Podemos no tiene parangón. Al deglutir a Izquierda Unida y constituir Unidos podemos, con la laica bendición del máximo referente de la Izquierda, Julio Anguita, esperaba adelantar por la izquierda al PSOE. El fracaso no ha podido ser más estrepitoso. El pueblo le ha dicho: “Unidos tampoco podéis”.
Julio, siempre te he considerado como un hombre con la cabeza muy bien amueblada, nos conocemos desde que cursamos Magisterio, pero jamás esperaba de ti que te unirías a un partido que quiere destrozar a España, y así os ha ido.
De los españoles habéis recibido ambos un NO tan rotundo e incontestable que Pablo no ha tenido más remedio que reconocer su riguroso fracaso, y aceptar que una cosa son las promesas de muy difícil cumplimiento y otra enfrentarse a la crítica de un pueblo que sabe que si cae bajo la férula de Podemos el desastre que sufriría sería estrepitoso.
Pablo, por lo menos has tenido la dignidad de reconocer que una cosa son las asambleas tipo universitario y otra cosa regir un país. Como tu mismo has dicho, no es lo mismo una guerra partisana (hubiese preferido de guerrillas. España es la inventora de ella) que comandar un ejercito regular en el que hay un reglamento militar que observar a rajatabla (en este caso la Constitución) que todos estamos obligados a guardar y hacer cumplir.
Pablo, recorre el camino del constitucionalismo. Acepta las reglas que todos los españoles nos hemos dado. Deja atrás el pensamiento único propio de los totalitarismos, posiblemente ganarás más y quizá algún día, Dios no lo quiera, podrá alcanzar ese cielo que tanto deseas.
Tras lo expresado ¿qué nos queda? Que posiblemente estos políticos con anteojeras, cortos de vista y de pocas entendederas, nos lleven ante otras elecciones en las que España vuelva a hacer nuevamente el ridículo, seamos el hazmerreír y el ludibrio para el resto de las naciones, porque una vez más se habrá verificado que los políticos españoles no son serios y hacen de España un país de charanga y pandereta.