Es de común acuerdo y sentir general, que, paulatinamente, la gente elige para su información otros medios diferentes del consabido y clásico diario. La prensa como instrumento de impresión con tinta las blancas hojas de papel, se hizo sinónimo de la lectura de noticias para saber “qué” pasaba por el mundo. La prensa se hizo equivalente, también, de una profesión, el periodismo donde ha habido y hay toda clase de profesionales, desde los impresentables “gacetilleros” siempre a la búsqueda de lo que sea con tal de llenar espacios con los que cobrar, hasta las más ilustres firmas de la literatura universal de los últimos cien años que dignificaron el papel periódico. Del mismo modo, la trascendente función de Director de un medio de “opinión” –que fue su auténtica justificación- ha estado y está en relación con la categoría y respeto a que se haga acreedor el medio.
El papel fue el gran protagonista, con la celulosa como materia prima, y su correspondiente deterioro del medio ambiente dada la voracidad “diaria” de bobinas y bobinas que exigen las grandes rotativas de talar bosques y bosques. Más la tecnología, al final del siglo XX, ha venido a plantear una seria crisis en ese estado de cosas. La revolución en la información, como bien se sabe, se llama Internet. Sobre sus ventajas, así como de sus inconvenientes se escribe mucho y se seguirá escribiendo porque es un medio en plena y efervescente juventud, donde todo se hace obsoleto recién estrenado, como quien dice. Más, la respuesta que quiere dar esta columna, es la de que la “prensa” llamada digital, sin papel alguno, es una necesidad del hombre actual, que, coexistiendo con esas dos presentaciones, puede elegir. Aunque tal vez, todavía, haga compatibles el uso de la una y la otra por pura inercia. Cuesta prescindir de costumbres de años… Desayunar con el periódico del día abierto, de momento, tiene mayor tirón que hacerlo frente a la pantalla abierta de un portátil, que además obliga a soltar la taza de café o la tostada, para teclear o mover el “mouse”.
Aragón Liberal es una prueba fehaciente de lo mencionado en los párrafos anteriores. Un diario joven, recién nacido, con una tecnología puntera, arrancó su presencia en la red a primeros del mes de junio (ver la ilustración de cabecera), acumulando durante ese primer mes de vida, tan sólo cerca de 22.000 visitas a sus virtuales páginas. El mes siguiente, julio, la cifra prácticamente se dobla (37.498). y. en el vacacional mes de agosto, donde toda actividad salvo la industria del ocio y turismo se viene abajo, la cifra alcanza un record en la mínima historia del periódico (57.543). Las cifras son auténticas y exactas, aportadas por la empresa “1&1” de Informática que realiza la función de “servidor” del periódico y lleva un minucioso control estadístico de todos sus movimientos. De casi no existir, en tres meses, ha pasado a ser objeto predilecto para información con más de tres mil visitas diarias a sus páginas en el momento actual.
Las preguntas que contestan de manera rotunda estas cifras son múltiples, pero todas resultantes de una principal. ¿Hacía falta, o tenía cabida Aragón Liberal –Información, Opinión y Cultura- en el panorama de la información general en español?
Complementariamente, dentro del panorama de la “prensa digital”, cada vez más valiosa y abundante, ¿había lugar para otro medio diario regional de información general? Las cifras vuelven a ser elocuentes, reforzando la vieja afirmación de que “hay gente para todos”. Aragón Liberal tiene algunos caracteres que le distinguen y singularizan, y entre los que podrían hallarse los motivos que expliquen su vertiginoso ascenso, que, en última instancia, tan sólo se debe a la aceptación lograda entre los lectores.
A efectos de comparar cómo los hábitos del lector de “papel” se conservan también al cambiar a informarse, contrastar opiniones, o disfrutar cultura, al campo digital, el gráfico adjunto es elocuente. En él se ven dos primeros picos de mayor afluencia de visitas entre las ocho y las diez de la mañana (informarse, lo primero del día), con otro más pequeño sobre las doce (el café, el receso de media mañana), Un notable descenso coincidiendo con la comida y siesta, Y finalmente, otros dos picos señalados, sobre las cinco de la tarde, y las nueve de la noche (hora en que hasta parece querer desbancar al telediario, o sea, el futuro).
Nuestro diario es un caso o y si no, a las pruebas me remito.