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Caer en la tentación de “matar al mensajero”

La rebeldía de los perdedores puede acabar hundiendo al país

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Mucho nos tememos que, en este país, algunos medios informativos todavía no hayan podido o sabido digerir el resultado electoral salido de las urnas el día 26J. El que hayan quedado decepcionados, no les haya gustado o hubieran preferido otro tipo de panorama político no les permite, a estos representantes de la prensa, a los partidos políticos que han salido trasquilados en estos comicios o a los ciudadanos que no alcanzan a entender como, lo que ellos ya daban por hecho, lo que los líderes de sus formaciones políticas preferidas cantaban como una victoria garantizada, ahora, sólo unos días después de la consulta, haya quedado desmentido por la evidencia de que, una mayoría de más de 7´5 millones de españoles, que no han querido ir voceando el sentido de su voto, sus preferencias, su preocupación por la delicada situación del país; hayan querido respaldar lo más sensato, lo mejor para el país, lo que nos puede acercar a las políticas europeas y lo que nos puede librar de ser pasto del incendio destructivo que nos ha traído este comunismo bolivarianos, apoyado y financiado desde Venezuela por el dictador de dictadores, el señor Maduro.

El chasco, el mal perder, la decepción y el reconcomio por la derrota de sus partidos políticos o formaciones preferidos, les han impulsado, en ocasiones, a caer en la tentación de “matar al mensajero”, cargar las tintas de su despecho sobre aquellos que tuvieron la “osadía” de pensar de modo distinto a ellos y que se “atrevieron” a opinar, en los medios de comunicación, de forma distinta a lo que, desde las direcciones, se consideraba políticamente correcto. No obstante, cuando la evidencia se muestra en todo su esplendor, y las papeletas escrutadas han dictado el veredicto, por muchos que se intente desvirtuar la realidad, que se empeñen en buscarles explicaciones o justificaciones a los resultados adversos, al fin, señores, lo que se evidencia es que, la voluntad de las mayorías, a veces no se decanta hacia los que más gritan, los que más insultan o intentan desacreditar a sus oponentes, los que más se desgañitan ofreciendo imaginarios mundos utópicos o los que más han intentado tirar inmundicias sobre el partido ganador; porque el ciudadano sabe perfectamente lo que le conviene en cada momento, en quien puede confiar y a quien es mejor apartar, quien ofrece sensatez y quien se pierde en represalias, rencores, odios y revanchas, sin tener en cuenta que, lo que la mayoría de ciudadanos desea, es vivir en paz, tener trabajo, mantener un nivel de vida razonable y, sobre todo, libertad y seguridad para poder hacer lo que quiera, pasear por donde le de la gana con seguridad y sin el temor a que, unos insensatos y vándalos, le atropellen, le puedan herir o puedan perjudicar a su familia o amigos.

Sin embargo, hay quienes confunden sus derechos, quienes se alarman por los errores de sus oponentes, sin que sepan analizar primero si están en condiciones de mostrarse ofendidos, pueden criticar las conductas ajenas o se hallan en situación de dar ejemplo de buena conducta, de moral, de ética o de cumplir las leyes del Estado. Y en este contexto, tenemos a los representantes de la menguante CDC que, después de haber sido superada en votos por la señora Colau y por la ERC del señor Junqueras, irritados por la decisión del juez Abril, del TSJC, de recomendar el enjuiciamiento del señor Artur Mas y las señoras Ana Ortega e Irene Rigau; ahora intentan atribuir la actuación del tribunal a una cuestión meramente de tipo político contra los catalanes, por sus aspiraciones independentistas; quejándose de las famosas e ilegales escuchas hechas al ministro del Interior, como si la conversación del ministro con el señor Alonso, de la Comisión Antifraude de Cataluña, hubiera tenido otra intención que la de impedir que, en Cataluña, se continuase profundizando en el intento de incumplir la Constitución conspirando y maquinando para promover la secesión de la autonomía catalana de España.

Y sería muy conveniente que, llegados a este punto, los fiscales comenzaran a tomar nota de las palabras del señor Puigdemont, en las que se quejaba duramente del trato a los encausados por el TSJC, insistiendo que era un montaje pergeñado por el Gobierno, cuando es evidente que Madrid no tiene nada que ver en estos hechos y que, las imputaciones se deben a que, el Gobern catalán, como figura en las pruebas acusatorias que obran en poder de la fiscalía, fue el que facilitó la consulta ilegal del 9N, quien contribuyó y financió toda la intendencia de la votación y que, en dicha consulta, se invirtieron dineros públicos en lo que se puede considerar una malversación de caudales públicos aunque, de momento y a la espera de conseguir más pruebas, sólo se acusa a los investigados, de prevaricación y desobediencia a las resoluciones del TC español.

Resulta hilarante y demostrativo de hasta donde puede llegar la estupidez de las personas el que, el señor Puidemont, flamante presidente de la Generalitat, se presente como el ofendido, se atribuya el haber sido agraviado injustamente, y se declare como perjudicado cuando la realidad es que, él mismo y el Parlamento de Cataluña, han venido repitiendo hasta la saciedad el estar trabajando para la separación de Cataluña de España. Y todo ello a pesar del rechazo del Parlamento español, las advertencias repetidas del TC, avisándoles de la ilegalidad del camino emprendido y condenando la declaración de la presidenta del Parlamento catalán, señora Forcadell, en la que de dejaba constancia de la intención de dicha institución de desobedecer al Gobierno español, a sus leyes y al propio TC, en todo cuanto considerasen que perjudicaba su camino hacia la independencia. De hecho, el señor Puigdemont, en su hipócrita queja en contra de la actuación del Gobierno español, ha manifestado que “vista la forma en la que les trataba el Gobierno, procedía activar la declaración de la independencia del pueblo catalán.

Sólo podemos atribuir la pasividad del Ejecutivo, ante tales desplantes y reiteración del anuncio de la intención de cometer un delito de secesión, aparte del de prevaricación reiterada, a la situación de interinidad en la que está instalado el Gobierno de la nación aunque, no vemos que, en este caso, exista impedimento alguno para que, los fiscales, empezando por el Fiscal General del Estado, inicien las actuaciones pertinentes encaminadas a iniciar un expediente en contra de dicho señor, que no tiene empacho en declarar estar trabajando en la preparación de un delito de los que podríamos considerar como de Lesa majestad.

Y no quisiera terminar este comentario sin referirme a un fenómeno inexplicable en un país democrático, perteneciente a la comunidad europea; donde las elecciones se desarrollan dentro de la más estricta legalidad, con todos los controles que garantizan su limpieza y todas las garantías de que los votos escrutados son los mismos que los votantes introdujeron en las urnas. Unas elecciones supervisadas por representantes de todos los partidos implicados y cuyo desarrollo se produjo dentro del más estricto cumplimiento de la actual ley Electoral. Sin embargo, en las redes sociales han sido muchos los que han insultado al partido vencedor, los que no se sienten concernidos por los resultados computados, los que han hecho casus belli del hecho irrefutable de que, el señor Rajoy, ha sido confirmado como la persona en la que más gente ha depositado su confianza y que, por el contrario, toda la parafernalia de la izquierda extrema y de los comunistas bolivarianos, ha queda en una situación desairada sin conseguir dar el famoso paso adelante que estuvieron anunciando durante todo el periodo electoral. Aquí se demuestra el poco sentido democrático de estos partidos, hijos del comunismo soviético, que sólo hacen referencia a la democracia cuando les beneficia pero, en el caso contrario, la desprecian y utilizan los procedimientos habituales de crear problemas callejeros y destrozos, algo que con unos cuantos cientos de personas, especialmente entrenadas para ello, es fácil de conseguir.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, consideramos altamente preocupante, máxime teniendo en cuenta que son los propios partidos que han perdido los comicios los que dan evidentes señales de no acatar la voluntad del pueblo español, empeñándose, tozudamente, en mantenerse rebeldes, intratables e irreductibles a la hora de preocuparse por el bien de España; una nación que no está en condiciones de afrontar unas terceras elecciones por la incuria y el fanatismo de unos pocos aferrados a su puesto de dirigentes irresponsables.

La rebeldía de los perdedores puede acabar hundiendo al país

Caer en la tentación de “matar al mensajero”
Miguel Massanet
viernes, 1 de julio de 2016, 01:08 h (CET)
Mucho nos tememos que, en este país, algunos medios informativos todavía no hayan podido o sabido digerir el resultado electoral salido de las urnas el día 26J. El que hayan quedado decepcionados, no les haya gustado o hubieran preferido otro tipo de panorama político no les permite, a estos representantes de la prensa, a los partidos políticos que han salido trasquilados en estos comicios o a los ciudadanos que no alcanzan a entender como, lo que ellos ya daban por hecho, lo que los líderes de sus formaciones políticas preferidas cantaban como una victoria garantizada, ahora, sólo unos días después de la consulta, haya quedado desmentido por la evidencia de que, una mayoría de más de 7´5 millones de españoles, que no han querido ir voceando el sentido de su voto, sus preferencias, su preocupación por la delicada situación del país; hayan querido respaldar lo más sensato, lo mejor para el país, lo que nos puede acercar a las políticas europeas y lo que nos puede librar de ser pasto del incendio destructivo que nos ha traído este comunismo bolivarianos, apoyado y financiado desde Venezuela por el dictador de dictadores, el señor Maduro.

El chasco, el mal perder, la decepción y el reconcomio por la derrota de sus partidos políticos o formaciones preferidos, les han impulsado, en ocasiones, a caer en la tentación de “matar al mensajero”, cargar las tintas de su despecho sobre aquellos que tuvieron la “osadía” de pensar de modo distinto a ellos y que se “atrevieron” a opinar, en los medios de comunicación, de forma distinta a lo que, desde las direcciones, se consideraba políticamente correcto. No obstante, cuando la evidencia se muestra en todo su esplendor, y las papeletas escrutadas han dictado el veredicto, por muchos que se intente desvirtuar la realidad, que se empeñen en buscarles explicaciones o justificaciones a los resultados adversos, al fin, señores, lo que se evidencia es que, la voluntad de las mayorías, a veces no se decanta hacia los que más gritan, los que más insultan o intentan desacreditar a sus oponentes, los que más se desgañitan ofreciendo imaginarios mundos utópicos o los que más han intentado tirar inmundicias sobre el partido ganador; porque el ciudadano sabe perfectamente lo que le conviene en cada momento, en quien puede confiar y a quien es mejor apartar, quien ofrece sensatez y quien se pierde en represalias, rencores, odios y revanchas, sin tener en cuenta que, lo que la mayoría de ciudadanos desea, es vivir en paz, tener trabajo, mantener un nivel de vida razonable y, sobre todo, libertad y seguridad para poder hacer lo que quiera, pasear por donde le de la gana con seguridad y sin el temor a que, unos insensatos y vándalos, le atropellen, le puedan herir o puedan perjudicar a su familia o amigos.

Sin embargo, hay quienes confunden sus derechos, quienes se alarman por los errores de sus oponentes, sin que sepan analizar primero si están en condiciones de mostrarse ofendidos, pueden criticar las conductas ajenas o se hallan en situación de dar ejemplo de buena conducta, de moral, de ética o de cumplir las leyes del Estado. Y en este contexto, tenemos a los representantes de la menguante CDC que, después de haber sido superada en votos por la señora Colau y por la ERC del señor Junqueras, irritados por la decisión del juez Abril, del TSJC, de recomendar el enjuiciamiento del señor Artur Mas y las señoras Ana Ortega e Irene Rigau; ahora intentan atribuir la actuación del tribunal a una cuestión meramente de tipo político contra los catalanes, por sus aspiraciones independentistas; quejándose de las famosas e ilegales escuchas hechas al ministro del Interior, como si la conversación del ministro con el señor Alonso, de la Comisión Antifraude de Cataluña, hubiera tenido otra intención que la de impedir que, en Cataluña, se continuase profundizando en el intento de incumplir la Constitución conspirando y maquinando para promover la secesión de la autonomía catalana de España.

Y sería muy conveniente que, llegados a este punto, los fiscales comenzaran a tomar nota de las palabras del señor Puigdemont, en las que se quejaba duramente del trato a los encausados por el TSJC, insistiendo que era un montaje pergeñado por el Gobierno, cuando es evidente que Madrid no tiene nada que ver en estos hechos y que, las imputaciones se deben a que, el Gobern catalán, como figura en las pruebas acusatorias que obran en poder de la fiscalía, fue el que facilitó la consulta ilegal del 9N, quien contribuyó y financió toda la intendencia de la votación y que, en dicha consulta, se invirtieron dineros públicos en lo que se puede considerar una malversación de caudales públicos aunque, de momento y a la espera de conseguir más pruebas, sólo se acusa a los investigados, de prevaricación y desobediencia a las resoluciones del TC español.

Resulta hilarante y demostrativo de hasta donde puede llegar la estupidez de las personas el que, el señor Puidemont, flamante presidente de la Generalitat, se presente como el ofendido, se atribuya el haber sido agraviado injustamente, y se declare como perjudicado cuando la realidad es que, él mismo y el Parlamento de Cataluña, han venido repitiendo hasta la saciedad el estar trabajando para la separación de Cataluña de España. Y todo ello a pesar del rechazo del Parlamento español, las advertencias repetidas del TC, avisándoles de la ilegalidad del camino emprendido y condenando la declaración de la presidenta del Parlamento catalán, señora Forcadell, en la que de dejaba constancia de la intención de dicha institución de desobedecer al Gobierno español, a sus leyes y al propio TC, en todo cuanto considerasen que perjudicaba su camino hacia la independencia. De hecho, el señor Puigdemont, en su hipócrita queja en contra de la actuación del Gobierno español, ha manifestado que “vista la forma en la que les trataba el Gobierno, procedía activar la declaración de la independencia del pueblo catalán.

Sólo podemos atribuir la pasividad del Ejecutivo, ante tales desplantes y reiteración del anuncio de la intención de cometer un delito de secesión, aparte del de prevaricación reiterada, a la situación de interinidad en la que está instalado el Gobierno de la nación aunque, no vemos que, en este caso, exista impedimento alguno para que, los fiscales, empezando por el Fiscal General del Estado, inicien las actuaciones pertinentes encaminadas a iniciar un expediente en contra de dicho señor, que no tiene empacho en declarar estar trabajando en la preparación de un delito de los que podríamos considerar como de Lesa majestad.

Y no quisiera terminar este comentario sin referirme a un fenómeno inexplicable en un país democrático, perteneciente a la comunidad europea; donde las elecciones se desarrollan dentro de la más estricta legalidad, con todos los controles que garantizan su limpieza y todas las garantías de que los votos escrutados son los mismos que los votantes introdujeron en las urnas. Unas elecciones supervisadas por representantes de todos los partidos implicados y cuyo desarrollo se produjo dentro del más estricto cumplimiento de la actual ley Electoral. Sin embargo, en las redes sociales han sido muchos los que han insultado al partido vencedor, los que no se sienten concernidos por los resultados computados, los que han hecho casus belli del hecho irrefutable de que, el señor Rajoy, ha sido confirmado como la persona en la que más gente ha depositado su confianza y que, por el contrario, toda la parafernalia de la izquierda extrema y de los comunistas bolivarianos, ha queda en una situación desairada sin conseguir dar el famoso paso adelante que estuvieron anunciando durante todo el periodo electoral. Aquí se demuestra el poco sentido democrático de estos partidos, hijos del comunismo soviético, que sólo hacen referencia a la democracia cuando les beneficia pero, en el caso contrario, la desprecian y utilizan los procedimientos habituales de crear problemas callejeros y destrozos, algo que con unos cuantos cientos de personas, especialmente entrenadas para ello, es fácil de conseguir.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, consideramos altamente preocupante, máxime teniendo en cuenta que son los propios partidos que han perdido los comicios los que dan evidentes señales de no acatar la voluntad del pueblo español, empeñándose, tozudamente, en mantenerse rebeldes, intratables e irreductibles a la hora de preocuparse por el bien de España; una nación que no está en condiciones de afrontar unas terceras elecciones por la incuria y el fanatismo de unos pocos aferrados a su puesto de dirigentes irresponsables.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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