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Sor Paso y sus compañeras novicias no han superado las pruebas y no serán admitidas a la profesión solemne

Pitufos azules y novicias de prostíbulo

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El 26 de Junio, día de las elecciones, recibí la foto de una neófita votante, vi los pitufos que había en la pared del aula en que estaba la Mesa Electoral y me pareció oportuno utilizarlos en el artículo que escribí ese día para poner en valor las ofertas de algunos partidos ante el hecho electoral.

Para acompañar al texto del artículo, algún compositor-ilustrador añadió una fotografía sevillana con la faz doble de una monja, “Sor Paso”, madre de la izquierda, a la que le habían puesto la cara y la barba de Pablo Iglesias y relacionaban con el Apocalipsis.

A la hora de escribir, no tuve en cuenta la ilustración que no conocía. Sólo entendí que los pitufos, muñecos azules entrañables, eran útiles como símbolos y atisbé que había un doble sentido que podía percibirse: El color azul del Partido Popular. Y otro distinto, que no definí y que me impactó muy crudo por la expresión límite y exagerada de uno de los lectores del artículo. Éste entendía que los pitufos de la Pared del 26-J, a los que yo me refería, representaban a «los que viven de ilusiones como tontos de los coj...»; y así me lo hizo llegar.

Por los “por si acaso”, una vez publicado, me fui al diccionario en busca de monjas y pitufos. Visto el significado de monja, dejé a las reverendas y me dediqué a rastrear pitufos. Pero no hay ninguno. Lo mismo ocurre con los verbos “pitufear” o “pitufar”. En su defecto, en la web hay algunas referencias: «Pitufar” se basa en la caricatura famosa del belga Peyo, de título original “smurfs” y en Español “los pitufos” con la significación de “funcionar”». «Verbo único que se puede utilizar en sustitución de cualquier cosa, es mágico, es pitufante, por así decirlo».

También en internet, encontré las que se anunciaban como «Algunas Reglas muy simples para el estudio del pitufo», publicadas en el nº 1.732 de la revista ‘Spirou’ y extraidas del texto ‘Le Schtroumpf sans effort’ hecho por el belga Peyo; y «Algunas particularidades de la lengua pitufa», que resultaron divertidas en sus Locuciones exclamativas (Sapristipitufa, Pitufón...) y afectivas (pitufita, mi conejito pitufo...)

Pero, a pesar de la preparación alegre que supuso la incursión por el “orbe pitufo” y sus símbolos, en la mañana del día de San Pedro y San Pablo me llegó un comentario al artículo que me pareció desconcertante:

«S.S. el Papa Mariano el Largo (algunos aventuraron que sería Mariano el corto) lleva la tiara soldada con su augusta calavera...Sor Paso y sus compañeras novicias no han superado las pruebas y no serán admitidas a la profesión solemne; el Papa ha decidido enviarlas de vuelta a los prostíbulos de Trastevere... lo de nuestro país parece que no tiene cura...Eso sí, con el humor nos defendemos bastante bien. Visto lo visto, tenemos Mariano y corrupción para rato. De entrada, creo que habrá una amnistía general, dicho de otra manera, año de la misericordia para todos los delitos de corrupción».

El autor del comentario tomaba a Rajoy por cabeza visible de un papado político nacional en el que existen las figuras que representan los pitufos sin ocuparse de su entidad o competencia. También de la misericordia con la corrupción y una amnistía que intuía próxima y general. Pero precisaba algo que puede resultar un ultraje si, como parece, se equiparan profesiones tan singulares como la conocida como “más vieja del mundo” y la acción política.

No es éste momento de decantarse por cuál de las dos profesiones es la afrentada. Sí parece oportuno, no obstante, reparar en lo que en el mundo alegórico pudiera representar algo concreto en relación con lo que representan los pitufos, que no estaba en el artículo que suscita el comentario: Los prostíbulos de Trastevere.

Sabido qué es un prostíbulo y respetada la actividad y profesión de quienes en él trabajan y dan trabajo, no parece ocioso detenerse en que “trastevere” es lo que hay “tras el Tíber”, o detrás de un río: el río romano por el que navegan los barcos que iluminan las aguas negras que bordean Roma.

Un río, o, en el mundo alegórico, corriente no de agua sino de un fluido distinto, acaso oscuro, al que, según el comentarista, han de volver Sor Paso y las compañeras novicias que no han superado las pruebas y no serán admitidas en el ejercicio de una profesión que no especifica pero que no es otra que la actividad política.

Por precaución y afecto a todos los votantes, también respeto, sea justo o no, es absolutamente necesario separar los dos mundos que han intervenido en esta alegoría: El mundo político nacional en el que se mueven y actúan los políticos que hoy celebran onomástica (Pedro y Pablo) y el resto (Rajoy, Albert y el resto). Y el mundo de los pitufos que creó el belga.

Como compensación, y no corolario, el consuelo que ofrece el autor del comentario: Humor, con el que nos defenderemos bastante bien en un año de misericordia.

Pitufos azules y novicias de prostíbulo

Sor Paso y sus compañeras novicias no han superado las pruebas y no serán admitidas a la profesión solemne
José Luis Heras Celemín
jueves, 30 de junio de 2016, 08:22 h (CET)
El 26 de Junio, día de las elecciones, recibí la foto de una neófita votante, vi los pitufos que había en la pared del aula en que estaba la Mesa Electoral y me pareció oportuno utilizarlos en el artículo que escribí ese día para poner en valor las ofertas de algunos partidos ante el hecho electoral.

Para acompañar al texto del artículo, algún compositor-ilustrador añadió una fotografía sevillana con la faz doble de una monja, “Sor Paso”, madre de la izquierda, a la que le habían puesto la cara y la barba de Pablo Iglesias y relacionaban con el Apocalipsis.

A la hora de escribir, no tuve en cuenta la ilustración que no conocía. Sólo entendí que los pitufos, muñecos azules entrañables, eran útiles como símbolos y atisbé que había un doble sentido que podía percibirse: El color azul del Partido Popular. Y otro distinto, que no definí y que me impactó muy crudo por la expresión límite y exagerada de uno de los lectores del artículo. Éste entendía que los pitufos de la Pared del 26-J, a los que yo me refería, representaban a «los que viven de ilusiones como tontos de los coj...»; y así me lo hizo llegar.

Por los “por si acaso”, una vez publicado, me fui al diccionario en busca de monjas y pitufos. Visto el significado de monja, dejé a las reverendas y me dediqué a rastrear pitufos. Pero no hay ninguno. Lo mismo ocurre con los verbos “pitufear” o “pitufar”. En su defecto, en la web hay algunas referencias: «Pitufar” se basa en la caricatura famosa del belga Peyo, de título original “smurfs” y en Español “los pitufos” con la significación de “funcionar”». «Verbo único que se puede utilizar en sustitución de cualquier cosa, es mágico, es pitufante, por así decirlo».

También en internet, encontré las que se anunciaban como «Algunas Reglas muy simples para el estudio del pitufo», publicadas en el nº 1.732 de la revista ‘Spirou’ y extraidas del texto ‘Le Schtroumpf sans effort’ hecho por el belga Peyo; y «Algunas particularidades de la lengua pitufa», que resultaron divertidas en sus Locuciones exclamativas (Sapristipitufa, Pitufón...) y afectivas (pitufita, mi conejito pitufo...)

Pero, a pesar de la preparación alegre que supuso la incursión por el “orbe pitufo” y sus símbolos, en la mañana del día de San Pedro y San Pablo me llegó un comentario al artículo que me pareció desconcertante:

«S.S. el Papa Mariano el Largo (algunos aventuraron que sería Mariano el corto) lleva la tiara soldada con su augusta calavera...Sor Paso y sus compañeras novicias no han superado las pruebas y no serán admitidas a la profesión solemne; el Papa ha decidido enviarlas de vuelta a los prostíbulos de Trastevere... lo de nuestro país parece que no tiene cura...Eso sí, con el humor nos defendemos bastante bien. Visto lo visto, tenemos Mariano y corrupción para rato. De entrada, creo que habrá una amnistía general, dicho de otra manera, año de la misericordia para todos los delitos de corrupción».

El autor del comentario tomaba a Rajoy por cabeza visible de un papado político nacional en el que existen las figuras que representan los pitufos sin ocuparse de su entidad o competencia. También de la misericordia con la corrupción y una amnistía que intuía próxima y general. Pero precisaba algo que puede resultar un ultraje si, como parece, se equiparan profesiones tan singulares como la conocida como “más vieja del mundo” y la acción política.

No es éste momento de decantarse por cuál de las dos profesiones es la afrentada. Sí parece oportuno, no obstante, reparar en lo que en el mundo alegórico pudiera representar algo concreto en relación con lo que representan los pitufos, que no estaba en el artículo que suscita el comentario: Los prostíbulos de Trastevere.

Sabido qué es un prostíbulo y respetada la actividad y profesión de quienes en él trabajan y dan trabajo, no parece ocioso detenerse en que “trastevere” es lo que hay “tras el Tíber”, o detrás de un río: el río romano por el que navegan los barcos que iluminan las aguas negras que bordean Roma.

Un río, o, en el mundo alegórico, corriente no de agua sino de un fluido distinto, acaso oscuro, al que, según el comentarista, han de volver Sor Paso y las compañeras novicias que no han superado las pruebas y no serán admitidas en el ejercicio de una profesión que no especifica pero que no es otra que la actividad política.

Por precaución y afecto a todos los votantes, también respeto, sea justo o no, es absolutamente necesario separar los dos mundos que han intervenido en esta alegoría: El mundo político nacional en el que se mueven y actúan los políticos que hoy celebran onomástica (Pedro y Pablo) y el resto (Rajoy, Albert y el resto). Y el mundo de los pitufos que creó el belga.

Como compensación, y no corolario, el consuelo que ofrece el autor del comentario: Humor, con el que nos defenderemos bastante bien en un año de misericordia.

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