Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | The Washington Post Writers Group
Jim Hoagland

Cuando la confianza no refrenda

|

Muammar Gaddafi se inclinó sobre el sofá y me sorprendió con la pregunta que planteó, entornando los ojos como si buscara la reacción en mi rictus: "¿Por qué bebe usted veneno?"

Supe ver a dónde quería llegar el dictador libio, pero le pedí que se explicara. Nos acabábamos de enzarzar en una confrontación verbal en el curso de una rueda de prensa a cuenta del terrorismo y él había solicitado reunirse conmigo en privado - puede que, pensé, para enunciar mejor su postura, o simplemente para detenerme. "El alcohol", dijo a través del intérprete. "Los de Occidente os envenenáis con alcohol. Estáis locos".

Esa entrevista de 1973 celebrada en Trípoli y una conversación aún más insidiosa con Gaddafi mantenida 14 años más tarde me acostumbraron a no sorprenderme nunca ante nada de lo que haga. Y nadie - empezando por los funcionarios escoceses y británicos que intentan zafarse como buenamente pueden de un acto verdaderamente censurable - debería haberse sorprendido ante el recibimiento de héroe dispensado por Gaddafi a Abdel Basset Alí al-Megrahi, un agente del servicio libio de Inteligencia condenado por el antentado del vuelo 103 de la Pan Am en 1988.

La fanfarria de Trípoli en honor a Megrahi, liberado de un penal escocés por "razones humanitarias", no es sólo algo muy propio de Gaddafi. También le conviene mucho.

Gaddafi necesitaba agasajar en primer plano a Megrahi para continuar afirmando que su régimen no tiene ninguna conexión con la tragedia de Lockerbie - a pesar de las pruebas de lo contrario. Megrahi había de ser recompensado públicamente por soportar la injusta persecución denunciada en la versión de Gaddafi de los hechos. Sin sorpresas ni inventos de última hora, el recibimiento era el objetivo esencial del que Gadafi no dejó ningún fleco sin rematar.

Los funcionarios estadounidenses tendrán ahora que hacerse cargo no sólo del control de los repugnantes daños causados por la liberación de Megrahi sino además de los planes de Gaddafi de visitar Nueva York el mes que viene para dirigirse a las Naciones Unidas. Deben tener presente que Gadafi está loco, pero loco como un obseso que no da puntada sin hilo.

Se ha hecho por desgracia demasiado tarde para hacer justicia por las 270 víctimas del atentado de Lockerbie. Permitir que Gaddafi saliera de rositas de la difícil situación es un apartado implícito del eximente de culpabilidad que negociaron con el líder libio en el año 2003 George W. Bush y Tony Blair para conseguir que Trípoli pusiera fin a sus programas nucleares y químicos y que ayudara a desmantelar las redes terroristas que había financiado previamente.

Pero no es demasiado tarde para aplicar las lecciones aprendidas en ese acuerdo de conciliación a la determinación del Presidente Obama por llegar a un acuerdo bastante similar con Irán. Al igual que Gadafi, Mahmoud Ahmadinejad y sus seguidores tienen una meta que puede que nunca abandonen, incluso si debe permanecer envuelta en el silencio oficial y en sus promesas de cambio en otros aspectos.

Los iraníes viven en una cultura de negociación, de forma muy similar a lo mucho que los estadounidenses veneran el espíritu de iniciativa o que los franceses valoran el estilo o la elegancia. El acto de negociar, para los iraníes, es un refinado arte y el marco definitivo de toda interacción humana. Llegar a un claro resultado rápido basado en el compromiso es grosero y cosa de aficionados, por no decir antipatriótico.

Me acordé de esto recientemente a raíz de la película magistralmente minimalista de Abbás Kiarostami "El sabor del pastel", disponible en DVD. Al igual que la obra de muchos cineastas destacados, el cine de Kiarostami triunfa porque utiliza como eje el carácter nacional. La trama:

Un hombre trata de persuadir a extranjeros de que le ayuden a suicidarse (por razones no reveladas) a cambio de dinero. La película se convierte en una ardua negociación continua entre muchos actores, durante la que los pros y los contras de cada acción concebible se debaten, sopesan y reformulan. Y al final, nadie tiene claro exactamente lo que ha sucedido.

Hasta la lucha de poderes que se escenifica en Irán hoy ha adoptado muchos matices de negociación entre gobernantes y disidentes. Elecciones robadas, protestas, juicios estalinistas de cara a la opinión pública y sobrecogedores abusos de los derechos humanos han dado paso a un diálogo nacional en torno a las desfasadas instituciones de la república islámica - la oficina del Guía Supremo en particular, ocupada por el Ayatolá Alí Jamenei.

Así que los iraníes se sentirán cómodos con las elaboradas negociaciones entabladas que tendrán que involucrar a Estados Unidos, Israel, Rusia, las potencias europeas y China destinadas a poner fin a los actuales programas nucleares y balísticos que tiene Teherán. Pero en último término, al margen de lo que parezca que ha prometido el régimen, tendrá que ser capaz de anunciar a su pueblo que Irán no ha abandonado el instrumento que le garantiza un puesto permanente a la principal mesa de negociación - la capacidad de fabricar la bomba atómica.

Esa es la versión de Teherán del recibimiento dispensado a Megrahi, al margen de lo que diga el resto del convenio de admisión del delito.Tal convenido puede resultar conveniente para Obama, y para Estados Unidos, teniendo encuenta las alternativas. Pero él, y nosotros, no debemos engañarnos con el resultado último que persigue Teherán.

Cuando la confianza no refrenda

Jim Hoagland
Jim Hoagland
domingo, 30 de agosto de 2009, 06:09 h (CET)
Muammar Gaddafi se inclinó sobre el sofá y me sorprendió con la pregunta que planteó, entornando los ojos como si buscara la reacción en mi rictus: "¿Por qué bebe usted veneno?"

Supe ver a dónde quería llegar el dictador libio, pero le pedí que se explicara. Nos acabábamos de enzarzar en una confrontación verbal en el curso de una rueda de prensa a cuenta del terrorismo y él había solicitado reunirse conmigo en privado - puede que, pensé, para enunciar mejor su postura, o simplemente para detenerme. "El alcohol", dijo a través del intérprete. "Los de Occidente os envenenáis con alcohol. Estáis locos".

Esa entrevista de 1973 celebrada en Trípoli y una conversación aún más insidiosa con Gaddafi mantenida 14 años más tarde me acostumbraron a no sorprenderme nunca ante nada de lo que haga. Y nadie - empezando por los funcionarios escoceses y británicos que intentan zafarse como buenamente pueden de un acto verdaderamente censurable - debería haberse sorprendido ante el recibimiento de héroe dispensado por Gaddafi a Abdel Basset Alí al-Megrahi, un agente del servicio libio de Inteligencia condenado por el antentado del vuelo 103 de la Pan Am en 1988.

La fanfarria de Trípoli en honor a Megrahi, liberado de un penal escocés por "razones humanitarias", no es sólo algo muy propio de Gaddafi. También le conviene mucho.

Gaddafi necesitaba agasajar en primer plano a Megrahi para continuar afirmando que su régimen no tiene ninguna conexión con la tragedia de Lockerbie - a pesar de las pruebas de lo contrario. Megrahi había de ser recompensado públicamente por soportar la injusta persecución denunciada en la versión de Gaddafi de los hechos. Sin sorpresas ni inventos de última hora, el recibimiento era el objetivo esencial del que Gadafi no dejó ningún fleco sin rematar.

Los funcionarios estadounidenses tendrán ahora que hacerse cargo no sólo del control de los repugnantes daños causados por la liberación de Megrahi sino además de los planes de Gaddafi de visitar Nueva York el mes que viene para dirigirse a las Naciones Unidas. Deben tener presente que Gadafi está loco, pero loco como un obseso que no da puntada sin hilo.

Se ha hecho por desgracia demasiado tarde para hacer justicia por las 270 víctimas del atentado de Lockerbie. Permitir que Gaddafi saliera de rositas de la difícil situación es un apartado implícito del eximente de culpabilidad que negociaron con el líder libio en el año 2003 George W. Bush y Tony Blair para conseguir que Trípoli pusiera fin a sus programas nucleares y químicos y que ayudara a desmantelar las redes terroristas que había financiado previamente.

Pero no es demasiado tarde para aplicar las lecciones aprendidas en ese acuerdo de conciliación a la determinación del Presidente Obama por llegar a un acuerdo bastante similar con Irán. Al igual que Gadafi, Mahmoud Ahmadinejad y sus seguidores tienen una meta que puede que nunca abandonen, incluso si debe permanecer envuelta en el silencio oficial y en sus promesas de cambio en otros aspectos.

Los iraníes viven en una cultura de negociación, de forma muy similar a lo mucho que los estadounidenses veneran el espíritu de iniciativa o que los franceses valoran el estilo o la elegancia. El acto de negociar, para los iraníes, es un refinado arte y el marco definitivo de toda interacción humana. Llegar a un claro resultado rápido basado en el compromiso es grosero y cosa de aficionados, por no decir antipatriótico.

Me acordé de esto recientemente a raíz de la película magistralmente minimalista de Abbás Kiarostami "El sabor del pastel", disponible en DVD. Al igual que la obra de muchos cineastas destacados, el cine de Kiarostami triunfa porque utiliza como eje el carácter nacional. La trama:

Un hombre trata de persuadir a extranjeros de que le ayuden a suicidarse (por razones no reveladas) a cambio de dinero. La película se convierte en una ardua negociación continua entre muchos actores, durante la que los pros y los contras de cada acción concebible se debaten, sopesan y reformulan. Y al final, nadie tiene claro exactamente lo que ha sucedido.

Hasta la lucha de poderes que se escenifica en Irán hoy ha adoptado muchos matices de negociación entre gobernantes y disidentes. Elecciones robadas, protestas, juicios estalinistas de cara a la opinión pública y sobrecogedores abusos de los derechos humanos han dado paso a un diálogo nacional en torno a las desfasadas instituciones de la república islámica - la oficina del Guía Supremo en particular, ocupada por el Ayatolá Alí Jamenei.

Así que los iraníes se sentirán cómodos con las elaboradas negociaciones entabladas que tendrán que involucrar a Estados Unidos, Israel, Rusia, las potencias europeas y China destinadas a poner fin a los actuales programas nucleares y balísticos que tiene Teherán. Pero en último término, al margen de lo que parezca que ha prometido el régimen, tendrá que ser capaz de anunciar a su pueblo que Irán no ha abandonado el instrumento que le garantiza un puesto permanente a la principal mesa de negociación - la capacidad de fabricar la bomba atómica.

Esa es la versión de Teherán del recibimiento dispensado a Megrahi, al margen de lo que diga el resto del convenio de admisión del delito.Tal convenido puede resultar conveniente para Obama, y para Estados Unidos, teniendo encuenta las alternativas. Pero él, y nosotros, no debemos engañarnos con el resultado último que persigue Teherán.

Noticias relacionadas

La libertad de expresión es un derecho fundamental que abarca las libertades de opinión, información y prensa, es esencial para ejercer otros derechos humanos y participar activamente en una sociedad libre y democrática, pero lo mismo en España que toda Europa, este derecho se enfrenta a desafíos y tensiones debido a la censura y a las restricciones.

Tras conocer por la prensa que un juzgado ha abierto diligencias de investigación por una denuncia contra su esposa, el presidente del Gobierno ha publicado una carta abierta dirigida a la ciudadanía en el antiguo Twitter, en la que afirma que: "Vive con impotencia el fango que se esparce sobre su mujer", y se pregunta si debe continuar o renunciar, motivo por el cual cancela su agenda, y se da de plazo hasta el próximo lunes, para meditar su futuro.

Pedro Sánchez habría dado por amortizada la actual legislatura y, con un golpe de efecto, anunciará presumiblemente el 29 de abril el adelanto de las Elecciones Generales para el próximo otoño, con la esperanza de renacer cual Ave Fénix y obtener unos resultados que le permitan conformar un Gobierno en solitario tras fagocitar los restos del naufragio de la efímera candidatura unitaria de izquierdas Sumar y con apoyos externos de los grupos nacionalistas periféricos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto