Una de las alternativas más divertidas de la presente campaña presidencial norteamericana, lo constituye el curioso hecho de que muchos analistas encuentren similitud entre el candidato republicano Donald Trump y el legendario líder político del estado de Louisiana, Huey Pierce Long.
El nombre de Huey Long es recordado en Asunción, capital de Paraguay, por una calle en el barrio de centros comerciales de la clase alta, aunque la mayoría de los paraguayos siga ignorando el porqué. El Senador Long es recordado por sus sensacionales discursos en mayo y junio de 1934, donde desnudaba vínculos entre empresas petroleras y los amos de las finanzas de Wall Street y la guerra del Chaco (1932-1935) entre Paraguay y Bolivia.
En sus discursos denunciaba que la empresa Standard Oil había incendiado el continente desde Estados Unidos al Chaco paraguayo, y que la Liga de las Naciones promovía un embargo de armas y declaraba agresor al Paraguay para cumplir con un mandato de los Rockefeller.
Esas acusaciones eran extrañas en 1934, pero si se repitiera una guerra en Sudamérica nadie dudaría de ellas hoy en día.
A pesar de este gran protagonismo histórico, Long sigue siendo un desconocido para la historia paraguaya que se enseña en las escuelas, colegios y universidades, sobre todo porque el establishment aborrece sus críticas a las grandes empresas y política exterior norteamericana, terreno en el que las dictaduras neo nazis que asolaron al país nunca han deseado profundizar.
De todas maneras, el Senador Long ha vuelto a la palestra de los medios masivos de la mano de Donald Trump, cuyo parecido con la caracterización que hizo Sean Penn en “Todos los hombres del Rey” es innegable.
El político de Louisiana sirvió de inspiración a Warren para componer su personaje Willie Stark, un demagogo populista que maniobra en la política con un pensamiento expresado en la novela: en la política, el bien debe engendrarse a partir del mal, porque es lo único que hay para engendrarlo.
Algunos analistas han señalado que Long tenía atributos que Trump no tiene, y han enumerado otras diferencias. Aunque ambos eran populistas, señalan, esa palabra ahora parece significar tantas cosas que es difícil descifrar su verdadero significado.
Otra diferencia que se puntualiza es que Long dedicó toda su vida a la política, en cambio Trump nunca se postuló a cargo alguno con anterioridad.
Además, Long era demócrata y sureño, y Trump es republicano y del norte.
Long era visto como una amenaza porque exigía altos impuestos a ciertas élites, algo que Trump no piensa hacer. Y Long fue asesinado antes de alcanzar la edad actual de Trump, sin haber incursionado en la farándula o show business al que el segundo es tan afecto.
Sin embargo, existe un punto de contacto que algunos analistas han pasado por alto, y que efectivamente, desnuda un rasgo común. Ambos generaron entusiasmo en las masas porque son eficaces como antídotos contra la depresión, necesidad inherente al hombre común que explica el fenómeno de los políticos mesiánicos.
Los estadounidenses necesitan retroceder siete décadas para encontrar un mesiánico o demagogo populista en su historia, pero en Sudamérica se lo encuentra retrocediendo apenas unos meses.
Lo que aún no se ha podido es encontrar, en la prensa paraguaya, la noticia de que el ruidoso candidato republicano Donald Trump es comparado insistentemente con Huey Long por los analistas de Estados Unidos.
Delicias de leer la prensa al sur de la frontera.