En Italia se acaban de llevar el segundo mayor premio de lotería del mundo: 147,8 millones de euros.
La tarde del sábado se puso fin a una alocada carrera por llevarse el bote de la SuperEnalotto que venía acumulándose desde el pasado 31 de enero. El mayor premio se obtuvo en EE.UU. en marzo de 2007, en el MegaMillions con 157,7 millones de euros.
El anónimo afortunado o afortunada anónima sigue sin aparecer por la cuenta que le tiene, pues le iban a salir parientes por todas partes en el mejor de los casos.
Leyendas urbanas hablan de puentes aéreos las últimas semanas, desde los países limítrofes de Italia, para apostar en la SuperEnalotto. Lo cierto es que un viaje de fin de semana con superoferta de avión y alojamiento en cualquier ciudad italiana, merecía la pena con la doble intención del recreo italiano y jugar a la lotería. Según la prensa, el boleto ganador se vendió en la Toscana y concretamente en Bagnone, una pintoresca población de 2.000 habitantes, algo más de 100 Km al noroeste de Florencia.
El próximo sorteo será el 25 de agosto y el premio gordo será de 38 millones de euros. No cabe duda que la recaudación será record para un sorteo sin bote.
El SuperEnalotto se juega escogiendo 6 números entre el 1 y el 90 y dos adicionales, el Jolly y el SuperStar. No es fácil acertar y de ahí el bote acumulado, pues las probabilidades de hacerlo están en torno a 1 entre 662 millones; pero quien no juega no gana.
Viene a ser como la prestación por la dependencia o los 420 euros para los parados sin cobertura de subsidio alguno. Es difícil lograr cualquiera de las dos prestaciones del Gobierno, pero si uno no se apunta seguro que no la recibirá.
Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, vale la pena comentar que a raíz del nuevo y ya controvertido subsidio de los 420 euros, a las oficinas de empleo les ha solicitado la superioridad una estadística adicional a las habituales. Además de consignar el número de solicitudes se les ha pedido que consignen también la reiteración de solicitudes a quienes en las propias oficinas de empleo les han indicado que no son público objetivo, como se denominarían en marketing. De esta forma, el Gobierno tendrá una idea aproximada de los solicitantes y no le pasará como con la ley de dependencia que, después de una estimación de los posibles perceptores de la ayuda, al publicar la ley se multiplicaron éstos exponencialmente para intentar obtener la prestación. Con lo que el resultado práctico es el conocido; la avalancha “insospechada” de solicitudes adicionales ha colapsado las previsiones y sobrepasado en mucho el presupuesto previsto en la ley. El éxito sorprendió a la propia empresa se decía en otra época; hoy hablamos de imprevisión.
Aunque con la SuperEnalotto, el Estado italiano se ha embolsado la bonita cifra de 980 millones de euros en casi siete meses, gracias a este bote. Sin algarabías callejeras, sin caceroladas ni ácidos comentarios de los expertos habituales de los medios de comunicación ni chirigotas de los partidos en la oposición ni aduladores comentarios de los adictos al Gobierno. Nadie se ha quejado y todos han pagado muy a gusto su impuesto voluntario con el explícito propósito de obtener el jackpot de marras.
Caben más formas de apuestas en España de aquellas exclusivas “deportivo benéficas” y un nuevo loto al modo del italiano, tan difícil de ganar pero tan goloso, a buen seguro habría de proporcionar pingües ingresos al Estado, sin incomodar, como lo hacen en esta época de tan crítica coyuntura, ni amenazar con gravar las ya maltrechas economías de quienes tienen más factible la creación de empleo, como dijo días pasados inopinadamente el ministro de Fomento, Pepiño Blanco, al manifestar que habría que elevar los impuestos de las rentas más altas y aclarar luego que era su opinión personal, desconociendo que un ministro cuando habla en público lo hace siempre como ministro y no tiene más opiniones personales que las que exprese en la intimidad. Un cargo público lo es 24 horas al día en todas sus comparecencias públicas.
Pepiño, otra magnífica ocasión perdida para haber callado.