Poco después de la cumbre del G-20 celebrada en Londres en abril, a Nicolás Sarkozy se le escapó una pregunta que le inquietaba entre un escogido grupo de asesores mientras veía al Presidente Obama abrirse camino a través de una bienvenida efusiva: "(BEG ITAL)Est-il faible?(END ITAL)" (¿Es débil?)
El presidente francés no respondió a su propio interrogante, que se desvaneció mientras el líder estadounidense protagonizaba una febril ronda de intervenciones económicas nacionales y del orden del día en el extranjero durante las semanas posteriores. Las dudas iniciales acerca de la dureza de Obama fueron relegadas socialmente en el Palacio del Elíseo y en todas partes.
Pero la cuestión ha sido desenterrada súbitamente a medida que Obama empieza a acusar la resistencia de algunos de sus objetivos más ambiciosos, incluyendo la reforma de la atención sanitaria, la paz en Oriente Medio, o el diálogo con Irán. ¿Hace Obama retiradas tácticas a posiciones más firmes en estas cuestiones delicadas - o es, bueno, débil?
Es una cuestión extraña a plantear acerca de un hombre que se abrió camino tenazmente a la Presidencia con enormes obstáculos en contra, y que a continuación deslumbró al país y a gran parte del mundo durante sus seis primeros meses en la administración.
Pero es una duda que inevitablemente se plantea a causa del estilo conciliador de Obama, sus llamamientos al racionamiento y los elevados estándares morales, y sus altas promesas retóricas cuando tiene que ceñirse a los medios de los que dispone, a los objetivos que tiene al alcance, o a ambas cosas. Y es una duda que perseguirá a su presidencia si no manifiesta con rapidez que se le da igual de bien capear adversidades que explotar el éxito inicial.
Sus críticos Republicanos más feroces por supuesto verterán acusaciones de debilidad para desgastarle y ganar adeptos entre los suyos. Los electores lo captarán. Pero el presidente tiene que guardarse de dejar que hacer hasta las retiradas tácticas sensatas desgaste su imagen de luchador del cambio.
Las críticas cada vez menos apasionadas que los Demócratas izquierdistas vierten contra Obama a cuenta de una opción pública como parte de la reforma de la sanidad evidencian su debilidad. Del mismo modo, su portavoz económico sembró la duda gratuita en torno a su resolución (y la de ellos) a principios de este mes, cuando parecían, avanzar gradualmente hacia, y a continuación alejarse de, subir los impuestos a la clase media.
¿Tenía el presidente opiniones enfrentadas sobre estos asuntos y usaba un globo sonda? ¿No había logrado explicarse entre sus colaboradores más estrechos? ¿O trataban de inducirle a cambiar de rumbo? Al margen del motivo, un aire de indecisión sopla sobre una Casa Blanca que presume de un poder de decisión tajante.
"Como viene siendo característico, Obama viene intentando estar en misa y repicando", editorializaba el Financial Times sobre la polémica de la sanidad. El "característico" es la muleta peligrosa de esa oración.
Obama también ha dejado confusos y llenos de dudas sobre la paz de Oriente Medio a algunos líderes árabes con los que se reunió recientemente. Ellos han informado a sus asistentes que el presidente reconoció haber fracasado hasta el momento a la hora de obtener concesiones equitativas de los países árabes e Israel como punto de partida de nuevas negociaciones.
Los árabes se quejan de que no les han sido ofrecidos incentivos tangibles a cambio de avanzar hacia la normalización de las relaciones con Israel antes de alcanzar un acuerdo palestino-israelí. Desprecian por igualmente inútiles tanto la demanda no divulgada públicamente de una congelación de los asentamientos israelíes durante un año por parte de Obama como la contraoferta del Primer Ministro Binyamin Netanyahu de un plazo de seis meses de congelación.
"Ofrecer concesiones comparables y el enfoque paulatino no han logrado, y nosotros creemos que no lograrán, la paz", declaraba a la prensa el Ministro de Relaciones Exteriores saudí Saud al-Faisal en Washington el 31 de julio. Los comentarios de Saud, que no se reunió con Obama, reflejaban el amplio consenso árabe en torno a que Obama no ha sido lo suficientemente valiente. "La seguridad temporal y las medidas encaminadas a fomentar la confianza tampoco traerán la paz", añadió el príncipe saudí.
El presidente prometió a sus interlocutores árabes que explicaría su estrategia en Oriente Medio en un discurso a mediados o finales de septiembre. Alrededor de esa fecha también tendrá que decidir si aspira a imponer sanciones más severas a Irán si el régimen de Mahmoud Ahmadinejad sigue declinando la oferta de diálogo de Obama. El fracaso a la hora de lograr que China y Rusia no se opongan a las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU sentenciará el plan de emergencia de Obama y perjudicará a su credibilidad.
Si desea que este presidente tenga éxito, como yo, puede construir una narrativa alternativa en la que engaña a sus detractores y avanza con resolución hacia los objetivos importantes, si bien no tan ambiciosos como los anunciados originalmente.
Pero no ha dado esa imagen a lo largo de este desigual mes de agosto. En Washington, el viejo refrán que dice que la imagen lo es todo es muy cierto. Y una vez que la impresión de inestabilidad ha calado entre la opinión pública ya no hay nada que hacer.