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Para el Departamento de Interior catalán: “constituye un acto de vandalismo”

Barcelona amanece adornada con grandes banderas españolas. Insólito

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Algunos españoles que residimos en Cataluña pensábamos que nunca más en la vida veríamos un espectáculo tan magnífico. Los principales monumentos de la Ciudad condal han aparecido cubiertos con la bandera bicolor, la bandera nacional de España y aquella que es odiada, menospreciada, quemada y ultrajada por muchos catalanes, que han decidido expresar su separatismo y desprecio por la nación española, emprendiéndola con la bandera constitucional. Y ¿qué ha hecho inmediatamente la Guardia Urbana, bajo las órdenes de la señora Ada Colau, en lugar de cuadrarse delante de ella y hacer el saludo que, todo cuerpo oficial del Estado español tiene la obligación de hacer, en este caso? Pues, aunque no se lo puedan creer, se han dedicado, en cuerpo y alma, (no como hicieron cuando los comunistas antisistema de Gracia se negaban a abandonar “el banco expropiado”, que se quedaron en stand by mientras aquellos energúmenos se dedicaban a destrozar todo lo que se les ponía por delante, al más puro estilo gamberro) a intentar averiguar cuáles han sido los “malvados” que han tenido la “osadía” de sacar la bandera española a las calles de la ciudad de Barcelona, por antonomasia líder en la campaña independentista de la llamada “nación catalana”.

Sí, señores, unos valientes que han tenido lo que debe tener un hombre que quiere a su patria, que decidieron, ¡esto sí, sin atacar a nadie, sin arrastrar a muchachas por los suelos como algunos cobardes hicieron con las chicas de la caseta que intentaba promocionar los partidos de la selección español en la Eurocopa!, sacar los colores nacionales de nuestra insignia, tanto tiempo arrinconados en los desvanes de la vergüenza, a airearse por las calles de Barcelona, a exhibirse con donosura para decirles, a estos que quieren renegar de su patria, que todavía quedan personas que tienen agallas y que no se arredran ante esta pandilla de filibusteros de la política, empeñados en la aventura imposible de arrebatar las tierras catalanas al resto de los ciudadanos españoles.

Y a esto, señores, a esta manifestación pacífica, a esta hermosa iniciativa de patriotismo, a esta exhibición de una bandera, que ha sido objeto de la burla y el escarnio en muchos ayuntamientos de Cataluña, que la han retirado ilegalmente de su lugar de honor, para secuestrarla alevosamente y hurtarla a la vista de la gente, como si tuviera algo oscuro que ocultar o representase a una pandilla de facinerosos que, en todo caso, serían los responsables de haberla quitado de su legítimo lugar, en el lugar preferente al frente de todo el resto de banderas y no los que la han sacado para adornar, con sus brillantes colores, algunos monumentos de la Ciudad Condal. No tenemos la menor duda del sobresalto que habrán tenido muchos independentistas, cuando se han encontrado con el espectáculo de la ciudad tomada por “los nacionales”, enjaezada de insignias españolas, que les habrán hecho pensar que, quizá, el resto de España se había cansado de sus provocaciones y Cataluña había sido tomada por aquellos a los que ellos se han encargado, durante años, de descalificar, insultar, denigrar, acusar de ladrones y de haberles arrebatado lo que, según su locura separatista, les pertenecía.

Nadie más que un hatajo de sectarios, unos secesionistas impresentables y unos defensores del incumplimiento de las sentencias de los tribunales españoles y de la desobediencia a las leyes nacionales; tendría el atrevimiento, la falta de sentido común y la estupidez de calificar la exposición de la bandera constitucional, su presencia en las calles catalanas y su colocación como adorno sobre determinados monumentos como un “acto vandálico” o una “provocación” cuando, este mismo cuerpo, sus jefes y los parlamentarios del gobierno catalán han sido capaces de retirar de su lugar la efigie del Rey, quemar esta misma bandera, llamar a los que no piensan como ellos “fachas”, incumplir con las leyes sobre la enseñanza del castellano, avalar una resolución en el Parlamento catalán por la que se declara que Cataluña va hacia su independencia, que no se dejaran gobernar por el Estado español ni harán caso de las resoluciones de los tribunales, incluso, las del TC y, convocar contra la prohibición del Parlamento español un referendo, simulacro de consulta, en el que, sin ninguna garantía de limpieza y formas democráticas, se pretendía que los catalanes se atribuyeran, sin el respaldo del resto de los españoles, el decidir sobre si Cataluña era independiente o no.

Llevamos demasiado tiempo sin que el Estado español recuerde a Cataluña que, pese a todo, sigue siendo una parte de España; que no se les va a permitir que sigan intrigando para salirse de ella; que no hay Parlamento Catalán que tenga facultades para tomar decisiones sobre salirse o no de la tutela española; que ya basta de intentar amedrentar a los españoles que residimos, con todo derecho, en esta tierra, como si fuéramos ciudadanos de segunda clase, como si viviéramos de prestado y tuviéramos que mendigar el que se nos permitiera seguir usando el castellano, educando a nuestros hijos a nuestra manera y tener tanto derecho, como cualquier otro oriundo, a continuar sintiéndonos españoles y catalanes.

Mucho nos tememos que, en la actualidad, existen muchos partidos políticos que estarían dispuestos a ceder a las demandas catalanas, con tal de obtener su apoyo para poder gobernar lo que quedara de nuestra nación, después de que catalanes, mallorquines, vascos, gallegos y vayan ustedes a saber que otros territorios, optaran por lo que los ingleses llaman brexit (cuando quieren separarse de Europa) y nosotros calificamos como un delito de traición a la patria. Algunos tenemos la esperanza, no sabemos si muy fundada, de que el Rey y las FF.AA, siguen vigilantes los acontecimientos y tienen la información precisa para que, el tema del independentismo en España no se convierta en un desmadre ( como algunos tenemos la sensación de que ya está ocurriendo) y llegue un momento en que ya no haya remedio para impedir que se convierta en una revolución aireada, no sólo por los catalanistas, sino por los comunistas, que quieran aprovecharse del espíritu rebelde de los catalanes, para llegar a alcanzar sus objetivos, que son dobles: hacerse con el control de la región y convertirse en los dictadores del territorio, apartando a todos aquellos que les han hecho el trabajo sucio y, conseguido el poder, sean un estorbo para ellos.

Aquí ya no caben medias tintas, señores, es evidente que quienes buscan acabar con nuestra nación, darle la vuelta a la tortilla, cambiar el régimen democrático del que hemos venido gozando e implantar otros sistemas, basados en los antiguos principios de Lenín, Marx, Troski o Bakunin o en el pragmatismo y los medios, evidentemente, expeditivos del señor Stalin; últimamente de moda en el nuevo continente donde muchas naciones, como Venezuela o Bolivia, han decidido experimentar con un neocomunismo que nada tiene que envidar, en cuanto a los métodos opresivos, privativos de libertades, doctrinarios, ilegales y dictatoriales de los que se valen para sujetar al pueblo y obligarle a someterse a su voluntad, siguiendo el ejemplo de aquellos sanguinarios matones de tiempos del camarada Beria, de la famosa NKVD soviética.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no tenemos más remedio que tratar de incultos y frívolos en la manera de expresarse, a los señores del Departamento de Interior catalán, cuando han calificado de vándalos a unos señores cuyo único “delito” ha sido sacar a relucir nuestra bandera española. Si se hubiesen molestado en consultar el diccionario se hubieran enterado de que la expresión “vandalismo” se define, en su 2ª acepción, como: “espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna sagrada ni profana”. Es obvio que no es el caso de los de las banderas, sin embargo, sí que sería apropiado para estos señores, amigos de la señora Ada Colau, estos okupas empecinados que, en Gracia, quemaron coches, motos, mobiliario urbano y destrozaron escaparates a mansalva y a quienes, la señora alcaldesa, parece que tiene la intención de buscarles otro lugar donde ubicarlos. Ya ven, señores, como actúan aquellos que, siendo agitadores profesionales, acaban en la poltrona del poder. Quod scripsi, scripsi.

Barcelona amanece adornada con grandes banderas españolas. Insólito

Para el Departamento de Interior catalán: “constituye un acto de vandalismo”
Miguel Massanet
miércoles, 22 de junio de 2016, 08:14 h (CET)
Algunos españoles que residimos en Cataluña pensábamos que nunca más en la vida veríamos un espectáculo tan magnífico. Los principales monumentos de la Ciudad condal han aparecido cubiertos con la bandera bicolor, la bandera nacional de España y aquella que es odiada, menospreciada, quemada y ultrajada por muchos catalanes, que han decidido expresar su separatismo y desprecio por la nación española, emprendiéndola con la bandera constitucional. Y ¿qué ha hecho inmediatamente la Guardia Urbana, bajo las órdenes de la señora Ada Colau, en lugar de cuadrarse delante de ella y hacer el saludo que, todo cuerpo oficial del Estado español tiene la obligación de hacer, en este caso? Pues, aunque no se lo puedan creer, se han dedicado, en cuerpo y alma, (no como hicieron cuando los comunistas antisistema de Gracia se negaban a abandonar “el banco expropiado”, que se quedaron en stand by mientras aquellos energúmenos se dedicaban a destrozar todo lo que se les ponía por delante, al más puro estilo gamberro) a intentar averiguar cuáles han sido los “malvados” que han tenido la “osadía” de sacar la bandera española a las calles de la ciudad de Barcelona, por antonomasia líder en la campaña independentista de la llamada “nación catalana”.

Sí, señores, unos valientes que han tenido lo que debe tener un hombre que quiere a su patria, que decidieron, ¡esto sí, sin atacar a nadie, sin arrastrar a muchachas por los suelos como algunos cobardes hicieron con las chicas de la caseta que intentaba promocionar los partidos de la selección español en la Eurocopa!, sacar los colores nacionales de nuestra insignia, tanto tiempo arrinconados en los desvanes de la vergüenza, a airearse por las calles de Barcelona, a exhibirse con donosura para decirles, a estos que quieren renegar de su patria, que todavía quedan personas que tienen agallas y que no se arredran ante esta pandilla de filibusteros de la política, empeñados en la aventura imposible de arrebatar las tierras catalanas al resto de los ciudadanos españoles.

Y a esto, señores, a esta manifestación pacífica, a esta hermosa iniciativa de patriotismo, a esta exhibición de una bandera, que ha sido objeto de la burla y el escarnio en muchos ayuntamientos de Cataluña, que la han retirado ilegalmente de su lugar de honor, para secuestrarla alevosamente y hurtarla a la vista de la gente, como si tuviera algo oscuro que ocultar o representase a una pandilla de facinerosos que, en todo caso, serían los responsables de haberla quitado de su legítimo lugar, en el lugar preferente al frente de todo el resto de banderas y no los que la han sacado para adornar, con sus brillantes colores, algunos monumentos de la Ciudad Condal. No tenemos la menor duda del sobresalto que habrán tenido muchos independentistas, cuando se han encontrado con el espectáculo de la ciudad tomada por “los nacionales”, enjaezada de insignias españolas, que les habrán hecho pensar que, quizá, el resto de España se había cansado de sus provocaciones y Cataluña había sido tomada por aquellos a los que ellos se han encargado, durante años, de descalificar, insultar, denigrar, acusar de ladrones y de haberles arrebatado lo que, según su locura separatista, les pertenecía.

Nadie más que un hatajo de sectarios, unos secesionistas impresentables y unos defensores del incumplimiento de las sentencias de los tribunales españoles y de la desobediencia a las leyes nacionales; tendría el atrevimiento, la falta de sentido común y la estupidez de calificar la exposición de la bandera constitucional, su presencia en las calles catalanas y su colocación como adorno sobre determinados monumentos como un “acto vandálico” o una “provocación” cuando, este mismo cuerpo, sus jefes y los parlamentarios del gobierno catalán han sido capaces de retirar de su lugar la efigie del Rey, quemar esta misma bandera, llamar a los que no piensan como ellos “fachas”, incumplir con las leyes sobre la enseñanza del castellano, avalar una resolución en el Parlamento catalán por la que se declara que Cataluña va hacia su independencia, que no se dejaran gobernar por el Estado español ni harán caso de las resoluciones de los tribunales, incluso, las del TC y, convocar contra la prohibición del Parlamento español un referendo, simulacro de consulta, en el que, sin ninguna garantía de limpieza y formas democráticas, se pretendía que los catalanes se atribuyeran, sin el respaldo del resto de los españoles, el decidir sobre si Cataluña era independiente o no.

Llevamos demasiado tiempo sin que el Estado español recuerde a Cataluña que, pese a todo, sigue siendo una parte de España; que no se les va a permitir que sigan intrigando para salirse de ella; que no hay Parlamento Catalán que tenga facultades para tomar decisiones sobre salirse o no de la tutela española; que ya basta de intentar amedrentar a los españoles que residimos, con todo derecho, en esta tierra, como si fuéramos ciudadanos de segunda clase, como si viviéramos de prestado y tuviéramos que mendigar el que se nos permitiera seguir usando el castellano, educando a nuestros hijos a nuestra manera y tener tanto derecho, como cualquier otro oriundo, a continuar sintiéndonos españoles y catalanes.

Mucho nos tememos que, en la actualidad, existen muchos partidos políticos que estarían dispuestos a ceder a las demandas catalanas, con tal de obtener su apoyo para poder gobernar lo que quedara de nuestra nación, después de que catalanes, mallorquines, vascos, gallegos y vayan ustedes a saber que otros territorios, optaran por lo que los ingleses llaman brexit (cuando quieren separarse de Europa) y nosotros calificamos como un delito de traición a la patria. Algunos tenemos la esperanza, no sabemos si muy fundada, de que el Rey y las FF.AA, siguen vigilantes los acontecimientos y tienen la información precisa para que, el tema del independentismo en España no se convierta en un desmadre ( como algunos tenemos la sensación de que ya está ocurriendo) y llegue un momento en que ya no haya remedio para impedir que se convierta en una revolución aireada, no sólo por los catalanistas, sino por los comunistas, que quieran aprovecharse del espíritu rebelde de los catalanes, para llegar a alcanzar sus objetivos, que son dobles: hacerse con el control de la región y convertirse en los dictadores del territorio, apartando a todos aquellos que les han hecho el trabajo sucio y, conseguido el poder, sean un estorbo para ellos.

Aquí ya no caben medias tintas, señores, es evidente que quienes buscan acabar con nuestra nación, darle la vuelta a la tortilla, cambiar el régimen democrático del que hemos venido gozando e implantar otros sistemas, basados en los antiguos principios de Lenín, Marx, Troski o Bakunin o en el pragmatismo y los medios, evidentemente, expeditivos del señor Stalin; últimamente de moda en el nuevo continente donde muchas naciones, como Venezuela o Bolivia, han decidido experimentar con un neocomunismo que nada tiene que envidar, en cuanto a los métodos opresivos, privativos de libertades, doctrinarios, ilegales y dictatoriales de los que se valen para sujetar al pueblo y obligarle a someterse a su voluntad, siguiendo el ejemplo de aquellos sanguinarios matones de tiempos del camarada Beria, de la famosa NKVD soviética.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no tenemos más remedio que tratar de incultos y frívolos en la manera de expresarse, a los señores del Departamento de Interior catalán, cuando han calificado de vándalos a unos señores cuyo único “delito” ha sido sacar a relucir nuestra bandera española. Si se hubiesen molestado en consultar el diccionario se hubieran enterado de que la expresión “vandalismo” se define, en su 2ª acepción, como: “espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna sagrada ni profana”. Es obvio que no es el caso de los de las banderas, sin embargo, sí que sería apropiado para estos señores, amigos de la señora Ada Colau, estos okupas empecinados que, en Gracia, quemaron coches, motos, mobiliario urbano y destrozaron escaparates a mansalva y a quienes, la señora alcaldesa, parece que tiene la intención de buscarles otro lugar donde ubicarlos. Ya ven, señores, como actúan aquellos que, siendo agitadores profesionales, acaban en la poltrona del poder. Quod scripsi, scripsi.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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