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Jim Hoagland

Futuro, para variar, en los Balcanes

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Korcula, Croacia - Los emprendedores de esta popular isla del Adriático utilizan hoy el pasado para impulsarse al futuro. Mientras lo hacen, dan muestras de una noción concreta de esperanza para toda la región de los Balcanes.

Saltándose a la torera muchos relatos que sitúan el lugar de nacimiento de Marco Polo en otros lares, o que lo recogen como desconocido, los habitantes de Korcula reclaman al explorador de la República de Venecia como hijo nativo, dedicando a su memoria cantidades industriales de tiendas de recuerdos, cafés y un enclave vacío de su nacimiento sin andarse con zarandajas.

"Esto es genial," decía con admiración un empresario latinoamericano de éxito y amigo mientras nos aventurábamos por la desvencijada escalera de "la casa de Marco Polo" para descubrir que sólo conduce a un mirador casi al mismo nivel que los demás tejados. "Cobran un par de dólares por no ver absolutamente nada más de lo que hubiéramos podido ver desde fuera." En el caso de una zona conocida en tiempos como puerto de los piratas más aguerridos de la costa croata de Dubrovnik, una clavada tan afable y diplomática supone todo un avance.

Pase por Korcula - o por los demás lugares situados a lo largo de lo que se conoce hoy como la Riviera Croata - este verano y descubrirá un país dinámico, que se emplea a fondo por superar su pasado violento plagado de divisiones.

Esto es cambio. Las naciones de los Balcanes siempre han preferido ahondar en sus problemas como si fueran preciadas residencias en lugar de dejar sus problemas atrás. Adeptos de alimentar agravios y peleas, hábiles en la creación de identidades basadas en poco más que un sentimiento victimista, se han acostumbrado a mirar al futuro sólo a través de un espejo retrovisor.

Ese círculo vicioso se está cuestionando en las naciones de los Balcanes que miran hacia adelante más de lo que miran hacia atrás. Grecia ya ha recorrido un buen tramo de este camino, convirtiéndose en el corazón financiero de la región y esencia para alcanzar acuerdos comerciales con la vecina Turquía en lugar de alentar la confrontación.

Turquía se debate al borde del cambio, dando dos pasos hacia adelante y tal vez uno hacia atrás mientras sus clases política y militar se enfrentan por el poder y el pasado. La minúscula Albania, único aliado revolucionario de Mao Zedong en tiempos, ingresó en la OTAN este año y se abre al mundo de los negocios.

Al extremo de la costa que parte de Korcula, en el vecino Montenegro, el dinero habla muchos idiomas. Por 1,2 millones de dólares, puede adquirir una propiedad de lujo, un muelle donde atracar su yate libre de cargas durante un año y un pasaporte montenegrino que le puede traer grandes ventajas fiscales para sus ingresos globales, de tenerlos.

Hasta Serbia, que dedica una fiesta nacional a conmemorar su mayor derrota militar en la Edad Media y que derramó tanta sangre durante la década de los 90 en un vano intento por preservar el tambalentante estatus quo yugoslavo, tiene un gobierno que está luchando por encarrilar a su pueblo en la dirección correcta - Occidente en lugar de Oriente, al futuro en lugar del pasado, con resultados variados.

"Somos parte de la familia europea. Queremos trabajar en estrecha colaboración con los Estados Unidos," me decía el Ministro de Exteriores Vuk Jeremic en Washington, durante su visita para preparar el viaje a Belgrado del Vicepresidente Biden el pasado mes de mayo. Jeremic y el Presidente Boris Tadic han optado por ganar tiempo para enfriar los ánimos serbios templados por la declaración de independencia de Kosovo de Serbia, solicitando a las Naciones Unidas un dictamen jurídico de asesoramiento no vinculante en tan polémica cuestión.

"Hemos decidido utilizar la ley, no la amenaza de la fuerza, para tratar de resolver" una polémica territorial, decía Jeremic. "Esto puede ser una absoluta novedad en el caso de los Balcanes".

No se trata de declarar los Balcanes zona libre de tensiones. Kosovo sigue siendo una crisis que espera detonar una década después de que las tropas de la OTAN expulsaran a las fuerzas serbias de ese territorio. Bosnia todavía se enfrenta a graves problemas de reconciliación 14 años después del acuerdo de paz de Dayton, que fue posible gracias a una campaña de bombardeos de la OTAN y el avance del ejército croata abriéndose paso a través de los núcleos de población serbios de la zona de Kyrenia. Y, como sugiero arriba, la nueva empresa exuberante de los Balcanes se convertirá rápidamente en una nación corroída por la corrupción si nadie lo impide.

Pero todo es relativo. Y la relativa estabilidad en la región que ha acompañado a las dos intervenciones humanitarias de la década de los 90 encabezadas por Estados Unidos debería ser tenida en cuenta y celebrada - ya apoyara usted las campañas (como yo) o siga oponiendose a ellas, como David N. Gibbs en su reciente y provocador libro "First do not harm", descrito como un compendio de "la intervención humanitaria y destrucción de Yugoslavia."

Creo que Gibbs malinterpreta la respuesta. Pero hay que reconocerle el plantear la cuestión correcta: ¿valió la pena la intervención estadounidense? El avance en Croacia y sus vecinos de los Balcanes - incluyendo los prometedores pasos de Jeremic y Tadic en Serbia - sugiere que sí.

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Diario SIGLO XXI dispone de los derechos de publicación en exclusiva para medios digitales españoles de este y muchos otros columnistas del Washington Post Writers Group.

Futuro, para variar, en los Balcanes

Jim Hoagland
Jim Hoagland
sábado, 15 de agosto de 2009, 07:49 h (CET)
Korcula, Croacia - Los emprendedores de esta popular isla del Adriático utilizan hoy el pasado para impulsarse al futuro. Mientras lo hacen, dan muestras de una noción concreta de esperanza para toda la región de los Balcanes.

Saltándose a la torera muchos relatos que sitúan el lugar de nacimiento de Marco Polo en otros lares, o que lo recogen como desconocido, los habitantes de Korcula reclaman al explorador de la República de Venecia como hijo nativo, dedicando a su memoria cantidades industriales de tiendas de recuerdos, cafés y un enclave vacío de su nacimiento sin andarse con zarandajas.

"Esto es genial," decía con admiración un empresario latinoamericano de éxito y amigo mientras nos aventurábamos por la desvencijada escalera de "la casa de Marco Polo" para descubrir que sólo conduce a un mirador casi al mismo nivel que los demás tejados. "Cobran un par de dólares por no ver absolutamente nada más de lo que hubiéramos podido ver desde fuera." En el caso de una zona conocida en tiempos como puerto de los piratas más aguerridos de la costa croata de Dubrovnik, una clavada tan afable y diplomática supone todo un avance.

Pase por Korcula - o por los demás lugares situados a lo largo de lo que se conoce hoy como la Riviera Croata - este verano y descubrirá un país dinámico, que se emplea a fondo por superar su pasado violento plagado de divisiones.

Esto es cambio. Las naciones de los Balcanes siempre han preferido ahondar en sus problemas como si fueran preciadas residencias en lugar de dejar sus problemas atrás. Adeptos de alimentar agravios y peleas, hábiles en la creación de identidades basadas en poco más que un sentimiento victimista, se han acostumbrado a mirar al futuro sólo a través de un espejo retrovisor.

Ese círculo vicioso se está cuestionando en las naciones de los Balcanes que miran hacia adelante más de lo que miran hacia atrás. Grecia ya ha recorrido un buen tramo de este camino, convirtiéndose en el corazón financiero de la región y esencia para alcanzar acuerdos comerciales con la vecina Turquía en lugar de alentar la confrontación.

Turquía se debate al borde del cambio, dando dos pasos hacia adelante y tal vez uno hacia atrás mientras sus clases política y militar se enfrentan por el poder y el pasado. La minúscula Albania, único aliado revolucionario de Mao Zedong en tiempos, ingresó en la OTAN este año y se abre al mundo de los negocios.

Al extremo de la costa que parte de Korcula, en el vecino Montenegro, el dinero habla muchos idiomas. Por 1,2 millones de dólares, puede adquirir una propiedad de lujo, un muelle donde atracar su yate libre de cargas durante un año y un pasaporte montenegrino que le puede traer grandes ventajas fiscales para sus ingresos globales, de tenerlos.

Hasta Serbia, que dedica una fiesta nacional a conmemorar su mayor derrota militar en la Edad Media y que derramó tanta sangre durante la década de los 90 en un vano intento por preservar el tambalentante estatus quo yugoslavo, tiene un gobierno que está luchando por encarrilar a su pueblo en la dirección correcta - Occidente en lugar de Oriente, al futuro en lugar del pasado, con resultados variados.

"Somos parte de la familia europea. Queremos trabajar en estrecha colaboración con los Estados Unidos," me decía el Ministro de Exteriores Vuk Jeremic en Washington, durante su visita para preparar el viaje a Belgrado del Vicepresidente Biden el pasado mes de mayo. Jeremic y el Presidente Boris Tadic han optado por ganar tiempo para enfriar los ánimos serbios templados por la declaración de independencia de Kosovo de Serbia, solicitando a las Naciones Unidas un dictamen jurídico de asesoramiento no vinculante en tan polémica cuestión.

"Hemos decidido utilizar la ley, no la amenaza de la fuerza, para tratar de resolver" una polémica territorial, decía Jeremic. "Esto puede ser una absoluta novedad en el caso de los Balcanes".

No se trata de declarar los Balcanes zona libre de tensiones. Kosovo sigue siendo una crisis que espera detonar una década después de que las tropas de la OTAN expulsaran a las fuerzas serbias de ese territorio. Bosnia todavía se enfrenta a graves problemas de reconciliación 14 años después del acuerdo de paz de Dayton, que fue posible gracias a una campaña de bombardeos de la OTAN y el avance del ejército croata abriéndose paso a través de los núcleos de población serbios de la zona de Kyrenia. Y, como sugiero arriba, la nueva empresa exuberante de los Balcanes se convertirá rápidamente en una nación corroída por la corrupción si nadie lo impide.

Pero todo es relativo. Y la relativa estabilidad en la región que ha acompañado a las dos intervenciones humanitarias de la década de los 90 encabezadas por Estados Unidos debería ser tenida en cuenta y celebrada - ya apoyara usted las campañas (como yo) o siga oponiendose a ellas, como David N. Gibbs en su reciente y provocador libro "First do not harm", descrito como un compendio de "la intervención humanitaria y destrucción de Yugoslavia."

Creo que Gibbs malinterpreta la respuesta. Pero hay que reconocerle el plantear la cuestión correcta: ¿valió la pena la intervención estadounidense? El avance en Croacia y sus vecinos de los Balcanes - incluyendo los prometedores pasos de Jeremic y Tadic en Serbia - sugiere que sí.

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