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Fernando Mendikoa

A Dani y a Martina

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La vida nos ha vuelto a jugar una mala pasada, como acostumbra a hacer demasiado a menudo. Y digo la vida, sí, porque la muerte no es realmente nada. Si acaso, la ausencia de todo, y para siempre: el vacío más espantoso y terrible. Decía Benedetti que la vida es “ese paréntesis”. Es el que nos separa de las dos muertes: la anterior a nacer, donde al menos aún existe la remota posibilidad de llegar a vivir; y la posterior, ya definitiva.

Sin embargo, hay una importante diferencia entre lo que uno haga o no en esa vida. Y eso es lo único que está en nuestras manos, y por lo que debemos responder: ante nosotros mismos, en primer lugar. Y en tu caso, Dani, hay razones suficientes para saber que ha merecido la pena, y mucho. La más importante de todas, sin duda, se llama Martina. Ella está a punto de llegar al comienzo de ese paréntesis que tú acabas de dejar, y ello no habría sido posible sin ti.

Uno realmente muere cuando el último rastro de lo que fue desaparece para siempre, pero eso es algo que en tu caso no podrá suceder ya jamás. Son miles y miles de almas blanquiazules las que portarán tu ejemplo; y habrá una que, además, podrá decir que existe gracias a ti. Su menudo corazón late ya en azul y blanco.

Sé, Martina, que sentirás con orgullo llevar su sangre. Y cada día lo comprobarás en aquellos que le conocieron y le quisieron, que sabrás que son incontables; y también en todos los que, sin haberle conocido, simplemente sientan un escalofrío al recordar a su gran capitán. Todos ellos te dirán quién fue tu padre, y en ese momento brotarán de tus lindos ojos las mismas lágrimas que todos hemos derramado estos días. Aunque en tu caso serán de felicidad.

A Dani y a Martina

Fernando Mendikoa
Fernando Mendikoa
jueves, 13 de agosto de 2009, 01:43 h (CET)
La vida nos ha vuelto a jugar una mala pasada, como acostumbra a hacer demasiado a menudo. Y digo la vida, sí, porque la muerte no es realmente nada. Si acaso, la ausencia de todo, y para siempre: el vacío más espantoso y terrible. Decía Benedetti que la vida es “ese paréntesis”. Es el que nos separa de las dos muertes: la anterior a nacer, donde al menos aún existe la remota posibilidad de llegar a vivir; y la posterior, ya definitiva.

Sin embargo, hay una importante diferencia entre lo que uno haga o no en esa vida. Y eso es lo único que está en nuestras manos, y por lo que debemos responder: ante nosotros mismos, en primer lugar. Y en tu caso, Dani, hay razones suficientes para saber que ha merecido la pena, y mucho. La más importante de todas, sin duda, se llama Martina. Ella está a punto de llegar al comienzo de ese paréntesis que tú acabas de dejar, y ello no habría sido posible sin ti.

Uno realmente muere cuando el último rastro de lo que fue desaparece para siempre, pero eso es algo que en tu caso no podrá suceder ya jamás. Son miles y miles de almas blanquiazules las que portarán tu ejemplo; y habrá una que, además, podrá decir que existe gracias a ti. Su menudo corazón late ya en azul y blanco.

Sé, Martina, que sentirás con orgullo llevar su sangre. Y cada día lo comprobarás en aquellos que le conocieron y le quisieron, que sabrás que son incontables; y también en todos los que, sin haberle conocido, simplemente sientan un escalofrío al recordar a su gran capitán. Todos ellos te dirán quién fue tu padre, y en ese momento brotarán de tus lindos ojos las mismas lágrimas que todos hemos derramado estos días. Aunque en tu caso serán de felicidad.

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