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Gabriel Ruiz-Ortega

“La vida interior de Martin Frost”, de Paul Auster

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Paul Auster, el más europeo de los narradores norteamericanos contemporáneos, no necesita de más presentación. Este columnista ha leído todos sus libros, siendo su preferido EL PALACIO DE LA LUNA, novela que no duda recomendar con entusiasmo, ubicada, sin exageración alguna, en el rubro de aquellos escritos con el poder de cambiar determinadas vidas.

La narrativa de Auster está salpicada de recursos constantes, como el azar, por ejemplo. Basta una ligera asociación de todos estos adminículos creativos para llegar a la conclusión que Auster no ha hecho otra cosa que escribir el mismo libro a lo largo de su carrera, como muestra de ello tenemos VIAJES POR EL SCRIPTORIUM, suerte de manual en clave para austerianos, que revela el backstage de los motivos y acicates de un proyecto narrativo llamado a quedar.

La incursión del escritor en el mundo del celuloide no obedece a caprichos de divo alucinado con destacar en cualquier parcela que se le ocurra, recordemos el estupendo guión de SMOKE, mas no así el de BLUE IN THE FACE, ambas dirigidas por Wayne Wang. Basta estas señas en su faceta de guionista como para que la expectativa haya ido creciendo ni bien se supo que escribiría y dirigiría su película a rodarse en Portugal, LA VIDA INTERIOR DE MARTIN FROST.

He tenido la oportunidad de verla hace unas semanas y me he vuelto a acercar a ella en cuatro ocasiones más para esta reseña. Como es de esperarse, tenemos como protagonista a Martin Frost (David Thewlis), escritor de relativo éxito que se va a pasar una temporada, en absoluta soledad, en la casa de campo de un amigo también escritor (P. Auster).

Martin Frost se instala, se ordena y programa su tiempo para dedicarse a tomar notas para su próxima novela. A la mañana siguiente, al despertar, encuentra a Claire Martin (Irene Jacobs) a su lado, quien dice ser sobrina de la esposa de su amigo escritor; a ella también le habían recomendado pasar unos días en la casa mientras escribía su tesis. Los desconocidos deciden ocupar distintas estancias para no perturbarse en sus respectivas labores. Pero claro, eso es pura teoría, porque queda cantado el inminente romance entre Martin y Claire.

Hasta aquí, el argumento tiene todas las señas del mundo de Auster, cuya película tranquilamente puede ser catalogada como una metáfora de la inspiración del artista, puesto que Claire, a medida que Martin avanza endiabladamente su nuevo escrito, comienza a ser presa de un extraño malestar que la obliga postrarse por días en cama. Ambos toman la determinación de irse de la casa de campo, pero un neumático reventado en la carretera (más una llamada del “más allá”) es el pretexto que convence a Claire desaparecer de la vida de Martin, quien inmerso en la perplejidad, regresa a la casa de campo… Martin conoce a Jim Fortunato (Michael Imperioli), un plomero que lee mucho y escribe pésimo, este le habla de Anna James (Sophie Auster), sobrina suya, y la propone para que le ayude en las labores de la casa…

Si algo nos va dejando el curso de la película, es la fidelidad a prueba de balas del escritor y ahora director con su mundo creativo. Los cuatro personajes encierran las pulsiones que transcurren en toda su literatura. Sin embargo, lo que también nos muestra es lo poco dotado que está el norteamericano para narrar visualmente, en muchos momentos la película se torna tediosa, decae en una suerte de filosofismo posero cargado de lugares comunes, digno del pésimo discurso de autoayuda barata.

Por lo demás, destaquemos la actuación de Thewlis en el rol protagónico (no es la primera vez que encarna a un escritor, anteriormente hizo de Paul Verlaine en TOTAL ECLIPSE, de Agnieszka Holland), mas no así a la ex sex symbol noventera (pero buena actriz) Jacobs. Y claro, lo que se hereda no se hurta en arte, Sophie Auster se roba por segundos toda la atención en una inolvidable acapella, confirmando que el canto (y el modelaje) es lo suyo, no la actuación.

“La vida interior de Martin Frost”, de Paul Auster

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
lunes, 10 de agosto de 2009, 10:51 h (CET)
Paul Auster, el más europeo de los narradores norteamericanos contemporáneos, no necesita de más presentación. Este columnista ha leído todos sus libros, siendo su preferido EL PALACIO DE LA LUNA, novela que no duda recomendar con entusiasmo, ubicada, sin exageración alguna, en el rubro de aquellos escritos con el poder de cambiar determinadas vidas.

La narrativa de Auster está salpicada de recursos constantes, como el azar, por ejemplo. Basta una ligera asociación de todos estos adminículos creativos para llegar a la conclusión que Auster no ha hecho otra cosa que escribir el mismo libro a lo largo de su carrera, como muestra de ello tenemos VIAJES POR EL SCRIPTORIUM, suerte de manual en clave para austerianos, que revela el backstage de los motivos y acicates de un proyecto narrativo llamado a quedar.

La incursión del escritor en el mundo del celuloide no obedece a caprichos de divo alucinado con destacar en cualquier parcela que se le ocurra, recordemos el estupendo guión de SMOKE, mas no así el de BLUE IN THE FACE, ambas dirigidas por Wayne Wang. Basta estas señas en su faceta de guionista como para que la expectativa haya ido creciendo ni bien se supo que escribiría y dirigiría su película a rodarse en Portugal, LA VIDA INTERIOR DE MARTIN FROST.

He tenido la oportunidad de verla hace unas semanas y me he vuelto a acercar a ella en cuatro ocasiones más para esta reseña. Como es de esperarse, tenemos como protagonista a Martin Frost (David Thewlis), escritor de relativo éxito que se va a pasar una temporada, en absoluta soledad, en la casa de campo de un amigo también escritor (P. Auster).

Martin Frost se instala, se ordena y programa su tiempo para dedicarse a tomar notas para su próxima novela. A la mañana siguiente, al despertar, encuentra a Claire Martin (Irene Jacobs) a su lado, quien dice ser sobrina de la esposa de su amigo escritor; a ella también le habían recomendado pasar unos días en la casa mientras escribía su tesis. Los desconocidos deciden ocupar distintas estancias para no perturbarse en sus respectivas labores. Pero claro, eso es pura teoría, porque queda cantado el inminente romance entre Martin y Claire.

Hasta aquí, el argumento tiene todas las señas del mundo de Auster, cuya película tranquilamente puede ser catalogada como una metáfora de la inspiración del artista, puesto que Claire, a medida que Martin avanza endiabladamente su nuevo escrito, comienza a ser presa de un extraño malestar que la obliga postrarse por días en cama. Ambos toman la determinación de irse de la casa de campo, pero un neumático reventado en la carretera (más una llamada del “más allá”) es el pretexto que convence a Claire desaparecer de la vida de Martin, quien inmerso en la perplejidad, regresa a la casa de campo… Martin conoce a Jim Fortunato (Michael Imperioli), un plomero que lee mucho y escribe pésimo, este le habla de Anna James (Sophie Auster), sobrina suya, y la propone para que le ayude en las labores de la casa…

Si algo nos va dejando el curso de la película, es la fidelidad a prueba de balas del escritor y ahora director con su mundo creativo. Los cuatro personajes encierran las pulsiones que transcurren en toda su literatura. Sin embargo, lo que también nos muestra es lo poco dotado que está el norteamericano para narrar visualmente, en muchos momentos la película se torna tediosa, decae en una suerte de filosofismo posero cargado de lugares comunes, digno del pésimo discurso de autoayuda barata.

Por lo demás, destaquemos la actuación de Thewlis en el rol protagónico (no es la primera vez que encarna a un escritor, anteriormente hizo de Paul Verlaine en TOTAL ECLIPSE, de Agnieszka Holland), mas no así a la ex sex symbol noventera (pero buena actriz) Jacobs. Y claro, lo que se hereda no se hurta en arte, Sophie Auster se roba por segundos toda la atención en una inolvidable acapella, confirmando que el canto (y el modelaje) es lo suyo, no la actuación.

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