Sería buena cosa establecer una actividad reglada para los parados oficiales, aquellos que están en las listas de demanda de empleo en el INEM, como me comentaba días pasados un empresario, presidente a su vez de una asociación patronal sectorial.
Parados oficiales para distinguirlos de los que aparecen en la Encuesta de Población Activa (EPA) pues ya hemos comentado en alguna ocasión que las cifras de parados siempre difieren, las de la EPA de las del INEM, pues éstos cuentan únicamente a los demandantes de empleo que son, en su inmensa mayoría, los que perciben la prestación por desempleo, pues para ello es obligado renovar trimestralmente la demanda de empleo. Pero la EPA cuenta los que no tienen trabajo así figuren o no en el INEM y también indaga en aquellos que, aún con estar encuadrados en las listas del INEM, realizan algún tipo de trabajo remunerado.
Proponía mi interlocutor que todos los parados, acudiesen por la mañana, en jornada de 4 horas, a cursos de formación propios de su especialidad o bien para reciclarse y aprender otro oficio o especialidad. A tal punto, sindicatos y la propia organización del INEM tienen los recursos necesarios del Gobierno o cuantiosas subvenciones para llevar a cabo este cometido que debería mejorarse en cualquier caso. Y, entre otros aspectos, debería tener la condición de obligatorio para los parados, cuya falta de asistencia les haría perder la prestación.
En esta forma se aseguraría la capacitación profesional y perfeccionaría y llenaría de contenido el Real Decreto que regula el procedimiento y los requisitos para la evaluación y acreditación de las competencias profesionales adquiridas a través de la experiencia laboral o de vías no formales de formación, aprobado por el Gobierno en su reunión del Consejo de Ministros del pasado día 17 de julio.
En jornada de tarde, los parados podrían cubrir una serie de trabajos sociales, tales como enseñar el idioma a inmigrantes, ayudarles en su integración, ocuparse de ciertas tareas propias de la ley de dependencia, como complemento de las tareas realizadas para aquellas personas beneficiarias de subvención a la dependencia.
En esta forma, se conseguirían dos objetivos principales de cara a la obligación del Estado para con los parados: A) La formación que tiene siempre un aspecto tedioso y más de cara a quien se siente agobiado por carecer de empleo, se haría obligatoria, pues resulta de extraordinaria necesidad, para los propios parados en primer lugar y para la sociedad en su conjunto que está obligada a progresar en su capacitación laboral y profesional. B) Los propios desempleados se sentirían más útiles a la sociedad, tendrían cubiertas una serie de horas de actividad y aportarían un servicio a la sociedad con su trabajo.
Por otra parte, aquellos desempleados teóricos que tienen un trabajo retribuido al margen del INEM y del subsidio de desempleo, al no poder atender la formación profesional por la mañana y la aportación social por la tarde, convertirían en mucho más transparente las listas de demandantes de empleo del INEM, aliviando la tremenda carga del desempleo.
La asistencia diaria a los oportunos centros de formación propiciaría además el repaso cotidiano de las solicitudes del mercado de trabajo.
Ciertamente la sugerencia de reglar una actividad productiva para los sin empleo tiene sus aspectos positivos. La dispersión de los centros de formación facilitaría la asistencia a los cursos a trabajadores en cualquier lugar de residencia. Los formadores podrían ser otros desempleados más cualificados que también estén percibiendo el subsidio por desempleo. Y por parte de los sindicatos, estrechos colaboradores del Gobierno para la formación, ya están percibiendo importantes subvenciones para este capítulo, por lo que no han de precisar de mayores presupuestos sino tan solo realizar tal actividad con la dedicación que emplean para cualquier otra de sus funciones sindicales.
Lo que parecía una propuesta a vuelapluma, puede ser algo más interesante y convertirse en una auténtica actividad provechosa para los propios trabajadores sin empleo, como para la sociedad en su conjunto que aprovechará la mejor formación y/o reciclaje de sus trabajadores, además de un aporte de trabajo social que se hace muy necesario.