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Jim Hoagland

El desafío de Clinton a Irán

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Me encanta escribir sobre los obsesos del control. No pueden evitar responder de formas que avalan mi tesis.

En una ocasión recibí un rapapolvo telefónico de madrugada de un Secretario del Tesoro identificado en la columna publicada esa mañana como excesivamente sensible a las críticas. Y a principios de este mes, cuando di a entender que la Casa Blanca Obama y el Departamento de Estado Clinton pueden no compartir la agenda al milímetro en todas las cuestiones, fui reprendido con una escena pública de armonía entre estas instituciones. Había cometido el equivalente moral a tocar la campanilla del Dr. Pavlov para los jefes de comunicación de la administración.

Más acerca de ese altercado en la arena política dentro de un momento. El asunto fundamental del momento es el cambiante discurso estadounidense acerca de la capacidad armamentística nuclear de Irán. La Secretario de Estado Hillary Clinton se refirió a ese tema la semana pasada con algunas palabras desafortunadas en el curso de una sesión informal televisada en Tailandia. He aquí la versión de lo que dijo según el New York Times:

"Queremos que Irán calcule lo que creo es una estimación precisa, que si Estados Unidos abre un paraguas defensivo sobre la región, si hacemos aún más por apoyar la capacidad militar de aquellos en el Golfo, es improbable que Irán sea más fuerte o que esté más seguro, porque no será capaz de intimidar o dominar, ya que aparentemente está seguro de poder, una vez disponga de un arma nuclear”.

Estas palabras no son desafortunadas porque estén mal escogidas o sean equivocadas. El problema es que afirman una verdad evidente en un idioma obvio. "Paraguas defensivo" es un eufemismo de décadas de experiencia y teoría de Guerra Fría. Es la abreviatura estratégica del compromiso de que un ataque a nuestro aliado es un ataque contra nosotros, y será afrontado como tal - incluyendo el uso de armas nucleares de ser necesario.

Estados Unidos no ha extendido este tipo de garantía explícita a sus aliados árabes del Golfo. Sin embargo, la Doctrina Carter de 1980 apuntó un compromiso así. Y tuvo lugar un debate interno acalorado e inconcluso durante el segundo mandato de George W. Bush acerca de ampliar el paraguas nuclear estadounidense a Arabia Saudí, Egipto, Turquía y otras potencias regionales con el fin de evitar que aspiren a tener su propio arsenal nuclear.

Escribí con aprobación acerca de esa idea entonces, y aún la apruebo. También resonó durante un debate de campaña en 2008, cuando Hillary Clinton dijo que Estados Unidos "debería ir pensando en crear un paraguas disuasorio que se extienda mucho más allá de Israel." Sus observaciones en Tailandia no han sido estentóreas. Son precisamente lo que Washington debería estar - y sin duda está - estudiando.

Pero el Presidente Obama aún no ha dado el visto bueno a la idea. En realidad la esquivó durante el debate de campaña con Clinton. De forma que en la versión de su portada, el Times se apresuraba a citar a "un alto funcionario de la Casa Blanca" - dejando de lado esa nueva muestra de armonía - como fuente de que la secretario de estado hablaba por ella.

Lo que los medios de comunicación dan, los medios de comunicación lo quitan. Hace dos semanas, después de que sugiriera que el pelotón de obsesionados con el control del mensaje en la Casa Blanca habían mantenido a Clinton alejada de la atención pública durante la fase de arranque de la administración, un "importante" discurso político pronunciado por la secretario de estado era programado inmediatamente para socavar tal idea.

El matiz anodino de su charla encaja en la exhibición pública de armonía. También la considerable visibilidad en el discurso de funcionarios de la Casa Blanca deseosos de ofrecer elogios a Clinton como jugadora en equipo sobre la marcha. Todos fueron debidamente destacados en la prensa - y ahora corren el riesgo de quedar en evidencia a causa de la atención prestada al acto de Clinton en Tailandia, una de las diversas declaraciones contundentes que hizo durante su visita a Asia para demarcar al parecer su postura con más claridad que antes.

Políticos israelíes retrataban de inmediato los comentarios de Clinton en Tailandia como debilitamiento de la postura estadounidense con respecto a Irán sugiriendo que la administración Obama está evaluando escenarios de convivencia con un Irán dotado de armas nucleares.

Eso es demasiado trasnochado. El presidente considera que Irán está desarrollando su potencial armamentístico nuclear a través de su actual programa de enriquecimiento de uranio al que se opone la ONU, me decía un alto funcionario este mes, y no va a aceptar que Irán logre fabricar la bomba a partir del arsenal que está acumulando.

Importantes naciones europeas - incluyendo probablemente a Rusia y Alemania - creen a estas alturas que el mundo tendrá que hacerse a la idea de vivir con ese potencial iraní en lugar de tomar medidas militares o imponer duras sanciones. Ese es un motivo de fricción mucho más importante que cualquier rivalidad en Washington.

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Diario SIGLO XXI dispone de los derechos de publicación en exclusiva para medios digitales españoles de este y muchos otros columnistas del Washington Post Writers Group.

El desafío de Clinton a Irán

Jim Hoagland
Jim Hoagland
miércoles, 29 de julio de 2009, 05:35 h (CET)
Me encanta escribir sobre los obsesos del control. No pueden evitar responder de formas que avalan mi tesis.

En una ocasión recibí un rapapolvo telefónico de madrugada de un Secretario del Tesoro identificado en la columna publicada esa mañana como excesivamente sensible a las críticas. Y a principios de este mes, cuando di a entender que la Casa Blanca Obama y el Departamento de Estado Clinton pueden no compartir la agenda al milímetro en todas las cuestiones, fui reprendido con una escena pública de armonía entre estas instituciones. Había cometido el equivalente moral a tocar la campanilla del Dr. Pavlov para los jefes de comunicación de la administración.

Más acerca de ese altercado en la arena política dentro de un momento. El asunto fundamental del momento es el cambiante discurso estadounidense acerca de la capacidad armamentística nuclear de Irán. La Secretario de Estado Hillary Clinton se refirió a ese tema la semana pasada con algunas palabras desafortunadas en el curso de una sesión informal televisada en Tailandia. He aquí la versión de lo que dijo según el New York Times:

"Queremos que Irán calcule lo que creo es una estimación precisa, que si Estados Unidos abre un paraguas defensivo sobre la región, si hacemos aún más por apoyar la capacidad militar de aquellos en el Golfo, es improbable que Irán sea más fuerte o que esté más seguro, porque no será capaz de intimidar o dominar, ya que aparentemente está seguro de poder, una vez disponga de un arma nuclear”.

Estas palabras no son desafortunadas porque estén mal escogidas o sean equivocadas. El problema es que afirman una verdad evidente en un idioma obvio. "Paraguas defensivo" es un eufemismo de décadas de experiencia y teoría de Guerra Fría. Es la abreviatura estratégica del compromiso de que un ataque a nuestro aliado es un ataque contra nosotros, y será afrontado como tal - incluyendo el uso de armas nucleares de ser necesario.

Estados Unidos no ha extendido este tipo de garantía explícita a sus aliados árabes del Golfo. Sin embargo, la Doctrina Carter de 1980 apuntó un compromiso así. Y tuvo lugar un debate interno acalorado e inconcluso durante el segundo mandato de George W. Bush acerca de ampliar el paraguas nuclear estadounidense a Arabia Saudí, Egipto, Turquía y otras potencias regionales con el fin de evitar que aspiren a tener su propio arsenal nuclear.

Escribí con aprobación acerca de esa idea entonces, y aún la apruebo. También resonó durante un debate de campaña en 2008, cuando Hillary Clinton dijo que Estados Unidos "debería ir pensando en crear un paraguas disuasorio que se extienda mucho más allá de Israel." Sus observaciones en Tailandia no han sido estentóreas. Son precisamente lo que Washington debería estar - y sin duda está - estudiando.

Pero el Presidente Obama aún no ha dado el visto bueno a la idea. En realidad la esquivó durante el debate de campaña con Clinton. De forma que en la versión de su portada, el Times se apresuraba a citar a "un alto funcionario de la Casa Blanca" - dejando de lado esa nueva muestra de armonía - como fuente de que la secretario de estado hablaba por ella.

Lo que los medios de comunicación dan, los medios de comunicación lo quitan. Hace dos semanas, después de que sugiriera que el pelotón de obsesionados con el control del mensaje en la Casa Blanca habían mantenido a Clinton alejada de la atención pública durante la fase de arranque de la administración, un "importante" discurso político pronunciado por la secretario de estado era programado inmediatamente para socavar tal idea.

El matiz anodino de su charla encaja en la exhibición pública de armonía. También la considerable visibilidad en el discurso de funcionarios de la Casa Blanca deseosos de ofrecer elogios a Clinton como jugadora en equipo sobre la marcha. Todos fueron debidamente destacados en la prensa - y ahora corren el riesgo de quedar en evidencia a causa de la atención prestada al acto de Clinton en Tailandia, una de las diversas declaraciones contundentes que hizo durante su visita a Asia para demarcar al parecer su postura con más claridad que antes.

Políticos israelíes retrataban de inmediato los comentarios de Clinton en Tailandia como debilitamiento de la postura estadounidense con respecto a Irán sugiriendo que la administración Obama está evaluando escenarios de convivencia con un Irán dotado de armas nucleares.

Eso es demasiado trasnochado. El presidente considera que Irán está desarrollando su potencial armamentístico nuclear a través de su actual programa de enriquecimiento de uranio al que se opone la ONU, me decía un alto funcionario este mes, y no va a aceptar que Irán logre fabricar la bomba a partir del arsenal que está acumulando.

Importantes naciones europeas - incluyendo probablemente a Rusia y Alemania - creen a estas alturas que el mundo tendrá que hacerse a la idea de vivir con ese potencial iraní en lugar de tomar medidas militares o imponer duras sanciones. Ese es un motivo de fricción mucho más importante que cualquier rivalidad en Washington.

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