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Paco Milla

Bateo de oro en Navelgas

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Lo que quiero contarles hoy, es que independientemente de la edad e ideología política, si lo piensan, nos pasamos la vida buscando oro, buscando esencia, perfume, a todos nos gusta tener en la palma de nuestra mano la pepita que brilla. Hay quien trata de ocultarlo y muestra indeferencia ante la perla, que consigue que todas las bocas se abran ante su vista en claro gesto de admiración, pero es difícil.

Es quizás en la adolescencia, cuando comprendemos y asumimos que hemos de ser nosotros, los que retiremos a nuestros padres de la rutina laboral, que ya fue suficiente, caemos en la cuenta de que alguno de nuestros hermanos pequeños, es muy apto para estudiar y en casa no hay medios, que uno de nuestros amigos necesita una silla de ruedas, para no pasarse la vida en una cama, que nuestro tío Pepon, quizás mejoraría yendo a Houston, que el tejado de la casa familiar pide a gritos ser jubilado, habiendo cumplido su ciclo, que nuestra vecina Antoñita puede sacar a su hija adelante, a pesar de ser viuda, con una pequeña ayuda o que nuestra inteligencia, encontrará el remedio para que nuestro pueblo resurja de sus cenizas, se desarrolle, avance y se convierta en un referente.

Y es entonces cuando irremediablemente nos “enganchamos” a la droga mas dura. ¿Saben el cuento de las 99 monedas? Búsquenlo en Internet. Real como la vida misma, oigan.

Cuando la palabra “generar” solidifica en nuestras entrañas, ya estamos condenados y nos pasaremos el resto de nuestra existencia, siendo esclavos del gran señor: el dinero, el oro, la perla, la luz, aquello que hará posible que consigamos nuestras metas.

Pero a medida que vamos celebrando numerosas nochebuenas, el humano cree entender que el camino del “laboro” es largo y lento, ante lo cual miramos a ambos lados en busca de atajos, teniendo siempre en el centro de nuestra frente una sola idea: el oro.

Solo con la época de perdida de pelo y dilatación abdominal, empezamos a sospechar, que no hay solo un tipo de oro, sino varios.

Es por eso que comenzamos a hacer mas pequeño nuestro circulo de amistades, mas concentrada la cantidad de ambiciones, abrazamos a menos, pero mas fuerte y sinceramente, hablamos menos pero decimos mas, sonreímos menos, porque lo hacemos cuando nos apetece, intentamos aparentar menos, porque nos importa ya un carajo, lo que el vecino piense. Algunos dicen que a esto se le llama envejecer. Yo le llamo: hacerse sabio.

Les parecerá ridículo, pero les cuento esto, porque cuando hoy escuché en los medios que en el concejo de Tineo, en la Asturias vaqueira y occidental se celebra estos días el campeonato del mundo de bateo, no pude evitar sonreír, porque 600 personas, buscan hoy en aquel sitio (Navelgas concretamente) lo que yo, ya encontré.

Es difícil, sumido en el letargo de la siesta, controlar los recuerdos, que son todos aquellos delgados y fibrosos libros, que forman la gran biblioteca llamada memoria. Y mucho mas, cuando no se tienen en absoluto, deseos de controlarlos y desde mi relajo vacacional, el descanso del guerrero, o como quieran llamarlo, les aseguro que, aun, por aquellos lares, quedan muchas pepitas que encontrar, pero aquí no hay atajos…¡hay que buscar, hay que batear y además, nunca es oro todo lo que reluce!

Por eso he de advertirles que, en aquellos bosques, donde la vegetación explota, sin ser consciente de su propia belleza, donde la gastronomía te demuestra que tenias equivocado el significado real de la palabra, donde los peregrinos saludan a San Roque, conscientes del largo trecho restante, pero contentos por la meta volante, donde el viento corta, donde las aspas giran sin parar, deseosas de encontrar Quijote que las distinga… que no, que no encontré el oro tangible, el de ingresar en el Banco de España, el de comprar voluntades, el de anular necesidades, el de acaparar “banalidades”, sino el de verdad, aquel que todos nosotros llevamos dentro.

Encontré el oro mas valioso y por eso mi sonrisa permanece en mi boca, reflejando de esta forma, que mi mente disfruta en su placentero paseo, por tiempos ya pasados, por días ya caducados, pero jamás olvidados.

Si viajan hasta allí, observen como los participantes buscan pepitas, fúndanse con el entorno, dejen que las palabras Lula, Vicenton o Emburria formen parte de su vida, observen la vista desde las cercanías de la plaza de Tineo y cuéntenme donde vieron paisaje parecido, desde el centro mismo del pueblo, déjense llevar y no duden que entre aquellas gentes, acabarán encontrando el tesoro que tanto buscaron. El perfume, la esencia de lo autentico.

Relaciónense con los lugareños y su fino olfato lo captará, después su cerebro lo entenderá. A veces el oro no está en el río, sino en el interior de la gente, en la sinceridad de sus ojos, en la palma de sus manos encallecidas, en sus sonrisas de anfitriones orgullosos, en su hospitalidad, en sus miradas al cielo para que la luz reine o en su inteligente aceptación de que el orbayu empape, sin rebelarse.

Oigan, no dejen de ir. Marquen en su GPS Tineo, Navelgas, Tuña, El Crucero. Todo está cerca de todo. Les aseguro que no lo olvidarán y recuerde: ¡ya no quedan muchos sitios donde encontrar oro, aunque sea del que no brilla al primer vistazo! http://pabormi.miciudadreal.es

Bateo de oro en Navelgas

Paco Milla
Paco Milla
domingo, 26 de julio de 2009, 04:45 h (CET)
Lo que quiero contarles hoy, es que independientemente de la edad e ideología política, si lo piensan, nos pasamos la vida buscando oro, buscando esencia, perfume, a todos nos gusta tener en la palma de nuestra mano la pepita que brilla. Hay quien trata de ocultarlo y muestra indeferencia ante la perla, que consigue que todas las bocas se abran ante su vista en claro gesto de admiración, pero es difícil.

Es quizás en la adolescencia, cuando comprendemos y asumimos que hemos de ser nosotros, los que retiremos a nuestros padres de la rutina laboral, que ya fue suficiente, caemos en la cuenta de que alguno de nuestros hermanos pequeños, es muy apto para estudiar y en casa no hay medios, que uno de nuestros amigos necesita una silla de ruedas, para no pasarse la vida en una cama, que nuestro tío Pepon, quizás mejoraría yendo a Houston, que el tejado de la casa familiar pide a gritos ser jubilado, habiendo cumplido su ciclo, que nuestra vecina Antoñita puede sacar a su hija adelante, a pesar de ser viuda, con una pequeña ayuda o que nuestra inteligencia, encontrará el remedio para que nuestro pueblo resurja de sus cenizas, se desarrolle, avance y se convierta en un referente.

Y es entonces cuando irremediablemente nos “enganchamos” a la droga mas dura. ¿Saben el cuento de las 99 monedas? Búsquenlo en Internet. Real como la vida misma, oigan.

Cuando la palabra “generar” solidifica en nuestras entrañas, ya estamos condenados y nos pasaremos el resto de nuestra existencia, siendo esclavos del gran señor: el dinero, el oro, la perla, la luz, aquello que hará posible que consigamos nuestras metas.

Pero a medida que vamos celebrando numerosas nochebuenas, el humano cree entender que el camino del “laboro” es largo y lento, ante lo cual miramos a ambos lados en busca de atajos, teniendo siempre en el centro de nuestra frente una sola idea: el oro.

Solo con la época de perdida de pelo y dilatación abdominal, empezamos a sospechar, que no hay solo un tipo de oro, sino varios.

Es por eso que comenzamos a hacer mas pequeño nuestro circulo de amistades, mas concentrada la cantidad de ambiciones, abrazamos a menos, pero mas fuerte y sinceramente, hablamos menos pero decimos mas, sonreímos menos, porque lo hacemos cuando nos apetece, intentamos aparentar menos, porque nos importa ya un carajo, lo que el vecino piense. Algunos dicen que a esto se le llama envejecer. Yo le llamo: hacerse sabio.

Les parecerá ridículo, pero les cuento esto, porque cuando hoy escuché en los medios que en el concejo de Tineo, en la Asturias vaqueira y occidental se celebra estos días el campeonato del mundo de bateo, no pude evitar sonreír, porque 600 personas, buscan hoy en aquel sitio (Navelgas concretamente) lo que yo, ya encontré.

Es difícil, sumido en el letargo de la siesta, controlar los recuerdos, que son todos aquellos delgados y fibrosos libros, que forman la gran biblioteca llamada memoria. Y mucho mas, cuando no se tienen en absoluto, deseos de controlarlos y desde mi relajo vacacional, el descanso del guerrero, o como quieran llamarlo, les aseguro que, aun, por aquellos lares, quedan muchas pepitas que encontrar, pero aquí no hay atajos…¡hay que buscar, hay que batear y además, nunca es oro todo lo que reluce!

Por eso he de advertirles que, en aquellos bosques, donde la vegetación explota, sin ser consciente de su propia belleza, donde la gastronomía te demuestra que tenias equivocado el significado real de la palabra, donde los peregrinos saludan a San Roque, conscientes del largo trecho restante, pero contentos por la meta volante, donde el viento corta, donde las aspas giran sin parar, deseosas de encontrar Quijote que las distinga… que no, que no encontré el oro tangible, el de ingresar en el Banco de España, el de comprar voluntades, el de anular necesidades, el de acaparar “banalidades”, sino el de verdad, aquel que todos nosotros llevamos dentro.

Encontré el oro mas valioso y por eso mi sonrisa permanece en mi boca, reflejando de esta forma, que mi mente disfruta en su placentero paseo, por tiempos ya pasados, por días ya caducados, pero jamás olvidados.

Si viajan hasta allí, observen como los participantes buscan pepitas, fúndanse con el entorno, dejen que las palabras Lula, Vicenton o Emburria formen parte de su vida, observen la vista desde las cercanías de la plaza de Tineo y cuéntenme donde vieron paisaje parecido, desde el centro mismo del pueblo, déjense llevar y no duden que entre aquellas gentes, acabarán encontrando el tesoro que tanto buscaron. El perfume, la esencia de lo autentico.

Relaciónense con los lugareños y su fino olfato lo captará, después su cerebro lo entenderá. A veces el oro no está en el río, sino en el interior de la gente, en la sinceridad de sus ojos, en la palma de sus manos encallecidas, en sus sonrisas de anfitriones orgullosos, en su hospitalidad, en sus miradas al cielo para que la luz reine o en su inteligente aceptación de que el orbayu empape, sin rebelarse.

Oigan, no dejen de ir. Marquen en su GPS Tineo, Navelgas, Tuña, El Crucero. Todo está cerca de todo. Les aseguro que no lo olvidarán y recuerde: ¡ya no quedan muchos sitios donde encontrar oro, aunque sea del que no brilla al primer vistazo! http://pabormi.miciudadreal.es

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