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El ataque a dos chicas seguidoras de la selección española es solo la última de una larga lista de agresiones contra la libertad de expresión en Cataluña. En estos últimos días han atacado la vivienda de un ciudadano de Vic que había colgado la bandera española en su balcón; en la universidad leridana han acosado a una profesora no nacionalista; en Bellaterra han amenazado a estudiantes de Sociedad Civil Catalana y las sedes del PP y Ciudadanos han sufrido ataques y escraches, con cristales rotos y amenazas. Digámoslo claramente: en Cataluña la mitad de la población, que no somos secesionistas, vivimos con cierto miedo a expresar libremente nuestras ideas políticas.
Encontrar a personas que quieran ser concejales por partidos constitucionalistas en muchos localidades de la Cataluña interior es tarea imposible y llevar algún símbolo de España en una universidad catalana es literalmente jugarse el pellejo. Quizá ya es hora de acabar con este clima de intimidación que está convirtiendo a Cataluña en una democracia de baja calidad.
No voy a matarme mucho con este artículo. La opinión de mi madre Fisioterapeuta, mi hermana Realizadora de Tv y mía junto a la de otras aportaciones, me basta. Mi madre lo tiene claro, la carne le huele a podrido. No puede ni verla. Sólo desea ver cuerpos de animales poblados de almas. Mi hermana no puede comerla porque sería como comerse uno de sus gatos. Y a mí me alteraría los niveles de la sangre, me sentiría más pesada y con mayor malestar general.
En medio de la vorágine de la vida moderna, donde la juventud parece ser el estándar de valor y el ascensor hacia el futuro, a menudo olvidamos el invaluable tesoro que representan nuestros ancianos. Son como pozos de sabiduría, con profundas raíces que se extienden hasta los cimientos mismos de nuestra existencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, son tratados como meros objetos de contemplación, relegados al olvido y abandonados a su suerte.
Al conocer la oferta a un anciano señor de escasos recursos, que se ganaba su sobrevivencia recolectando botellas de comprarle su perro, éste lo negó, por mucho que las ofertas se superaron de 10 hasta 150 dólares, bajo la razón: "Ni lo vendo, ni lo cambio. El me ama y me es fiel. Su dinero, lo tiene cualquiera, y se pierde como el agua que corre. El cariño de este perrito es insustituible; su cariño y fidelidad es hermoso".
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