Lo que se vivió el jueves desde Girona hasta Barcelona fue algo increíble, que se merece toda clase de calificativos positivos. Sensacional la respuesta del público catalán y de los aficionados que viajaron desde todas las partes de España para vivir una jornada histórica, la primera etapa completa en territorio español. Un día digno de vivir.

El que escribe estas líneas tuvo la gran suerte de poder acudir acreditado a la salida en Girona y al paso del pelotón por Lloret de Mar. Impresionante el ambiente que invadió la ciudad que tuvo el privilegio de acoger el comienzo de la etapa desde las primeras horas del día. Como dicen por Sevilla, había un color especial. Girona amaneció de amarillo. Como cada localidad que se cruzó en el recorrido de aquella caravana que partió de Mónaco el pasado sábado. Lloret fue una de las afortunadas. La gente, como ocurre con La Sansi, la tercera San Silvestre de España, cada mes de diciembre, se echó a la calle para recibir a la “serpiente multicolor”.

En la línea de salida todo el mundo se peleó por captar una imagen de Armstrong, Contador o Sastre, los más aclamados por el público que llenó la zona de los autobuses. Una zona a la que los aficionados no pueden acceder. Muchos de ellos darían dinero por poder entrar en ella y ver de cerca a sus ídolos. Pero aún así, bastantes ciclistas se acercaron al vallado y fimaron autógrafos a las miles de personas que acudieron a la cita. Una cita inolvidable para nuestro país. Girona, Barcelona y todas las poblaciones que las separan, vivieron un día de fiesta. Un ambiente que sólo el Tour de Francia puede provocar.

Durante el recorrido, sin exagerar nada, había gente para llenar varios “Bernabéus” y “Camp Nous”. Un evento tan sólo superado por los Juegos Olímpicos y los Mundiales de fútbol. Y ojalá que pronto, muy pronto, tengamos la suerte de que la ronda gala toque de nuevo suelo español. Seguro que los organizadores habrán tomado nota. Ni la lluvia evitó la fiesta.