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Marie Cocco

Una lacra tan antigua como el sufragio

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Como diría Donald Rumsfeld, solamente hay un hecho conocido en la avalancha de especulaciones despertada por el anuncio de Sarah Palin de que dimite como gobernadora de Alaska: Los medios harán que Palin esté en el candelero un tiempo más casi seguro.

Su libro de próxima publicación va a ser objeto de quién sabe qué análisis, y su evidente potencial de recaudación en el circuito conservador de conferencias significa que hasta evitando una futura apuesta por un cargo en la administración, es muy probable que permanezca en el ojo del huracán.

Y es igualmente probable que los medios sigan sometiendo a Palin al mismo sexismo sin contemplaciones que ha sido dirigido hacia ella desde las primeras horas después de que John McCain anunciase que era su elección como candidato Republicano a la vicepresidencia -- y que ha seguido impulsando la cobertura informativa de ella, desde el principio hasta el final de un extenso perfil político en el número actual de Vanity Fair.

Casi igual de seguro es que mis colegas intentarán defender lo indefendible como algo que Palin se ha provocado sola -- por ser demasiado ignorante, demasiado impredecible, demasiado picajosa, demasiado hipócrita, demasiado independiente de los hechos, demasiado torpe para un cargo público, demasiado coqueta, hasta (BEG ITAL)fértil de manera demasiado evidente(END ITAL)

Sí, esa es una de las afirmaciones que se hacen en el perfil de Vanity Fair. Se afirma que Palin es "la primera mujer incuestionablemente fértil que se atreve a nadar con los tiburones," y observa que algunos de los ayudantes de campaña de McCain (sin dar ningún nombre, por supuesto) especularon con la idea de que las erráticas actuaciones de Palin el pasado otoño pudieran haber estado relacionadas con una depresión postparto que podría haber sufrido unos cuantos meses después del nacimiento de su hijo Trig.

Para no quedarse atrás, Rick Sánchez, presentando la cobertura de la cadena CNN del anuncio de dimisión de Palin, planteaba, "¿Oye, no será que se ha vuelto a quedar embarazada?" Una Candy Crowley con una voz que no llegaba al cuello de la camisa sólo atinó a responder: "Bueno, yo, yo ciertamente desconozco la respuesta a esta última idea."

En este punto, voy a proporcionar las aclaraciones de rigor: Discrepo categóricamente con la ideología de Palin y con sus recetas políticas en casi cada uno de los temas de debate. También yo encuentro preocupante su vacío intelectual tratándose de un funcionario público, y encuentro su juicio patentemente pobre motivo de inhabilitación.

Nada de esto excusa la hipocresía sexista con la que, al igual que Hillary Clinton antes que ella, Palin lleva siendo medida desde que saltó a la escena nacional.

Inmediatamente después de que se anunciara la elección de Palin por parte de McCain -- sin tener ni idea de los antecedentes de Palin en la gobernación, sin tener ninguna sospecha de que no estuviera preparada para ocupar un puesto en la administración y mal asesorados en los rigores de una campaña nacional -- figuras de los medios de referencia cuestionaban públicamente si era plausible presentarse a la vicepresidencia y ser la madre de cinco hijos a la vez.

La histeria sexista se convirtió en la tónica muchas semanas antes de que Palin se viniera abajo durante el interrogatorio de Katie Couric en aquella importante -- y, hay que notar, totalmente profesional -- entrevista en CBS News.

Casi al mismo tiempo que ella finalizaba su importante discurso en la Convención Nacional Republicana, un columnista de la revista progresista virtual Salon llamaba a Palin "la dominatrix" y "un bellezón cabezahueca," se refería a su "diálogo de tía buena" -- y describía su discurso en la convención como cargado con la suficiente energía sexual para provocar "una erección colectiva" a sus partidarios congregados. Otro columnista de Salon describía a Palin como "la esposa cristiana impoluta disfrazada de 'bibliotecaria calentona'" que, para la mayor parte de los Republicanos ideológicos, era "el desplegable a toda página de una revista de porno duro."

Palin tuvo el mote al principio de "la Barbie Católica" y "Barbie Caribú" -- términos lanzados por tertulianos de nivel, que encuentran aceptable equiparar a Palin con una muñeca de moda de proporciones imposibles. El epíteto Barbie marcó a Palin como objeto de fascinación sexualizada mucho antes de salir a la luz que la candidata a la vicepresidencia había utilizado fondos del Partido Republicano para montarse un caro fondo de armario.

¿Desde cuándo una muestra de sexismo tan vil se ha vuelto aceptable en el discurso público?

¿Por qué persiste hoy la misma condescendencia ausente y critica sin reservas que los medios de hace un siglo manifestaban hacia las sufragistas?

Lo más probable es que Palin desaparezca como figura política relevante para todo el mundo exceptuando a sus admiradores de la derecha. Más relevante es no plantear lo que va a hacer ahora, sino cómo van a tratar los medios políticos a la próxima Sarah Palin o Hillary Clinton -- quien, recordará, fue sometida a un análisis exhaustivo por el Washington Post que no se dejó ni el minúsculo escote que asomaba por el traje sastre. Apareció meses antes de depositarse los primeros votos en las primarias Demócratas.

Más de 100 años de cobertura mediática sexista de las líderes políticos son, para mí, más que suficientes. Que lo sean para alguien más está por verse.

____________________

Diario SIGLO XXI dispone de los derechos de publicación en exclusiva para medios digitales españoles de este y muchos otros columnistas del Washington Post Writers Group.

Una lacra tan antigua como el sufragio

Marie Cocco
Marie Cocco
miércoles, 8 de julio de 2009, 13:33 h (CET)
Como diría Donald Rumsfeld, solamente hay un hecho conocido en la avalancha de especulaciones despertada por el anuncio de Sarah Palin de que dimite como gobernadora de Alaska: Los medios harán que Palin esté en el candelero un tiempo más casi seguro.

Su libro de próxima publicación va a ser objeto de quién sabe qué análisis, y su evidente potencial de recaudación en el circuito conservador de conferencias significa que hasta evitando una futura apuesta por un cargo en la administración, es muy probable que permanezca en el ojo del huracán.

Y es igualmente probable que los medios sigan sometiendo a Palin al mismo sexismo sin contemplaciones que ha sido dirigido hacia ella desde las primeras horas después de que John McCain anunciase que era su elección como candidato Republicano a la vicepresidencia -- y que ha seguido impulsando la cobertura informativa de ella, desde el principio hasta el final de un extenso perfil político en el número actual de Vanity Fair.

Casi igual de seguro es que mis colegas intentarán defender lo indefendible como algo que Palin se ha provocado sola -- por ser demasiado ignorante, demasiado impredecible, demasiado picajosa, demasiado hipócrita, demasiado independiente de los hechos, demasiado torpe para un cargo público, demasiado coqueta, hasta (BEG ITAL)fértil de manera demasiado evidente(END ITAL)

Sí, esa es una de las afirmaciones que se hacen en el perfil de Vanity Fair. Se afirma que Palin es "la primera mujer incuestionablemente fértil que se atreve a nadar con los tiburones," y observa que algunos de los ayudantes de campaña de McCain (sin dar ningún nombre, por supuesto) especularon con la idea de que las erráticas actuaciones de Palin el pasado otoño pudieran haber estado relacionadas con una depresión postparto que podría haber sufrido unos cuantos meses después del nacimiento de su hijo Trig.

Para no quedarse atrás, Rick Sánchez, presentando la cobertura de la cadena CNN del anuncio de dimisión de Palin, planteaba, "¿Oye, no será que se ha vuelto a quedar embarazada?" Una Candy Crowley con una voz que no llegaba al cuello de la camisa sólo atinó a responder: "Bueno, yo, yo ciertamente desconozco la respuesta a esta última idea."

En este punto, voy a proporcionar las aclaraciones de rigor: Discrepo categóricamente con la ideología de Palin y con sus recetas políticas en casi cada uno de los temas de debate. También yo encuentro preocupante su vacío intelectual tratándose de un funcionario público, y encuentro su juicio patentemente pobre motivo de inhabilitación.

Nada de esto excusa la hipocresía sexista con la que, al igual que Hillary Clinton antes que ella, Palin lleva siendo medida desde que saltó a la escena nacional.

Inmediatamente después de que se anunciara la elección de Palin por parte de McCain -- sin tener ni idea de los antecedentes de Palin en la gobernación, sin tener ninguna sospecha de que no estuviera preparada para ocupar un puesto en la administración y mal asesorados en los rigores de una campaña nacional -- figuras de los medios de referencia cuestionaban públicamente si era plausible presentarse a la vicepresidencia y ser la madre de cinco hijos a la vez.

La histeria sexista se convirtió en la tónica muchas semanas antes de que Palin se viniera abajo durante el interrogatorio de Katie Couric en aquella importante -- y, hay que notar, totalmente profesional -- entrevista en CBS News.

Casi al mismo tiempo que ella finalizaba su importante discurso en la Convención Nacional Republicana, un columnista de la revista progresista virtual Salon llamaba a Palin "la dominatrix" y "un bellezón cabezahueca," se refería a su "diálogo de tía buena" -- y describía su discurso en la convención como cargado con la suficiente energía sexual para provocar "una erección colectiva" a sus partidarios congregados. Otro columnista de Salon describía a Palin como "la esposa cristiana impoluta disfrazada de 'bibliotecaria calentona'" que, para la mayor parte de los Republicanos ideológicos, era "el desplegable a toda página de una revista de porno duro."

Palin tuvo el mote al principio de "la Barbie Católica" y "Barbie Caribú" -- términos lanzados por tertulianos de nivel, que encuentran aceptable equiparar a Palin con una muñeca de moda de proporciones imposibles. El epíteto Barbie marcó a Palin como objeto de fascinación sexualizada mucho antes de salir a la luz que la candidata a la vicepresidencia había utilizado fondos del Partido Republicano para montarse un caro fondo de armario.

¿Desde cuándo una muestra de sexismo tan vil se ha vuelto aceptable en el discurso público?

¿Por qué persiste hoy la misma condescendencia ausente y critica sin reservas que los medios de hace un siglo manifestaban hacia las sufragistas?

Lo más probable es que Palin desaparezca como figura política relevante para todo el mundo exceptuando a sus admiradores de la derecha. Más relevante es no plantear lo que va a hacer ahora, sino cómo van a tratar los medios políticos a la próxima Sarah Palin o Hillary Clinton -- quien, recordará, fue sometida a un análisis exhaustivo por el Washington Post que no se dejó ni el minúsculo escote que asomaba por el traje sastre. Apareció meses antes de depositarse los primeros votos en las primarias Demócratas.

Más de 100 años de cobertura mediática sexista de las líderes políticos son, para mí, más que suficientes. Que lo sean para alguien más está por verse.

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