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Etiquetas | Política | Venezuela
Esta ha sido la semana de Venezuela en las tertulias dicharacheras y los foros económicos de la divinidad

Empacho bolivariano, que no venezolano

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Nuestros políticos de ida y vuelta y nuestros medios de comunicación que nos trasladan puntualmente las bienintencionadas querencias de quienes se creen lúcidos y diligentes intervinientes en la cosa pública a nivel estatal, se han empleado a fondo estos últimos días para referirnos a cada momento las penalidades que atraviesa la cotidianidad venezolana fastidiada por otro Nicolás de moda. Unos y otros han conseguido que los españoles sepamos de la escasez de alimentos básicos en los supermercados de Maracaibo o de medicamentos de primer orden en las boticas de San Cristóbal, estemos al corriente de los ejercicios militares llevados a cabo en Vargas o de las infames zancadillas del Tribunal Supremo para con el Parlamento, conversemos sobre la persecución política vivida en Caracas y en todo el territorio del país del Orinoco, y comprendamos la conveniencia de la presencia y/o dedicación política española allí, aquí y ahora. Pero intuyo no equivocarme cuando digo que la comprensión intentada sobre la utilidad de tratar el tema de Venezuela en un momento tan peculiar e inédito como el que soportamos en España ha quedado en eso, en una intención sin más recorrido, provocando en muchos el efecto contrario al pretendido.

Estamos de acuerdo en que ni Venezuela ni ningún otro país del orbe se merece servidores públicos irrespetuosos con los principios democráticos. Estamos de acuerdo en que una sociedad como la venezolana merece nuestro más firme apoyo condenando cualquier forma de tropelía practicada en su perjuicio con ocasión de violaciones de los derechos fundamentales, las libertades públicas y, en fin, el orden constitucional. Estamos de acuerdo en que si perdiéramos de vista a Maduro y sus fieles secuaces definitivamente, todos seríamos más dichosos. Pero estamos de acuerdo también en que los problemas que afectan a Venezuela no son cualitativamente superiores a los que afligen otras zonas del planeta, igualmente lejanas de nuestras fronteras como son el África subsahariana, Oriente Medio o el Sudeste asiático, en donde hay tiranos que no mueven un dedo por la distribución equitativa de la riqueza, el fomento y la consolidación de un Estado del Bienestar, o el irreprochable funcionamiento del pluralismo político en todas sus vertientes. Y así las cosas nos preguntamos por qué razón nuestros representantes políticos no extienden sus oportunas giras visitando otros países rotos, por qué no llevan sus calculadas objeciones a otros regímenes enemigos de la dignidad humana, o por qué no incluyen a otros Estados con compatriotas y expatriados nuestros en las agendas de tal o cual consejo gubernamental. Y así las cosas nos preguntamos por qué razón nuestros representantes políticos prefieren acercarse a la casa de los entrevistadores de moda o recibirlos en la suya propia y no detenerse en “El Rancho” -uno de los poblados chabolistas levantados cerca de Torrespaña- para conocer de primera mano qué es una infravivienda y cómo se vive en ella realmente, por qué no se dan una vuelta por un comedor escolar y escuchan de boca de las monitoras cómo ellas dan ración doble de comida a los alumnos que llegan hambrientos e incluso han caído desmayados en alguna ocasión en el aula, en el baño, en el patio…, o por qué no se han reunido para articular y suscribir una declaración conjunta expresando su recelo y su rechazo sin fisuras en relación con el auge imparable del neofascismo constatado hace escasas fechas en Austria con ocasión de los últimos comicios presidenciales. ¿De verdad están capacitados nuestros políticos nacionales para limar posturas mediando entre los seguidores de Maduro y los opositores cuando se muestran incapaces para propiciar un consenso pluripartidista y formar o dejar formar gobierno en España para buen fin del interés general? ¿La inclinación por la realidad venezolana vista estos días es sincera u oportunista? ¿No favorece todo esto a los intereses electorales de la formación morada pro chavista?

Hubo varias semanas dedicadas a Grecia y acabamos saturados de las continuas torpezas de Tsipras, el inquietante discóbolo. Esta ha sido la semana de Venezuela en las tertulias dicharacheras y los foros económicos de la divinidad, y hemos acabado hartos de las iniquidades de Nicolás, el padrecito bolivariano. Desconcierta pensar que tenemos el Congreso de los Diputados más arcoirizado de la historia de la democracia reciente y, sin embargo, la actualidad se empeña en vestir de color cardenal ateo porque, entre otras razones, los otros colores pensantes sucumben a él o caen en su grosero juego. Y no huelga señalar que la política y los medios de comunicación no debieran comportarse como unos grandes almacenes ofreciendo productos informativos de un país u otro, según sus particulares necesidades políticas y económicas. Resulta complicado entender cómo el interés de nuestros políticos y medios de comunicación ha sido tan exacerbado en cuanto a Venezuela en apenas unos días, y la atención informativa no se ha diversificado mayormente prestando atención a otros temas de calado con iguales tiempos y medios. Ni Venezuela es una circunscripción electoral española más de la que sacar rédito el próximo 26 de junio, ni es una plataforma a la que acudir en persona o dirigirse a través del plasma para razonar lo que convenga en un abrir y cerrar de ojos, por muy políticamente correcto que sea el contenido de la exposición, cuando en casa propia está todo por hacer y otras casas similares a Venezuela merecen igual dedicación y preocupación. El empacho por los gestos y discursos bolivarianos del mandatario inmaduro seguramente haya alcanzado el clímax esta semana entre nosotros. Auguro la misma suerte para quienes vienen ya pidiéndonos nuevamente su confianza en forma de voto. De seguir así se nos indigestarán bien pronto habiéndoselo ganado a pulso.

Empacho bolivariano, que no venezolano

Esta ha sido la semana de Venezuela en las tertulias dicharacheras y los foros económicos de la divinidad
Emilio Amezcua
domingo, 29 de mayo de 2016, 11:46 h (CET)
Nuestros políticos de ida y vuelta y nuestros medios de comunicación que nos trasladan puntualmente las bienintencionadas querencias de quienes se creen lúcidos y diligentes intervinientes en la cosa pública a nivel estatal, se han empleado a fondo estos últimos días para referirnos a cada momento las penalidades que atraviesa la cotidianidad venezolana fastidiada por otro Nicolás de moda. Unos y otros han conseguido que los españoles sepamos de la escasez de alimentos básicos en los supermercados de Maracaibo o de medicamentos de primer orden en las boticas de San Cristóbal, estemos al corriente de los ejercicios militares llevados a cabo en Vargas o de las infames zancadillas del Tribunal Supremo para con el Parlamento, conversemos sobre la persecución política vivida en Caracas y en todo el territorio del país del Orinoco, y comprendamos la conveniencia de la presencia y/o dedicación política española allí, aquí y ahora. Pero intuyo no equivocarme cuando digo que la comprensión intentada sobre la utilidad de tratar el tema de Venezuela en un momento tan peculiar e inédito como el que soportamos en España ha quedado en eso, en una intención sin más recorrido, provocando en muchos el efecto contrario al pretendido.

Estamos de acuerdo en que ni Venezuela ni ningún otro país del orbe se merece servidores públicos irrespetuosos con los principios democráticos. Estamos de acuerdo en que una sociedad como la venezolana merece nuestro más firme apoyo condenando cualquier forma de tropelía practicada en su perjuicio con ocasión de violaciones de los derechos fundamentales, las libertades públicas y, en fin, el orden constitucional. Estamos de acuerdo en que si perdiéramos de vista a Maduro y sus fieles secuaces definitivamente, todos seríamos más dichosos. Pero estamos de acuerdo también en que los problemas que afectan a Venezuela no son cualitativamente superiores a los que afligen otras zonas del planeta, igualmente lejanas de nuestras fronteras como son el África subsahariana, Oriente Medio o el Sudeste asiático, en donde hay tiranos que no mueven un dedo por la distribución equitativa de la riqueza, el fomento y la consolidación de un Estado del Bienestar, o el irreprochable funcionamiento del pluralismo político en todas sus vertientes. Y así las cosas nos preguntamos por qué razón nuestros representantes políticos no extienden sus oportunas giras visitando otros países rotos, por qué no llevan sus calculadas objeciones a otros regímenes enemigos de la dignidad humana, o por qué no incluyen a otros Estados con compatriotas y expatriados nuestros en las agendas de tal o cual consejo gubernamental. Y así las cosas nos preguntamos por qué razón nuestros representantes políticos prefieren acercarse a la casa de los entrevistadores de moda o recibirlos en la suya propia y no detenerse en “El Rancho” -uno de los poblados chabolistas levantados cerca de Torrespaña- para conocer de primera mano qué es una infravivienda y cómo se vive en ella realmente, por qué no se dan una vuelta por un comedor escolar y escuchan de boca de las monitoras cómo ellas dan ración doble de comida a los alumnos que llegan hambrientos e incluso han caído desmayados en alguna ocasión en el aula, en el baño, en el patio…, o por qué no se han reunido para articular y suscribir una declaración conjunta expresando su recelo y su rechazo sin fisuras en relación con el auge imparable del neofascismo constatado hace escasas fechas en Austria con ocasión de los últimos comicios presidenciales. ¿De verdad están capacitados nuestros políticos nacionales para limar posturas mediando entre los seguidores de Maduro y los opositores cuando se muestran incapaces para propiciar un consenso pluripartidista y formar o dejar formar gobierno en España para buen fin del interés general? ¿La inclinación por la realidad venezolana vista estos días es sincera u oportunista? ¿No favorece todo esto a los intereses electorales de la formación morada pro chavista?

Hubo varias semanas dedicadas a Grecia y acabamos saturados de las continuas torpezas de Tsipras, el inquietante discóbolo. Esta ha sido la semana de Venezuela en las tertulias dicharacheras y los foros económicos de la divinidad, y hemos acabado hartos de las iniquidades de Nicolás, el padrecito bolivariano. Desconcierta pensar que tenemos el Congreso de los Diputados más arcoirizado de la historia de la democracia reciente y, sin embargo, la actualidad se empeña en vestir de color cardenal ateo porque, entre otras razones, los otros colores pensantes sucumben a él o caen en su grosero juego. Y no huelga señalar que la política y los medios de comunicación no debieran comportarse como unos grandes almacenes ofreciendo productos informativos de un país u otro, según sus particulares necesidades políticas y económicas. Resulta complicado entender cómo el interés de nuestros políticos y medios de comunicación ha sido tan exacerbado en cuanto a Venezuela en apenas unos días, y la atención informativa no se ha diversificado mayormente prestando atención a otros temas de calado con iguales tiempos y medios. Ni Venezuela es una circunscripción electoral española más de la que sacar rédito el próximo 26 de junio, ni es una plataforma a la que acudir en persona o dirigirse a través del plasma para razonar lo que convenga en un abrir y cerrar de ojos, por muy políticamente correcto que sea el contenido de la exposición, cuando en casa propia está todo por hacer y otras casas similares a Venezuela merecen igual dedicación y preocupación. El empacho por los gestos y discursos bolivarianos del mandatario inmaduro seguramente haya alcanzado el clímax esta semana entre nosotros. Auguro la misma suerte para quienes vienen ya pidiéndonos nuevamente su confianza en forma de voto. De seguir así se nos indigestarán bien pronto habiéndoselo ganado a pulso.

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