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Antonio Álvarez

El Barroco del deporte español

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Pau Gasol consiguió el domingo el anillo de vencedor de la mejor liga de baloncesto del mundo, la NBA, poco después de que Marc Gené cruzó el primero la línea de meta en Las 24 horas de Le Mans. Otros dos hitos que derrumba el deporte español muy acostumbrado en las últimas décadas a derribar techos a una velocidad casi supersónica. Cuesta pensar hasta dónde llegarán nuestros deportistas. Antes se necesitaban pocos dedos para contar los éxitos nacionales que se resumían en dos o tres nombres: Ángel Nieto, Severiano Ballesteros o Manolo Santana. Ahora resulta complicado señalar qué eventos de la élite mundial no han sido conquistados por algún compatriota.

Da igual la modalidad, si es individual o en equipo, si es hombre o mujer. Desde Bahamontes hasta Edurne Pasaban; desde el gol de Marcelino hasta el combinado de sincronizada de Gemma Mengual; desde Joaquín Blume hasta Joane Somarriba; desde Paquillo Fernández Ochoa hasta Arantxa Sánchez Vicario. Al deportista español se le resisten pocos logros. Se ha convertido en un atleta tenaz, humilde, constante y, lo más importante, ganador.

Acostumbrados a un pesimismo y un costumbrismo a la derrota que se prolongaban casi desde la pérdida de Cuba, ha tenido que ser el deporte quien recupere el ánimo de un país imbuido en una confusión de identidad y una confrontación interna constante. El baloncesto, el balonmano, el fútbol sala, el waterpolo y hasta el suspicaz fútbol, todos los equipos han dado motivos de alegría a la afición.
Se puede decir que el deporte español vive su Barroco. Aquel movimiento cultural y artístico del siglo XVII conoció la edad de oro de la literatura española, pero rodeado de una gran crisis económica y social, con una visión pesimista de la vida, una prominente corrupción política y la desmembración del Imperio conquistado cien años antes. Ahora tenemos todo eso, salvo el trance imperial. Entonces estaban Lope de Vega, Luís de Góngora y Francisco de Quevedo. Ahora tenemos a Pau Gasol, Fernando Alonso y Rafael Nadal.

¿Cuál será el próximo pico a conquistar? ¿El Mundial de Sudáfrica? Quién sabe. Ahora más que nunca la tendencia invita a soñar.

El Barroco del deporte español

Antonio Álvarez
Antonio Álvarez
miércoles, 17 de junio de 2009, 22:43 h (CET)
Pau Gasol consiguió el domingo el anillo de vencedor de la mejor liga de baloncesto del mundo, la NBA, poco después de que Marc Gené cruzó el primero la línea de meta en Las 24 horas de Le Mans. Otros dos hitos que derrumba el deporte español muy acostumbrado en las últimas décadas a derribar techos a una velocidad casi supersónica. Cuesta pensar hasta dónde llegarán nuestros deportistas. Antes se necesitaban pocos dedos para contar los éxitos nacionales que se resumían en dos o tres nombres: Ángel Nieto, Severiano Ballesteros o Manolo Santana. Ahora resulta complicado señalar qué eventos de la élite mundial no han sido conquistados por algún compatriota.

Da igual la modalidad, si es individual o en equipo, si es hombre o mujer. Desde Bahamontes hasta Edurne Pasaban; desde el gol de Marcelino hasta el combinado de sincronizada de Gemma Mengual; desde Joaquín Blume hasta Joane Somarriba; desde Paquillo Fernández Ochoa hasta Arantxa Sánchez Vicario. Al deportista español se le resisten pocos logros. Se ha convertido en un atleta tenaz, humilde, constante y, lo más importante, ganador.

Acostumbrados a un pesimismo y un costumbrismo a la derrota que se prolongaban casi desde la pérdida de Cuba, ha tenido que ser el deporte quien recupere el ánimo de un país imbuido en una confusión de identidad y una confrontación interna constante. El baloncesto, el balonmano, el fútbol sala, el waterpolo y hasta el suspicaz fútbol, todos los equipos han dado motivos de alegría a la afición.
Se puede decir que el deporte español vive su Barroco. Aquel movimiento cultural y artístico del siglo XVII conoció la edad de oro de la literatura española, pero rodeado de una gran crisis económica y social, con una visión pesimista de la vida, una prominente corrupción política y la desmembración del Imperio conquistado cien años antes. Ahora tenemos todo eso, salvo el trance imperial. Entonces estaban Lope de Vega, Luís de Góngora y Francisco de Quevedo. Ahora tenemos a Pau Gasol, Fernando Alonso y Rafael Nadal.

¿Cuál será el próximo pico a conquistar? ¿El Mundial de Sudáfrica? Quién sabe. Ahora más que nunca la tendencia invita a soñar.

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