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El inesperado final de un plan perfecto

Sorpresas te da la vida

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La primera jornada del candidato en V cumplió sobradamente los objetivos de insuflar ánimos a la oposición (que es quien había diseñado la logística del viaje) y de captar toda la cuota de pantalla posible para revitalizar una precampaña de perfil bajo y desalentador. La inseguridad del entorno le otorgaba un aura de compromiso valiente que no podía sino dejar en mal lugar a sus rivales ideológicos. Sus asesores habían calculado que esa misma tarde el gobierno presidencialista de V proclamaría por todos sus canales mediáticos la inmediata expulsión del país del Ciudadano invasor. Esa misma noche asistió a un emotivo banquete celebrado en la embajada, donde pudo practicar un gran golpe de efecto ordenando que su cubierto fuera destinado a los parias y desabastecidos. Muchos le vitorearon, otros tantos le cosieron a peticiones. Prometió estudiarlas en la medida que su agenda lo permitiera.

Como nadie decidió expulsarle de inmediato, los siguientes días participó en más actos del partido opositor. Conoció más de cerca a los influyentes y a los muertos de hambre. Se sorprendía de la simpatía que despertaba en muchos, máxime cuando ya estaba acostumbrado a experimentarla. Desde su país le pidieron que regresara, que ya era tiempo. Rodeado de esa extraña mezcla de esperanza, adulación y desamparo decidió esperar un día, que fueron dos y luego siete. Al octavo surgieron las primeras voces para elegirlo candidato local de la agrupación. Intentó excusarse pero no se lo permitieron. Mientras iba dando largas a ambos lados del atlántico, el líder de la oposición apareció comprometido en un asunto muy feo. Los primeros apoyos a que el candidato lo sustituyera pasaron a ser legión. En el fondo él ya llevaba días deseándolo.

Sorpresas te da la vida

El inesperado final de un plan perfecto
Ángel Pontones Moreno
jueves, 26 de mayo de 2016, 09:02 h (CET)
La primera jornada del candidato en V cumplió sobradamente los objetivos de insuflar ánimos a la oposición (que es quien había diseñado la logística del viaje) y de captar toda la cuota de pantalla posible para revitalizar una precampaña de perfil bajo y desalentador. La inseguridad del entorno le otorgaba un aura de compromiso valiente que no podía sino dejar en mal lugar a sus rivales ideológicos. Sus asesores habían calculado que esa misma tarde el gobierno presidencialista de V proclamaría por todos sus canales mediáticos la inmediata expulsión del país del Ciudadano invasor. Esa misma noche asistió a un emotivo banquete celebrado en la embajada, donde pudo practicar un gran golpe de efecto ordenando que su cubierto fuera destinado a los parias y desabastecidos. Muchos le vitorearon, otros tantos le cosieron a peticiones. Prometió estudiarlas en la medida que su agenda lo permitiera.

Como nadie decidió expulsarle de inmediato, los siguientes días participó en más actos del partido opositor. Conoció más de cerca a los influyentes y a los muertos de hambre. Se sorprendía de la simpatía que despertaba en muchos, máxime cuando ya estaba acostumbrado a experimentarla. Desde su país le pidieron que regresara, que ya era tiempo. Rodeado de esa extraña mezcla de esperanza, adulación y desamparo decidió esperar un día, que fueron dos y luego siete. Al octavo surgieron las primeras voces para elegirlo candidato local de la agrupación. Intentó excusarse pero no se lo permitieron. Mientras iba dando largas a ambos lados del atlántico, el líder de la oposición apareció comprometido en un asunto muy feo. Los primeros apoyos a que el candidato lo sustituyera pasaron a ser legión. En el fondo él ya llevaba días deseándolo.

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