Durante el desayuno he estado ojeando el artículo publicado por el filósofo José Antonio Marina en el suplemento “Estilos de Vida” de La Vanguardia. Seguía reflexionando -el articulo de hoy era la segunda parte-, sobre la perdida de la autoridad en el mundo contemporáneo, concretamente, sobre “la necesidad de recuperar la autoridad, el prestigio, de las instituciones, ya sean, políticas, educativas, económicas, jurídicas,…”, etcétera, etcétera, etcétera.
Mientras lo leía, he recordado las palabras del ex presidente del Gobierno y responsable de FAES, José María Aznar, cuando afirmaba esta misma semana en una conferencia celebrada en ESADE, que "España necesita personas con capacidad de liderazgo, con convicciones, con principios, con valores, con plena confianza en nuestra capacidad para salir de la crisis".
Debo confesarles que el debate sobre estos temas me llena de satisfacción a la par que me enriquece. ¿Por qué?
Sencillamente, por que el clamor popular silenciado por medios de comunicación afines al poder, los chascarrillos íntimos y personales que se han lanzado los candidatos durante esta campaña electoral, la desidia de los ciudadanos reflejada en las urnas este pasado domingo, y los conflictos políticos, educativos y sociales que estamos viviendo últimamente en nuestro país, reclaman buenos representantes, íntegros, que vivan, no solo lo que dicen , sino que sean un modelo que pueda ser imitado.
Como bien dice en su articulo José Antonio Marín: “Para prestigiar la política, la judicatura, la escuela, la familia, tenemos que recordar previamente que son instituciones fundamentales. Y, en segundo lugar, que son instituciones exigentes…, que les exige convertirse en buenos representantes”.
Y en conceptos como servicio, autoridad, trabajo bien hecho buscando el bien común, prestigio, respeto,…. está el meollo de la cuestión.
Es más, buscar la excelencia defendiendo la verdad y protegiendo la dignidad del ser humano es un proyecto noble. Y por tanto necesita de lideres de los que nos podamos fiar, que se jueguen la vida en defensa de unos principios, sin miedo, con honradez y autenticidad.
Aquí dejo algunas sugerencias de los ciudadanos de a pie sobre las cualidades que debemos exigir en nuestros líderes:
• Que sepa escuchar y tenga sensibilidad para entender los problemas del ciudadano.
• Que no se dejen llevar por intereses económicos, de poder, por oscuros intereses políticos o, simplemente, por salir en la foto.
• Que no se dejen llevar por la manipulación, la tibieza en las justificaciones, la falsedad, la soberbia y el cinismo en sus apreciaciones.
• Que sean honestos, justos, y que no caiga en favoritismos, en juegos sucios, en intereses propios.
• Que sean trasparentes, coherentes y honrados en su gestión.
• Con el compromiso de servir desinteresadamente.
• Que inspire confianza y de buen ejemplo.
• Con entereza, valentía y aceptación de las adversidades, incluso, para lidiar con lo políticamente correcto a la hora de seguir los dictados de su conciencia.
• Que no abandonen sus creencias e ideales.
• Que vuelvan a poner de moda el verdadero significado de palabras como coherencia, respeto, confianza, entereza, tolerancia y veracidad.
En fin, seguramente se me olvidan muchas cualidades, pero, no por ello me resisto a aconsejar a nuestros gobernantes una pequeña reflexión, puesto que, a todos nos “gustan las personas que se comportan como lo que hay escrito en su tarjeta de visita”.