Esta semana se está disputando la Dauphiné Libéré, el mini Tour, la carrera que incluye todas las especialidades de etapas de una vuelta de tres semanas en tan sólo ocho días. Es la última prueba para los ciclistas de cara al Tour de Francia. Una cita donde los corredores se ponen a punto para llegar en el mejor momento de forma posible a uno de los objetivos, o el principal, de la temporada.
Este año la edición estaba comandada por Cadel Evans hasta la llegada del Mont Ventoux, el puerto que decidirá la “Grande Boucle” en la víspera de la llegada a París. Un coloso que Valverde puso en llamas. Atacó en modo de mensaje a aquellos que no le quieren dejar disputar el Tour y acabó alcanzando la gloria del maillot amarillo, y de la mejor manera, como un auténtico señor.
El murciano supo recompensar el gran trabajo que Sylvester Szmyd hizo para que el dúo formado por Valverde y él se alejase del grupo de los favoritos. No hubo ni trato ni nada por el estilo, pero el del Caisse d´Epargne sabe que en el deporte no sólo sirven las victorias y esperó al hombre del Liquigas cuando a éste le abandonaron las fuerzas, a pesar de que perdió un tiempo que le puede costar la carrera. Fue un detalle que seguro que al polaco nunca se le olvidará.
Es complicado ver una situación similar en el ciclismo, porque parar a tus piernas es difícil cuando acaricias el triunfo. Valverde frenó en seco en la última curva de la ascensión, cuando ya veía la pancarta final, la de meta, la que si cruzas primero sales en todos los medios de comunicación del mundo. Eso no lo hace cualquiera.