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La alegría tiene bastante que ver con dormir a pierna suelta, que es sinónimo de dormir como un tronco (o una tronca, si se trata de una mujer)

Siempre alegres para hacer felices a los demás

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Me dice mi amiga Pepa que a su vez ha oído al obispo Munilla en la radio, que ha citado a san Juan Bosco, el cual decía que la mejor prevención para no pecar es estar siempre alegres. O sea, que dice Pepa que dice Munilla que dice Bosco que hay que estar alegres para evitar lo que dice san Josemaría Escrivá: que lo peor que le puede pasar a cualquiera, que es pecar. Todo esto, seguramente, debe ser verdad, porque yo me fío de Pepa, ella se fía de Munilla, y Munilla parece que se fía de Bosco. En conclusión, que hay que estar alegres para llevar una vida saludable, ya que lo que más salud genera es una conciencia en paz con Dios.

En lo que ya no concuerdo tanto con san Juan Bosco es en que este parece recomendar la alegría para no pecar, y yo pienso que la cuestión es al revés, esto es, que la alegría no es algo que se lleva a cabo, sino una consecuencia de llevar a cabo otras cosas; o dicho de otro modo, que estar alegre no es una cuestión de voluntad, sino la consecuencia de poner la voluntad en otras cosas, concretamente en estar en gracia de Dios, es decir, que uno está alegre porque es bueno, pero no está alegre para ser bueno, aunque de esa alegría se derive indudablemente una predisposición a la bondad.

La alegría tiene bastante que ver con dormir a pierna suelta, que es sinónimo de dormir como un tronco (o una tronca, si se trata de una mujer), lo que dicho en lenguaje políticamente correcto es "tener un sueño profundo y reparador". Mi amiga Pepa tiene un sueño profundo, quiero decir, que duerme (según me dice ella) como una tronca, de lo que deduzco que tiene el alma tranquila, lo cual concuerda con la alegría que derrocha. Aunque a ella no se le ha pasado por la cabeza aplicarse en primera persona la cita de san Juan Bosco, quienes la conocemos hemos pensado en ella al conocer esa cita. No solo en ella, porque afortunadamente vivimos rodeados de hombres y mujeres muy alegres, esto es, muy cerca de Dios, que con su alegría nos alegran la vida y nos hacen ver que la vida es bella, aunque haya mucho hijoputa suelto.

Recuerdo que cuando era pequeño, había un programa de televisión dirigido por un sacerdote llamado Jesús Urteaga, vasco como Pepa. Dicho programa se titulaba "Siempre alegres para hacer felices a los demás". Mis recuerdo sobre el mismo son vagos, pero sí me viene a la memoria que quienes lo hacían, rebosaban alegría. Mayormente eran chicos y chicas jóvenes que ahora están, como yo, como Pepa, al término de su vida. Incluso alguno de ellos ya falleció, como Poncho, uno de los protagonistas y amigo de mi hermano.

Pero la alegría no es cosa exclusiva de chicos y chicas. Es más, pienso que los ratos más alegres los paso con gente mayor como yo. Tengo otra amiga llamada Carmen, de la edad de Pepa, que compite con ella en alegría y duerme poco y mal porque padece algo de insomnio, lo que demuestra que aunque no sea una tronca, sí disfruta de la alegría que da la conciencia en paz. Otra amiga mía llamada Rosa viene a dormir de una manera intermedia entre Pepa y Carmen y también rebosa de alegría. Mi madre, que murió hace años con noventa y una primaveras, tenía un sueño tumultuoso, interrumpido varias veces a lo largo de la noche por insomnios intermitentes que aprovechaba para seguir la programación de Radio María, ya fuera el rezo del Rosario o las fabulosas charlas de Munilla, que también es vasco. Y no he conocido a nadie con más alegría que mi madre.

Tengo también otras amigas igualmente alegres que duermen como troncas. Se llaman Isabel, Ambrosia e Inmaculada. Son tan encantadoras como Pepa.

Podrá preguntarse alguien si además de amigas, tengo amigos. Por supuesto que sí, pero al contrario que el soldado primera corneta de cuando hice la mili, que decía que el hombre como mejor está es entre hombres, yo he de confesar que donde mejor estoy es entre mujeres, aunque solo sea porque sus conversaciones son incomparablemente más apasionantes e inteligentes que esa vulgaridad propia de cerebros de serrín llamada fútbol, que al igual que el Soberano, es cosa de hombres, aunque haya muchas tipas descerebradas vociferando en los estadios, emulando una masculinidad que sirve de tapadera a un inconfesado complejo de inferioridad.

Siempre alegres para hacer felices a los demás

La alegría tiene bastante que ver con dormir a pierna suelta, que es sinónimo de dormir como un tronco (o una tronca, si se trata de una mujer)
Antonio Moya Somolinos
sábado, 7 de mayo de 2016, 11:49 h (CET)
Me dice mi amiga Pepa que a su vez ha oído al obispo Munilla en la radio, que ha citado a san Juan Bosco, el cual decía que la mejor prevención para no pecar es estar siempre alegres. O sea, que dice Pepa que dice Munilla que dice Bosco que hay que estar alegres para evitar lo que dice san Josemaría Escrivá: que lo peor que le puede pasar a cualquiera, que es pecar. Todo esto, seguramente, debe ser verdad, porque yo me fío de Pepa, ella se fía de Munilla, y Munilla parece que se fía de Bosco. En conclusión, que hay que estar alegres para llevar una vida saludable, ya que lo que más salud genera es una conciencia en paz con Dios.

En lo que ya no concuerdo tanto con san Juan Bosco es en que este parece recomendar la alegría para no pecar, y yo pienso que la cuestión es al revés, esto es, que la alegría no es algo que se lleva a cabo, sino una consecuencia de llevar a cabo otras cosas; o dicho de otro modo, que estar alegre no es una cuestión de voluntad, sino la consecuencia de poner la voluntad en otras cosas, concretamente en estar en gracia de Dios, es decir, que uno está alegre porque es bueno, pero no está alegre para ser bueno, aunque de esa alegría se derive indudablemente una predisposición a la bondad.

La alegría tiene bastante que ver con dormir a pierna suelta, que es sinónimo de dormir como un tronco (o una tronca, si se trata de una mujer), lo que dicho en lenguaje políticamente correcto es "tener un sueño profundo y reparador". Mi amiga Pepa tiene un sueño profundo, quiero decir, que duerme (según me dice ella) como una tronca, de lo que deduzco que tiene el alma tranquila, lo cual concuerda con la alegría que derrocha. Aunque a ella no se le ha pasado por la cabeza aplicarse en primera persona la cita de san Juan Bosco, quienes la conocemos hemos pensado en ella al conocer esa cita. No solo en ella, porque afortunadamente vivimos rodeados de hombres y mujeres muy alegres, esto es, muy cerca de Dios, que con su alegría nos alegran la vida y nos hacen ver que la vida es bella, aunque haya mucho hijoputa suelto.

Recuerdo que cuando era pequeño, había un programa de televisión dirigido por un sacerdote llamado Jesús Urteaga, vasco como Pepa. Dicho programa se titulaba "Siempre alegres para hacer felices a los demás". Mis recuerdo sobre el mismo son vagos, pero sí me viene a la memoria que quienes lo hacían, rebosaban alegría. Mayormente eran chicos y chicas jóvenes que ahora están, como yo, como Pepa, al término de su vida. Incluso alguno de ellos ya falleció, como Poncho, uno de los protagonistas y amigo de mi hermano.

Pero la alegría no es cosa exclusiva de chicos y chicas. Es más, pienso que los ratos más alegres los paso con gente mayor como yo. Tengo otra amiga llamada Carmen, de la edad de Pepa, que compite con ella en alegría y duerme poco y mal porque padece algo de insomnio, lo que demuestra que aunque no sea una tronca, sí disfruta de la alegría que da la conciencia en paz. Otra amiga mía llamada Rosa viene a dormir de una manera intermedia entre Pepa y Carmen y también rebosa de alegría. Mi madre, que murió hace años con noventa y una primaveras, tenía un sueño tumultuoso, interrumpido varias veces a lo largo de la noche por insomnios intermitentes que aprovechaba para seguir la programación de Radio María, ya fuera el rezo del Rosario o las fabulosas charlas de Munilla, que también es vasco. Y no he conocido a nadie con más alegría que mi madre.

Tengo también otras amigas igualmente alegres que duermen como troncas. Se llaman Isabel, Ambrosia e Inmaculada. Son tan encantadoras como Pepa.

Podrá preguntarse alguien si además de amigas, tengo amigos. Por supuesto que sí, pero al contrario que el soldado primera corneta de cuando hice la mili, que decía que el hombre como mejor está es entre hombres, yo he de confesar que donde mejor estoy es entre mujeres, aunque solo sea porque sus conversaciones son incomparablemente más apasionantes e inteligentes que esa vulgaridad propia de cerebros de serrín llamada fútbol, que al igual que el Soberano, es cosa de hombres, aunque haya muchas tipas descerebradas vociferando en los estadios, emulando una masculinidad que sirve de tapadera a un inconfesado complejo de inferioridad.

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