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La Cultura brilla con luz propia y no de la prestada por las ideologías

Exilios interiores

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Se llamó “exilio interior” a la actitud unida a un estado de ánimo que adoptaron durante el franquismo aquellos que se consideraron, por sus ideas políticas, ajenos al statu quo creado tras la Guerra Civil. No todos tuvieron la suerte o los arrestos o la posibilidad de establecerse fuera de España, y continuaron, unos mejor otros peor, con sus trabajos, sus familias y amigos; en definitiva, con sus vidas. Había, no obstante, una parcela espiritual donde reinaba la añoranza –y la añoranza es tristeza- por lo perdido. Esas personas, con las que he hablado tantas veces, creían sinceramente que con la desaparición de la II República se dio un carpetazo definitivo a la recuperación de España ¡Qué pena que ninguna de ellas esté viva para preguntarles su opinión sobre lo que ahora ocurre al sur de los Pirineos!

Siempre me ha parecido una injusticia ese maximalismo pueril de la izquierda, que ha tratado de convencernos que España fue un desierto cultural durante los casi cuarenta años de dictadura. Basta con repasar cualquier ámbito de la Cultura y las Bellas Artes de aquella etapa para comprobar que esto no fue así: Desde el grupo El Paso y su pintura de vanguardia, pasando por Bardem y Berlanga, en el cine; Ernesto Halffter, en la música; Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego (miembros de la Generación del 27) hasta intelectuales como Julián Marías, Guillermo Díaz- Plaja, Buero Vallejo, Carlos Bousoño, Agustín García Calvo…. Todos ellos, con independencia de su juventud o madurez durante la etapa más intransigente del Régimen (especialmente desde el fin de la Guerra, hasta el comienzo de la década de los sesenta) pudieron desarrollar su labor, sin excesivos contratiempos. Mantuvieron sus ideas políticas en ese “exilio interior”; lo cual no les impidió producir obras que criticaban abiertamente al sistema. Y resulta sorprendente que superaran las férreas barreras de la censura. Si no ¿cómo es posible que se produjeran y estrenaran películas y obras teatrales como “El verdugo”, “Bienvenido Mr. Marshal” o “Historia de una escalera”? ¿Cómo Sánchez Ferlosio pudo publicar “El Jarama” o Luis Martín Santos su “Tiempo de silencio”?

Dejo para otro artículo la referencia a intelectuales que apoyaron al régimen de Franco. Los hubo; y muy destacados. Pero ellos no tuvieron la necesidad de hallar en ese “exilio interior” el lugar donde dar rienda suelta a la nostalgia. Y, en este sentido, su vida resultó mucho más fácil.

El problema (uno de ellos) es que la Cultura no es “de derechas” ni “de izquierdas”. La Cultura brilla con luz propia y no de la prestada por las ideologías.

Son los políticos –sobre todo los de la izquierda más recalcitrante- los que han tratado de apropiarse del concepto “cultura” para manejarlo a su antojo. Aunque no sólo ellos. Por ejemplo, el establisment de los años cincuenta trató de manipular la figura de don José Ortega y Gasset (uno de los adalides de la República) interpretando su vuelta del exilio como una aceptación tácita del régimen. Fenómeno muy español este.

¿Y qué hacemos con Cervantes?

Conmemoramos el IV Centenario de su muerte y algunos no saben dónde colocarlo; si bien es cierto que en los siglos XVI y XVII esos conceptos de “derecha” e “izquierda” no existían. Pero muchos no lo tienen claro y prefieren pasar de puntillas. Don Miguel combatió al sarraceno en Lepanto (donde perdió el uso de una mano) y se pasó varios años en una mazmorra en Argel… (Esto “suena a derechona”) Pero escribió su obra cumbre, mofándose de los prejuicios, usos y costumbres, de la sociedad de su época (esto “huele a izquierdoso”) ¡Qué dilema!

Los políticos siempre tratarán de arrimar el ascua a su sardina. Y aunque el ministro de Cultura (por ahora en funciones), señor Méndez de Vigo, no sepa que Don Quijote se llamaba Alonso Quijano, El Bueno, porque muy probablemente no lo haya leído (como tampoco Toni Cantó, ni otro ministro, Alfonso Alonso, cuando fueron preguntados por una maliciosa reportera que decidió someterles a la prueba saliendo de un acto en homenaje a Cervantes a la salida del Congreso), tampoco hay que hacerse cruces: Hoy en día casi nadie ha leído el Quijote. Y vivan la LOMCE y el Plan Bolonia.

Es pena que algunos (cada vez más) no opten por exilio…y no me refiero precisamente al “interior”.

Exilios interiores

La Cultura brilla con luz propia y no de la prestada por las ideologías
Luis del Palacio
viernes, 6 de mayo de 2016, 08:28 h (CET)
Se llamó “exilio interior” a la actitud unida a un estado de ánimo que adoptaron durante el franquismo aquellos que se consideraron, por sus ideas políticas, ajenos al statu quo creado tras la Guerra Civil. No todos tuvieron la suerte o los arrestos o la posibilidad de establecerse fuera de España, y continuaron, unos mejor otros peor, con sus trabajos, sus familias y amigos; en definitiva, con sus vidas. Había, no obstante, una parcela espiritual donde reinaba la añoranza –y la añoranza es tristeza- por lo perdido. Esas personas, con las que he hablado tantas veces, creían sinceramente que con la desaparición de la II República se dio un carpetazo definitivo a la recuperación de España ¡Qué pena que ninguna de ellas esté viva para preguntarles su opinión sobre lo que ahora ocurre al sur de los Pirineos!

Siempre me ha parecido una injusticia ese maximalismo pueril de la izquierda, que ha tratado de convencernos que España fue un desierto cultural durante los casi cuarenta años de dictadura. Basta con repasar cualquier ámbito de la Cultura y las Bellas Artes de aquella etapa para comprobar que esto no fue así: Desde el grupo El Paso y su pintura de vanguardia, pasando por Bardem y Berlanga, en el cine; Ernesto Halffter, en la música; Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego (miembros de la Generación del 27) hasta intelectuales como Julián Marías, Guillermo Díaz- Plaja, Buero Vallejo, Carlos Bousoño, Agustín García Calvo…. Todos ellos, con independencia de su juventud o madurez durante la etapa más intransigente del Régimen (especialmente desde el fin de la Guerra, hasta el comienzo de la década de los sesenta) pudieron desarrollar su labor, sin excesivos contratiempos. Mantuvieron sus ideas políticas en ese “exilio interior”; lo cual no les impidió producir obras que criticaban abiertamente al sistema. Y resulta sorprendente que superaran las férreas barreras de la censura. Si no ¿cómo es posible que se produjeran y estrenaran películas y obras teatrales como “El verdugo”, “Bienvenido Mr. Marshal” o “Historia de una escalera”? ¿Cómo Sánchez Ferlosio pudo publicar “El Jarama” o Luis Martín Santos su “Tiempo de silencio”?

Dejo para otro artículo la referencia a intelectuales que apoyaron al régimen de Franco. Los hubo; y muy destacados. Pero ellos no tuvieron la necesidad de hallar en ese “exilio interior” el lugar donde dar rienda suelta a la nostalgia. Y, en este sentido, su vida resultó mucho más fácil.

El problema (uno de ellos) es que la Cultura no es “de derechas” ni “de izquierdas”. La Cultura brilla con luz propia y no de la prestada por las ideologías.

Son los políticos –sobre todo los de la izquierda más recalcitrante- los que han tratado de apropiarse del concepto “cultura” para manejarlo a su antojo. Aunque no sólo ellos. Por ejemplo, el establisment de los años cincuenta trató de manipular la figura de don José Ortega y Gasset (uno de los adalides de la República) interpretando su vuelta del exilio como una aceptación tácita del régimen. Fenómeno muy español este.

¿Y qué hacemos con Cervantes?

Conmemoramos el IV Centenario de su muerte y algunos no saben dónde colocarlo; si bien es cierto que en los siglos XVI y XVII esos conceptos de “derecha” e “izquierda” no existían. Pero muchos no lo tienen claro y prefieren pasar de puntillas. Don Miguel combatió al sarraceno en Lepanto (donde perdió el uso de una mano) y se pasó varios años en una mazmorra en Argel… (Esto “suena a derechona”) Pero escribió su obra cumbre, mofándose de los prejuicios, usos y costumbres, de la sociedad de su época (esto “huele a izquierdoso”) ¡Qué dilema!

Los políticos siempre tratarán de arrimar el ascua a su sardina. Y aunque el ministro de Cultura (por ahora en funciones), señor Méndez de Vigo, no sepa que Don Quijote se llamaba Alonso Quijano, El Bueno, porque muy probablemente no lo haya leído (como tampoco Toni Cantó, ni otro ministro, Alfonso Alonso, cuando fueron preguntados por una maliciosa reportera que decidió someterles a la prueba saliendo de un acto en homenaje a Cervantes a la salida del Congreso), tampoco hay que hacerse cruces: Hoy en día casi nadie ha leído el Quijote. Y vivan la LOMCE y el Plan Bolonia.

Es pena que algunos (cada vez más) no opten por exilio…y no me refiero precisamente al “interior”.

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