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Alberto Jiménez

Nada en lo que creer

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Sin nada en lo que creer y sin nadie en quién confiar. Así se encuentra un Real Madrid al que el 2-6 del Barça en el Bernabeu le ha dejado tocado y hundido. Hace tan sólo diez días el discurso en la casa blanca era radicalmente distinto al de ahora y la imagen del equipo totalmente diferente a la que se vio en Mestalla. Sin opciones de poder alzarse con ningún título, al conjunto blanco se le va a hacer eterno lo que resta de temporada. Más aún, cuando las quinielas de altas y bajas cojan cada vez más fuerzas y, el eterno rival festeje alguno de los títulos a los que opta.

Hace tan sólo diez días el discurso de la plantilla madridista era optimista, triunfal, y, cómo no, épico. Se sentían orgullosos los blancos de su racha de victorias y de su trayectoria durante esta segunda vuelta que había provocado que la Liga a estas alturas de mayo todavía no tuviera dueño. De hecho, algunos como Marcelo afirmaban que el Barça debería sentir miedo en su visita al Bernabeu y nadie le desmintió porque se creía en el sentimiento de grupo, de equipo.

Bien, diez días más tarde todo eso se ha esfumado. Los seis goles que hizo el Barça en la capital dolieron como seis puñaladas en el orgullo blanco. El Real Madrid está herido y eso se vio el sábado pasado en Mestalla. El discurso ahora es bien distinto. Nadie se ve con opciones de ganar la Liga, lógico, y todas las declaraciones de los jugadores merengues se dirigen hacia la temporada que viene. Algunos como Sergio Ramos incluso agachan la cabeza y piden disculpas a su afición conscientes del fracaso blanco esta temporada.

No le falta razón al lateral madridista cuando promete que harán todo lo que esté en su mano el curso que viene para dar alguna alegría a los suyos. El andaluz es uno de los pocos que puede hablar con la seguridad de saber que estará presente en el equipo la temporada que viene. Por desgracia para la afición blanca no todos saben si seguirán. Por desgracia porque su equipo por mucha profesionalidad que predique se va a pasear durante tres semanas sin ninguna motivación a la vista.

Esa desmotivación es la que deja en el camino imágenes como la de Mestalla. La de un equipo roto por la mitad, descohesionado de la cabeza a los pies y con una enorme ausencia de liderazgo. Qué motivación puede encontrar Drenthe cuando se habla más de sus exóticas dotes musicales que de su fútbol. Cómo puede concentrarse Cannavaro si ya pasa reconocimientos médicos con su próximo equipo, la Juventus. Con qué ganas puede entrenarse Faubert si nadie entiende su fichaje y sólo se cuentan los días para que se acabe su cesión…

En definitiva, la situación del Real Madrid es similar a la de un enfermo en coma del que se espera que algún día despierte. Todo el mundo sabe que el conjunto blanco volverá a ser un grande pero en el camino puede matar a sus aficionados con más de un disgusto si vuelve a repetir imágenes como las que dio en Valencia. Con Florentino en la sombra prometiendo escabechina y fichajes mediáticos más de uno tiembla. Con el Barça a punto de celebrar sus títulos más de uno se deprime. Y con este panorama todavía restan tres jornadas de Liga. Tres partidos intrascendentes para algunos. Tres auténticas pesadillas para otros.

Nada en lo que creer

Alberto Jiménez
Alberto Jiménez
domingo, 10 de mayo de 2009, 23:06 h (CET)
Sin nada en lo que creer y sin nadie en quién confiar. Así se encuentra un Real Madrid al que el 2-6 del Barça en el Bernabeu le ha dejado tocado y hundido. Hace tan sólo diez días el discurso en la casa blanca era radicalmente distinto al de ahora y la imagen del equipo totalmente diferente a la que se vio en Mestalla. Sin opciones de poder alzarse con ningún título, al conjunto blanco se le va a hacer eterno lo que resta de temporada. Más aún, cuando las quinielas de altas y bajas cojan cada vez más fuerzas y, el eterno rival festeje alguno de los títulos a los que opta.

Hace tan sólo diez días el discurso de la plantilla madridista era optimista, triunfal, y, cómo no, épico. Se sentían orgullosos los blancos de su racha de victorias y de su trayectoria durante esta segunda vuelta que había provocado que la Liga a estas alturas de mayo todavía no tuviera dueño. De hecho, algunos como Marcelo afirmaban que el Barça debería sentir miedo en su visita al Bernabeu y nadie le desmintió porque se creía en el sentimiento de grupo, de equipo.

Bien, diez días más tarde todo eso se ha esfumado. Los seis goles que hizo el Barça en la capital dolieron como seis puñaladas en el orgullo blanco. El Real Madrid está herido y eso se vio el sábado pasado en Mestalla. El discurso ahora es bien distinto. Nadie se ve con opciones de ganar la Liga, lógico, y todas las declaraciones de los jugadores merengues se dirigen hacia la temporada que viene. Algunos como Sergio Ramos incluso agachan la cabeza y piden disculpas a su afición conscientes del fracaso blanco esta temporada.

No le falta razón al lateral madridista cuando promete que harán todo lo que esté en su mano el curso que viene para dar alguna alegría a los suyos. El andaluz es uno de los pocos que puede hablar con la seguridad de saber que estará presente en el equipo la temporada que viene. Por desgracia para la afición blanca no todos saben si seguirán. Por desgracia porque su equipo por mucha profesionalidad que predique se va a pasear durante tres semanas sin ninguna motivación a la vista.

Esa desmotivación es la que deja en el camino imágenes como la de Mestalla. La de un equipo roto por la mitad, descohesionado de la cabeza a los pies y con una enorme ausencia de liderazgo. Qué motivación puede encontrar Drenthe cuando se habla más de sus exóticas dotes musicales que de su fútbol. Cómo puede concentrarse Cannavaro si ya pasa reconocimientos médicos con su próximo equipo, la Juventus. Con qué ganas puede entrenarse Faubert si nadie entiende su fichaje y sólo se cuentan los días para que se acabe su cesión…

En definitiva, la situación del Real Madrid es similar a la de un enfermo en coma del que se espera que algún día despierte. Todo el mundo sabe que el conjunto blanco volverá a ser un grande pero en el camino puede matar a sus aficionados con más de un disgusto si vuelve a repetir imágenes como las que dio en Valencia. Con Florentino en la sombra prometiendo escabechina y fichajes mediáticos más de uno tiembla. Con el Barça a punto de celebrar sus títulos más de uno se deprime. Y con este panorama todavía restan tres jornadas de Liga. Tres partidos intrascendentes para algunos. Tres auténticas pesadillas para otros.

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