Sinesio Delgado, el fundador de la SGAE, nació a unos cuantos kilómetros de mi residencia, en un precioso pueblecito llamado Támara de Campos. Támara es una joya amurallada en cuya iglesia catedralicia caben varias veces sus escasos cincuenta habitantes. Tiene además otras dos preciosas iglesias de origen románico, una de ellas utilizada como museo rural y ayuntamiento. Respecto al órgano originalísimo y de la catedral que le cobija, así como respecto a la importantísima Historia del lugar, les reto a que busquen fotos e información en la Red. Pues bien, como ya he dicho, en ese pueblecito nació Sinesio Delgado y allí se conserva su casa natal.
La SGAE fue concebida con el fundamento lógico y sano de ayudar a los autores a defender los derechos reales derivados de los beneficios que otros obtenían de la reproducción de las obras originales. La SGAE es necesaria para todo ello. Yo he vivido personalmente la experiencia de que otros se aprovecharan de mi trabajo sin mi permiso, sin comunicármelo y sin la más mínima compensación. Hace meses descubrí que un periódico extranjero reproducía algunos de mis artículos con la mayor desfachatez, sacando sin mi conocimiento beneficio de mi trabajo. Inmediatamente me puse en movimiento y la reacción del periódico fue inmediata, suprimiendo, que yo sepa, la publicación de mis artículos.
Pero seguramente Don Sinesio Delgado no pretendía que Teddy Bautista la dirigiera. O la menos que la dirigiera de esta forma. Teddy Bautista se ha convertido en un furioso depredador que alentado por los artistas “Zejiles” está dispuesto a exprimir a toda España a poco que nos descuidemos. Su autoritarismo, su enervado orgullo y su dogmatismo absolutista así lo hacen temer.
Teddy Bautista no preside la Sociedad para hacerse simpático, ciertamente, pero tampoco tiene por qué hacerse odioso, basta con que esté ahí y ayude a los autores, que es algo recomendable y sano. Lo ocurrido últimamente con ese concierto benéfico ofrecido por Bisbal es de una desfachatez supina que culmina otras anteriores. Todos quienes intervenían lo hacían filantrópica y altruistamente pues se trataba de ayudar a salvar la vida a un niño con una enfermedad neurodegenerativa. ¿Todos? No, ni mucho menos, la SGAE impuso por cataplines su condición, si no cobraba su 10% no habría concierto.
Los autores deben cobrar por su trabajo, deben ser compensados cuando otros interpretan sus obras, sean del género que sea, pues en caso contrario además de cometer una enorme injusticia pronto nos quedaríamos sin autores, nadie escribiría una novela, una pieza de teatro o una canción. Pero las provocaciones de la SGAE deben ser contenidas, el señor Bautista debe meter su orgullo en un cajón y reconducir su prepotencia. La vida es muy larga y da muchas vueltas, lo que hoy es de una forma y está en posición dominante mañana puede ser chabacano objeto de burlas y desprecio. La Justicia va por un lado y la prepotencia, el absolutismo y la imposición van por otro, además no se suelen corresponder con ella.