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“El tacto en la audacia es saber hasta dónde se puede ir demasiado lejos” Jean Cocteau

¡Cállense, pelmazos! Necesitamos desemponzoñarnos de política

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Varias consultas en un solo año son bastantes para saturar al pueblo. Varias consultas, más una repetida, en el periodo de un año, superan con mucho lo que la paciencia humana está dispuesta a tolerar y si, a mayor abundamiento, la convocatoria de la repetición de elecciones tiene lugar después de tres meses más un mes de prórroga, se esta rozando lo que se podría considerar como histerismo colectivo, con todo lo que ello pudiera suponer para los recalcitrantes en pedirnos que emitamos nuestro voto, una y otra vez, sin que sean capaces de entender que, cuando votamos, no estamos pensando en futuras coaliciones ni de derecha ni de izquierda, no queremos enviar otro mensaje que el que representa la papeleta que sirve de apoyo a una candidatura determinada que, por otra parte, ni siquiera nos permite elegir entre una serie de nombres de los cuales, con mucha suerte, reconoceremos a uno o dos.

Los votantes, con mucha suerte e hilando muy fino, se limitan a apoyar un determinado programa que nos han ofrecido unos señores que se presentan en nombre de una determinada opción política. En la mayoría de los casos los votantes no tienen idea del proyecto de aquellos a quienes otorgan su confianza, bastándoles con saber que votan a izquierdas o derechas o lo hacen en contra de un determinado partido al que tienen ojeriza. Olvídense, por lo tanto, de estas simplificaciones que pretenden hacernos creer tanto los perdedores como los vencedores o los que intentan conseguir alianzas, en función de que partidos de distintos programas, de tendencias dispares y objetivos incompatibles, tengan un común denominador político que los califica a todos de izquierdas o de derechas. ¿Es lo mismo un PSOE de centro-derecha se alíe con Podemos o con unos comunistas bolivarianos o con IU estalinista, partidarios de un Frente Popular? No. por supuesto que no y nadie puede afirmar que, el votante del PSOE, cuando emitió su voto, pensaba que podría utilizarse para una alianza con Podemos, un partido que, durante la fase preelectoral, era puesto como chupa de domine por el mismo candidato del PSOE, que ahora se muestra dispuesto hasta a humillarse para conseguir su apoyo.

No nos vengan pues a explicar que el pueblo ha pedido cambio, que ha pedido un cambio de izquierdas y que, por añadidura, haya fijado una línea roja para que, en las negociaciones, se deba excluir a una derecha que ha conseguido 123 escaños y casi siete millones y medio de votantes. ¿Es lógico que los partidos de izquierdas, con distintas propuestas, sin haber demostrado que sus proyectos puedan llevarse a cabo, sin haber tomado en cuenta la reacción de la UE ante sus amenazas de aumentar el gasto público y retrasar el pago de los compromisos contraídos con Europa, renuncien a la experiencia de la derecha y la confianza de la UE en ella, por una simple razón de intransigencia doctrinal? Todos los que afirman esto mienten como bellacos ya que, el votar, no significa dar carta blanca para otorgar a aquel voto otro efecto que el de apoyo a quien se elije y no se puede darle un significado, como el que se pretende otorgarle, que implique que, cualquier alianza con otras formaciones, quede implícita en la intención del votante cuando emite su voto.

En consecuencia, señores, ante la evidente amenaza de que vamos a tener que soportar casi dos meses de nueva tortura política, escuchando los mismos argumentos, soportando idénticas descalificaciones, reparto de culpas y perogrulladas, por parte de los mismos líderes que ya nos cansaron apenas hace cuatro meses, creo que deberíamos proponer un método simplificado para esta ocasión, que fuera capaz de librarnos de semejante hastío y nos permitiera un descanso a todos los españoles que, seguramente, nos ayudaría a reflexionar mejor, a apaciguar nuestros nervios, a reponernos de tanta palabrería y , en fin, de perder el tiempo para escuchar a los mismos perros con los mismos collares idénticos argumentos que hemos tenido que soportar durante la pasada campaña electoral.

Así las cosas se me ocurre que se le podría dar un giro a la nueva campaña, de modo que, en lugar de varias semanas de campaña electoral y un día de reflexión al final de la misma; se cambiaran las tornas y se mantuvieran varias semanas de reflexión para los ciudadanos y un día, máximo dos, para que cada partido nos hiciera un resumen muy escueto de sus propuestas, que podría consistir, simplemente, en un recordatorio al estilo de “ nos afirmamos en lo dicho anteriormente” con lo que ya sería suficiente para los votantes. Para ahorrar gastos, para evitar dispendios inútiles, como ya han propuesto algunos partidos, evitar las vallas publicitarias, los mítines, los altavoces y los viajes (tan costosos) de todos los candidatos a lo largo y ancho de nuestra nación. Por supuesto, prohibir debates televisivos y estas tertulias con las que nos han estado castigando, tanto en las TV como en las radios y demás medios informativos, e impedir manifestaciones en apoyo o en contra de un determinado grupo político.

Se me ocurre que, para evitar el dispendio de editar las consabidas listas de candidatos de cada formación política, unas listas que nadie se lee y los pocos que tienen la humorada de hacerlo, con suerte, encontrarán en ellos uno o dos conocidos; se podrían abaratar mucho si se editaran octavillas, en las que sólo figurara la denominación del partido al que se quiera votar ya que, al no ser listas abiertas, no existe la posibilidad de tachar los nombres de aquellos que figuran en las candidaturas que se quisieran eliminar por los votantes. Un ahorro importante de papel y de gastos de impresión. Se podrían suprimir los sobres, bastando entregarlas dobladas y, en cuanto a los senadores ¿a quién le importan estos señores?, pues el mismo criterio, porque mucho nos tememos que pocos serán los votantes que escojan candidatos de varias formaciones para que sean elegidos, no hay costumbre ni, en la mayoría de los casos, se conoce a los candidatos que se presentan; bastaría, como hemos dicho en el caso anterior de los parlamentarios, una octavilla con los nombres del partido para que pudiera elegirse el preferido. Es broma, pero no me negarán que supondría un alivio para la ciudadanía.

Existe el peligro de que, en estas nuevas votaciones, se vuelva a producir una situación imposible como la que resultó el 20D, en la que, la dispersión del voto y los numerosos partidos en los que se distribuya, vuelva a producir unos resultados parecidos o muy semejantes a los que se produjeron en las votaciones del pasado mes de Diciembre; algo no deseable pero que, siendo como somos los españoles, dada nuestra manía de mantenernos en nuestras opiniones y ser reacios a pensar con objetividad, analizar los pros y contras y ser capaces de dejarnos guiar por el sentido común, en lugar de por los demonios de la antipatía, el rencor, el odio y la testarudez ; es muy posible que se produzca; creemos que debería arbitrarse una nueva ley que estableciera, como ocurre en otras naciones, la doble vuelta, en la que sólo intervienen los partidos más votados que acaparan, según las simpatías, los votos de los que quedaron fuera de la segunda vuelta. Sería la manera de que este absurdo por el que estamos pasando no se pudiera volver a producir puesto que, para España, ya se nota en todas las noticias económicas y de empleo que se van conociendo, el estar pendientes de formar un gobierno estable, ya nos viene pasando factura y peor será si, a medida que pasan los meses, no somos capaces de encontrar una solución lógica a este maremagnum que, entre todos, hemos sido capaces de crear.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como cada día que pasa, en lugar de despejarse el porvenir de España y de los españoles, parece que los nubarrones que empezaron a formarse hace apenas unos meses, en lugar de escampar y retornar a la claridad, se van oscureciendo, engrosando y cargándose de electricidad como anticipo a la gran tormenta de rayos y truenos que nos aguarda si seguimos por el camino emprendido. Y es que señores todas estas peripecias, como dice el latinajo: “vulnerant omnes, última necat”. A traducir.

¡Cállense, pelmazos! Necesitamos desemponzoñarnos de política

“El tacto en la audacia es saber hasta dónde se puede ir demasiado lejos” Jean Cocteau
Miguel Massanet
viernes, 29 de abril de 2016, 08:46 h (CET)
Varias consultas en un solo año son bastantes para saturar al pueblo. Varias consultas, más una repetida, en el periodo de un año, superan con mucho lo que la paciencia humana está dispuesta a tolerar y si, a mayor abundamiento, la convocatoria de la repetición de elecciones tiene lugar después de tres meses más un mes de prórroga, se esta rozando lo que se podría considerar como histerismo colectivo, con todo lo que ello pudiera suponer para los recalcitrantes en pedirnos que emitamos nuestro voto, una y otra vez, sin que sean capaces de entender que, cuando votamos, no estamos pensando en futuras coaliciones ni de derecha ni de izquierda, no queremos enviar otro mensaje que el que representa la papeleta que sirve de apoyo a una candidatura determinada que, por otra parte, ni siquiera nos permite elegir entre una serie de nombres de los cuales, con mucha suerte, reconoceremos a uno o dos.

Los votantes, con mucha suerte e hilando muy fino, se limitan a apoyar un determinado programa que nos han ofrecido unos señores que se presentan en nombre de una determinada opción política. En la mayoría de los casos los votantes no tienen idea del proyecto de aquellos a quienes otorgan su confianza, bastándoles con saber que votan a izquierdas o derechas o lo hacen en contra de un determinado partido al que tienen ojeriza. Olvídense, por lo tanto, de estas simplificaciones que pretenden hacernos creer tanto los perdedores como los vencedores o los que intentan conseguir alianzas, en función de que partidos de distintos programas, de tendencias dispares y objetivos incompatibles, tengan un común denominador político que los califica a todos de izquierdas o de derechas. ¿Es lo mismo un PSOE de centro-derecha se alíe con Podemos o con unos comunistas bolivarianos o con IU estalinista, partidarios de un Frente Popular? No. por supuesto que no y nadie puede afirmar que, el votante del PSOE, cuando emitió su voto, pensaba que podría utilizarse para una alianza con Podemos, un partido que, durante la fase preelectoral, era puesto como chupa de domine por el mismo candidato del PSOE, que ahora se muestra dispuesto hasta a humillarse para conseguir su apoyo.

No nos vengan pues a explicar que el pueblo ha pedido cambio, que ha pedido un cambio de izquierdas y que, por añadidura, haya fijado una línea roja para que, en las negociaciones, se deba excluir a una derecha que ha conseguido 123 escaños y casi siete millones y medio de votantes. ¿Es lógico que los partidos de izquierdas, con distintas propuestas, sin haber demostrado que sus proyectos puedan llevarse a cabo, sin haber tomado en cuenta la reacción de la UE ante sus amenazas de aumentar el gasto público y retrasar el pago de los compromisos contraídos con Europa, renuncien a la experiencia de la derecha y la confianza de la UE en ella, por una simple razón de intransigencia doctrinal? Todos los que afirman esto mienten como bellacos ya que, el votar, no significa dar carta blanca para otorgar a aquel voto otro efecto que el de apoyo a quien se elije y no se puede darle un significado, como el que se pretende otorgarle, que implique que, cualquier alianza con otras formaciones, quede implícita en la intención del votante cuando emite su voto.

En consecuencia, señores, ante la evidente amenaza de que vamos a tener que soportar casi dos meses de nueva tortura política, escuchando los mismos argumentos, soportando idénticas descalificaciones, reparto de culpas y perogrulladas, por parte de los mismos líderes que ya nos cansaron apenas hace cuatro meses, creo que deberíamos proponer un método simplificado para esta ocasión, que fuera capaz de librarnos de semejante hastío y nos permitiera un descanso a todos los españoles que, seguramente, nos ayudaría a reflexionar mejor, a apaciguar nuestros nervios, a reponernos de tanta palabrería y , en fin, de perder el tiempo para escuchar a los mismos perros con los mismos collares idénticos argumentos que hemos tenido que soportar durante la pasada campaña electoral.

Así las cosas se me ocurre que se le podría dar un giro a la nueva campaña, de modo que, en lugar de varias semanas de campaña electoral y un día de reflexión al final de la misma; se cambiaran las tornas y se mantuvieran varias semanas de reflexión para los ciudadanos y un día, máximo dos, para que cada partido nos hiciera un resumen muy escueto de sus propuestas, que podría consistir, simplemente, en un recordatorio al estilo de “ nos afirmamos en lo dicho anteriormente” con lo que ya sería suficiente para los votantes. Para ahorrar gastos, para evitar dispendios inútiles, como ya han propuesto algunos partidos, evitar las vallas publicitarias, los mítines, los altavoces y los viajes (tan costosos) de todos los candidatos a lo largo y ancho de nuestra nación. Por supuesto, prohibir debates televisivos y estas tertulias con las que nos han estado castigando, tanto en las TV como en las radios y demás medios informativos, e impedir manifestaciones en apoyo o en contra de un determinado grupo político.

Se me ocurre que, para evitar el dispendio de editar las consabidas listas de candidatos de cada formación política, unas listas que nadie se lee y los pocos que tienen la humorada de hacerlo, con suerte, encontrarán en ellos uno o dos conocidos; se podrían abaratar mucho si se editaran octavillas, en las que sólo figurara la denominación del partido al que se quiera votar ya que, al no ser listas abiertas, no existe la posibilidad de tachar los nombres de aquellos que figuran en las candidaturas que se quisieran eliminar por los votantes. Un ahorro importante de papel y de gastos de impresión. Se podrían suprimir los sobres, bastando entregarlas dobladas y, en cuanto a los senadores ¿a quién le importan estos señores?, pues el mismo criterio, porque mucho nos tememos que pocos serán los votantes que escojan candidatos de varias formaciones para que sean elegidos, no hay costumbre ni, en la mayoría de los casos, se conoce a los candidatos que se presentan; bastaría, como hemos dicho en el caso anterior de los parlamentarios, una octavilla con los nombres del partido para que pudiera elegirse el preferido. Es broma, pero no me negarán que supondría un alivio para la ciudadanía.

Existe el peligro de que, en estas nuevas votaciones, se vuelva a producir una situación imposible como la que resultó el 20D, en la que, la dispersión del voto y los numerosos partidos en los que se distribuya, vuelva a producir unos resultados parecidos o muy semejantes a los que se produjeron en las votaciones del pasado mes de Diciembre; algo no deseable pero que, siendo como somos los españoles, dada nuestra manía de mantenernos en nuestras opiniones y ser reacios a pensar con objetividad, analizar los pros y contras y ser capaces de dejarnos guiar por el sentido común, en lugar de por los demonios de la antipatía, el rencor, el odio y la testarudez ; es muy posible que se produzca; creemos que debería arbitrarse una nueva ley que estableciera, como ocurre en otras naciones, la doble vuelta, en la que sólo intervienen los partidos más votados que acaparan, según las simpatías, los votos de los que quedaron fuera de la segunda vuelta. Sería la manera de que este absurdo por el que estamos pasando no se pudiera volver a producir puesto que, para España, ya se nota en todas las noticias económicas y de empleo que se van conociendo, el estar pendientes de formar un gobierno estable, ya nos viene pasando factura y peor será si, a medida que pasan los meses, no somos capaces de encontrar una solución lógica a este maremagnum que, entre todos, hemos sido capaces de crear.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como cada día que pasa, en lugar de despejarse el porvenir de España y de los españoles, parece que los nubarrones que empezaron a formarse hace apenas unos meses, en lugar de escampar y retornar a la claridad, se van oscureciendo, engrosando y cargándose de electricidad como anticipo a la gran tormenta de rayos y truenos que nos aguarda si seguimos por el camino emprendido. Y es que señores todas estas peripecias, como dice el latinajo: “vulnerant omnes, última necat”. A traducir.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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