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La forma más execrable e ignominiosa de reírse de los españoles durante un cuatrimestre

Nuestros políticos, ¿son hombres de estado?

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A la pregunta que encabeza este trabajo hemos de responder sin ambages y palmariamente que no.

Los personajes que pretenden dirigir nuestra España no tienen ni la altura de miras, ni el desprendimiento manifiesto de sus miserias para ostentar la dignidad de ser nuestros gobernantes.

Han estado cuatro meses, ¡un cuatrimestre! Buscando amaños componendas y confabulaciones para el final volver al mismo punto de partida en el que nos encontrábamos el día 21 de diciembre de 2015, o sea, sin haber conseguido nada provechoso que redundase en el bien de los españoles y en la composición de un Gobierno capaz, suficiente y desinteresado merecedor de regir nuestros destinos.

Mariano Rajoy, cuando el rey le brindó la oportunidad de que constituyese un Gobierno, como sabía que no contaba con los apoyos suficientes y que no podría reunir mayoría bastante para llevar a cabo tal misión, declinó respetuosamente esta encomienda y dejó el terreno despejado por si había otras formaciones políticas que pudiesen conseguirlo.

El inmarcesible, porque se quiere perpetuar en el cargo, Pedro Sánchez, desconocemos si por exceso de confianza, por fatuidad, por falaz, o porque creía que los demás partidos del arco izquierdista lo apoyarían, se mostró dispuesto ante su Majestad para solucionar el problema y constituir un Gobierno.

Después de muchos intentos de componendas, invocaciones, marrullerías y estrepitosos fracasos, ha tenido que reconocer vergonzosamente ante el Rey que donde dijo digo dice ahora Diego, o sea que todos los castillos de arena que se había construido para fortificar su posición se la han venido abajo en el más aparatoso de los derrumbes. Se ha encontrado que la arena con la que quería construir su baluarte de poder, se le ha escurrido entre los dedos.

A Rajoy se le ha acusado innumerables veces de inmovilista de que no daba un paso adelante, de que se había encerrado en su torre de marfil, pero ¿qué iba a hacer si quien podría haber formado una alianza en la que se pusiera de manifiesto la grandeza de ánimo y digno comportamiento de hombre de alta talla política, es decir Pedro Sánchez, se había alejado de él cual si de un mísero apestoso se tratase?

Se suele decir que si una persona no quiere dos no hablan, esto es lo que ha ocurrido en España durante estos inanes cuatro meses.

Mariano Rajoy ha repetido incontables veces su deseo de lograr una coalición con Pedro Sánchez, al que ha llegado a ofrecerle la vicepresidencia del Gobierno, además de modificar el actual sistema de financiación autonómica, reformas de la Constitución y de la ley electoral, así como una agenda de regeneración democrática y cambios en política económica, pero como Sánchez siente un odio visceral hacia Rajoy y su fin último es eliminar toda posibilidad de que el PP pueda formar parte del Gobierno, cual si de un leproso se tratase, ha huido de él como alma que lleva el diablo.

Esta es la grandeza de nuestros adalides. Con ella sólo demuestran que el motor que los mueve no es el bien de los españoles, sino el de sus mezquinos intereses particulares y el de los inconfesables chanchullos y las marrullerías de sus partidos.

Del resto de los dirigentes poco hay que hablar, ya que Ciudadanos tiene distinta vara de medir para apoyar al PSOE que la que usa para el PP, luego poco le importamos. Podemos, es lobo disfrazado de cordero que busca la implantación de un comunismo venezolano-cubano, y busca la desmembración de España.

La lección que se merecen estos políticos que no se cuidan del bien de los españoles, si no hubiese tato apesebrado y paniaguado que viven de las prebendas que reciben, es que ninguno acudiésemos a votar, así les demostraríamos que no los queremos y que deben de cambiar de objetivos para dirigir dignamente a los españoles.

Nuestros políticos, ¿son hombres de estado?

La forma más execrable e ignominiosa de reírse de los españoles durante un cuatrimestre
Manuel Villegas
jueves, 28 de abril de 2016, 09:27 h (CET)
A la pregunta que encabeza este trabajo hemos de responder sin ambages y palmariamente que no.

Los personajes que pretenden dirigir nuestra España no tienen ni la altura de miras, ni el desprendimiento manifiesto de sus miserias para ostentar la dignidad de ser nuestros gobernantes.

Han estado cuatro meses, ¡un cuatrimestre! Buscando amaños componendas y confabulaciones para el final volver al mismo punto de partida en el que nos encontrábamos el día 21 de diciembre de 2015, o sea, sin haber conseguido nada provechoso que redundase en el bien de los españoles y en la composición de un Gobierno capaz, suficiente y desinteresado merecedor de regir nuestros destinos.

Mariano Rajoy, cuando el rey le brindó la oportunidad de que constituyese un Gobierno, como sabía que no contaba con los apoyos suficientes y que no podría reunir mayoría bastante para llevar a cabo tal misión, declinó respetuosamente esta encomienda y dejó el terreno despejado por si había otras formaciones políticas que pudiesen conseguirlo.

El inmarcesible, porque se quiere perpetuar en el cargo, Pedro Sánchez, desconocemos si por exceso de confianza, por fatuidad, por falaz, o porque creía que los demás partidos del arco izquierdista lo apoyarían, se mostró dispuesto ante su Majestad para solucionar el problema y constituir un Gobierno.

Después de muchos intentos de componendas, invocaciones, marrullerías y estrepitosos fracasos, ha tenido que reconocer vergonzosamente ante el Rey que donde dijo digo dice ahora Diego, o sea que todos los castillos de arena que se había construido para fortificar su posición se la han venido abajo en el más aparatoso de los derrumbes. Se ha encontrado que la arena con la que quería construir su baluarte de poder, se le ha escurrido entre los dedos.

A Rajoy se le ha acusado innumerables veces de inmovilista de que no daba un paso adelante, de que se había encerrado en su torre de marfil, pero ¿qué iba a hacer si quien podría haber formado una alianza en la que se pusiera de manifiesto la grandeza de ánimo y digno comportamiento de hombre de alta talla política, es decir Pedro Sánchez, se había alejado de él cual si de un mísero apestoso se tratase?

Se suele decir que si una persona no quiere dos no hablan, esto es lo que ha ocurrido en España durante estos inanes cuatro meses.

Mariano Rajoy ha repetido incontables veces su deseo de lograr una coalición con Pedro Sánchez, al que ha llegado a ofrecerle la vicepresidencia del Gobierno, además de modificar el actual sistema de financiación autonómica, reformas de la Constitución y de la ley electoral, así como una agenda de regeneración democrática y cambios en política económica, pero como Sánchez siente un odio visceral hacia Rajoy y su fin último es eliminar toda posibilidad de que el PP pueda formar parte del Gobierno, cual si de un leproso se tratase, ha huido de él como alma que lleva el diablo.

Esta es la grandeza de nuestros adalides. Con ella sólo demuestran que el motor que los mueve no es el bien de los españoles, sino el de sus mezquinos intereses particulares y el de los inconfesables chanchullos y las marrullerías de sus partidos.

Del resto de los dirigentes poco hay que hablar, ya que Ciudadanos tiene distinta vara de medir para apoyar al PSOE que la que usa para el PP, luego poco le importamos. Podemos, es lobo disfrazado de cordero que busca la implantación de un comunismo venezolano-cubano, y busca la desmembración de España.

La lección que se merecen estos políticos que no se cuidan del bien de los españoles, si no hubiese tato apesebrado y paniaguado que viven de las prebendas que reciben, es que ninguno acudiésemos a votar, así les demostraríamos que no los queremos y que deben de cambiar de objetivos para dirigir dignamente a los españoles.

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