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Hablan varios de los ucranianos que decidieron volver a sus casas

La vida en Chernóbil 30 años después

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Prípiat se suponía que era la joya de la corona de la Unión Soviética, con amplias calles rodeadas de flores, un centro cultural, una piscina, quince guarderías y un parque de atracciones con coches de choque y una noria y con tiendas llenas de artículos que podrían ser la envidia de toda Ucrania y la Rusia soviética.

El centro cultural, llamado Energetik, tiene varios murales(...) El suelo está destrozado, las sillas están dispersas y hay un retrato lleno de polvo de Mijail Gorbachov y un cartel para conmemorar el sexagésimo aniversario de la Unión Soviética.

Prípiat se convirtió en una ciudad fantasma en la noche del 26 de abril de 1986 por la explosión de la central nuclear de Chernóbil, situada a solo dos kilómetros. Valentina Sochenok recuerda esa noche. Había estado viviendo en Prípiat durante quince años cuando un experimento que salió mal provocó que explotara el cuarto reactor.

"Una noche me despertó una llamada pero nadie contestó en el otro lado", rememora. Entonces tenía 44 años y trabajaba como enfermera en un hospital local. Solo estaban ella y sus hijos en el apartamento. Su marido estaba en casa de sus padres en Teremcie, un pueblo situado a 40 kilómetros de Prípiat. Valentina escuchó que alguien llamaba a su puerta.

"Abrí la puerta y vi a algunos compañeros del hospital. Me metieron prisa para que saliera del apartamento. Me dijeron que había una emergencia y que tenía que ir al trabajo. Cogimos una ambulancia y despertamos a todos los médicos de la ciudad. Trabajé toda la noche porque nos traían los primeros heridos de la central", relata.

Cuando se fue a casa por la mañana, se dio cuenta de que las personas seguían actuando con normalidad en las calles. La mayoría de ellos no tenían ni idea de que solo a unos pocos kilómetros los bomberos y los trabajadores de la planta estaban haciendo todo lo que podían no solo para salvar sus vidas sino para impedir que ocurriera una catástrofe mucho mayor.

Los expertos están de acuerdo en que si las cosas hubieran sucedido de forma un poco distinta, Kiev habría quedado destruida y la zona radiactiva habría alcanzado Eslovaquia y Polonia. Una semana después del desastre, el reactor roto comenzó a hundirse en el suelo hacia un espacio lleno de agua contaminada usada para enfriar. Si el reactor hubiera entrado en contacto con ese agua, habría habido un vertido radiactivo distinto y mucho mayor. El problema fue evitado gracias a tres hombres que se zambulleron en el tanque de agua y lo drenaron. No sobrevivieron ni una semana. La planta de energía nuclear resultó ser fatal para cerca de 30 trabajadores y bomberos. Cientos de miles de personas tuvieron que abandonar sus hogares.

LA POBLACIÓN DE PRÍPIAT SE ENTERÓ 36 HORAS DESPUÉS
Nadie supo del peligro entonces: la gente de Prípiat solo se enteró del vertido y de la evacuación 36 horas después del accidente. Hasta entonces, disfrutaron de una espectacular feria en la plaza y de una boda y los visitantes de Kiev y Bielorrusia, que no tenían ni idea de lo que pasaba, se tomaron sus cafés en la ribera del río.

El sonido de los helicópteros y el aumento de los militares en las calles no implicaba que la vida de decenas de miles de personas de la zona fuera a cambiar para siempre.

"Paseamos cerca de la planta durante unos diez minutos. Entonces nos dijeron que su marido ya no estaba vivo y que teníamos que irnos. Prometieron que encontrarían el cadáver", afirma Valentina, recordando el día que una compañera le pidió que le ayudara a encontrar a su marido, que era bombero. Él se fue por la noche para ayudar a extinguir el incendio en el bloque número cuatro.

Valentina vive en la Zona de Exclusión de Chernóbil. Volvió a la casa de sus suegros en Teremcie tras la evacuación. Miles de personas tuvieron que empaquetar sus vidas y comenzar de nuevo en otro sitio y solo unos pocos han regresado. Algunos de los últimos habitantes del pueblo se encuentran viviendo en el denso bosque que hay al final de una carretera destrozada.

"Ahora no está creciendo nada. Vengan en verano", se despide Valentina mientras pasea por su jardín, mirando los primeros brotes. "Lo sé todo sobre hierbas. Tienes que cultivarlas en días especiales como el día de San Pedro. Si rezo una oración cuando las recojo, se convierten en curativas", sostiene.

Algunas personas que residen en la Zona de Exclusión de Chernóbil viven desconectadas. Las provisiones les llegan cada dos semanas y los pueblos habitados más cercanos están a decenas de kilómetros. Aunque los niveles de radiación en la zona son mayoritariamente normales, solo unas pocas personas han vuelto a sus hogares aquí tras haber sido obligados a marcharse repentinamente.

"NOS ESTÁBAMOS PREPARANDO PARA LA PASCUA"
"¿Quiere comer algo o tomar un poco de vodka casero?", pregunta Ola Timorofejevna Sapurova, una mujer de 78 años que vive en el pueblo de Kupovate, dentro de la Zona de Exclusión. Debido a su deteriorada salud, probablemente no plantará tomates este año. Será la primera vez que dependerá totalmente de la ayuda de otros. Ella recuerda los días posteriores a la explosión. "Nos estábamos preparando para la Pascua: limpiando, cocinando... Entonces tuvimos que irnos", relata.

Primero llegaron los camiones y se llevaron a los animales. Las personas tuvimos que esperar a que llegaran los autobuses. Ola volvió un año después. Ahora se lamenta. "Estoy sola. No hay nadie para enterrarme", señala.

Un par de casas más allá, vive una mujer de 85 años, Hanna Alexiyevna Zavarotna. Saca una olla caliente llena de pudin del horno y ofrece una tarta de manzana que ha cocinado para su hermana. "Nos dijeron que volveríamos en tres días", recuerda, mientras sirve en un plato un poco de pudin.

Ella también regresó un año después. Aunque el pueblo fue evacuado una semana después de la explosión, Hanna no temía a la radiación. "Nuestra nación no teme a ninguna radiación", explica, mientras se anuda la bufanda.

La vida en Chernóbil 30 años después

Hablan varios de los ucranianos que decidieron volver a sus casas
Redacción
martes, 26 de abril de 2016, 09:30 h (CET)

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Prípiat se suponía que era la joya de la corona de la Unión Soviética, con amplias calles rodeadas de flores, un centro cultural, una piscina, quince guarderías y un parque de atracciones con coches de choque y una noria y con tiendas llenas de artículos que podrían ser la envidia de toda Ucrania y la Rusia soviética.

El centro cultural, llamado Energetik, tiene varios murales(...) El suelo está destrozado, las sillas están dispersas y hay un retrato lleno de polvo de Mijail Gorbachov y un cartel para conmemorar el sexagésimo aniversario de la Unión Soviética.

Prípiat se convirtió en una ciudad fantasma en la noche del 26 de abril de 1986 por la explosión de la central nuclear de Chernóbil, situada a solo dos kilómetros. Valentina Sochenok recuerda esa noche. Había estado viviendo en Prípiat durante quince años cuando un experimento que salió mal provocó que explotara el cuarto reactor.

"Una noche me despertó una llamada pero nadie contestó en el otro lado", rememora. Entonces tenía 44 años y trabajaba como enfermera en un hospital local. Solo estaban ella y sus hijos en el apartamento. Su marido estaba en casa de sus padres en Teremcie, un pueblo situado a 40 kilómetros de Prípiat. Valentina escuchó que alguien llamaba a su puerta.

"Abrí la puerta y vi a algunos compañeros del hospital. Me metieron prisa para que saliera del apartamento. Me dijeron que había una emergencia y que tenía que ir al trabajo. Cogimos una ambulancia y despertamos a todos los médicos de la ciudad. Trabajé toda la noche porque nos traían los primeros heridos de la central", relata.

Cuando se fue a casa por la mañana, se dio cuenta de que las personas seguían actuando con normalidad en las calles. La mayoría de ellos no tenían ni idea de que solo a unos pocos kilómetros los bomberos y los trabajadores de la planta estaban haciendo todo lo que podían no solo para salvar sus vidas sino para impedir que ocurriera una catástrofe mucho mayor.

Los expertos están de acuerdo en que si las cosas hubieran sucedido de forma un poco distinta, Kiev habría quedado destruida y la zona radiactiva habría alcanzado Eslovaquia y Polonia. Una semana después del desastre, el reactor roto comenzó a hundirse en el suelo hacia un espacio lleno de agua contaminada usada para enfriar. Si el reactor hubiera entrado en contacto con ese agua, habría habido un vertido radiactivo distinto y mucho mayor. El problema fue evitado gracias a tres hombres que se zambulleron en el tanque de agua y lo drenaron. No sobrevivieron ni una semana. La planta de energía nuclear resultó ser fatal para cerca de 30 trabajadores y bomberos. Cientos de miles de personas tuvieron que abandonar sus hogares.

LA POBLACIÓN DE PRÍPIAT SE ENTERÓ 36 HORAS DESPUÉS
Nadie supo del peligro entonces: la gente de Prípiat solo se enteró del vertido y de la evacuación 36 horas después del accidente. Hasta entonces, disfrutaron de una espectacular feria en la plaza y de una boda y los visitantes de Kiev y Bielorrusia, que no tenían ni idea de lo que pasaba, se tomaron sus cafés en la ribera del río.

El sonido de los helicópteros y el aumento de los militares en las calles no implicaba que la vida de decenas de miles de personas de la zona fuera a cambiar para siempre.

"Paseamos cerca de la planta durante unos diez minutos. Entonces nos dijeron que su marido ya no estaba vivo y que teníamos que irnos. Prometieron que encontrarían el cadáver", afirma Valentina, recordando el día que una compañera le pidió que le ayudara a encontrar a su marido, que era bombero. Él se fue por la noche para ayudar a extinguir el incendio en el bloque número cuatro.

Valentina vive en la Zona de Exclusión de Chernóbil. Volvió a la casa de sus suegros en Teremcie tras la evacuación. Miles de personas tuvieron que empaquetar sus vidas y comenzar de nuevo en otro sitio y solo unos pocos han regresado. Algunos de los últimos habitantes del pueblo se encuentran viviendo en el denso bosque que hay al final de una carretera destrozada.

"Ahora no está creciendo nada. Vengan en verano", se despide Valentina mientras pasea por su jardín, mirando los primeros brotes. "Lo sé todo sobre hierbas. Tienes que cultivarlas en días especiales como el día de San Pedro. Si rezo una oración cuando las recojo, se convierten en curativas", sostiene.

Algunas personas que residen en la Zona de Exclusión de Chernóbil viven desconectadas. Las provisiones les llegan cada dos semanas y los pueblos habitados más cercanos están a decenas de kilómetros. Aunque los niveles de radiación en la zona son mayoritariamente normales, solo unas pocas personas han vuelto a sus hogares aquí tras haber sido obligados a marcharse repentinamente.

"NOS ESTÁBAMOS PREPARANDO PARA LA PASCUA"
"¿Quiere comer algo o tomar un poco de vodka casero?", pregunta Ola Timorofejevna Sapurova, una mujer de 78 años que vive en el pueblo de Kupovate, dentro de la Zona de Exclusión. Debido a su deteriorada salud, probablemente no plantará tomates este año. Será la primera vez que dependerá totalmente de la ayuda de otros. Ella recuerda los días posteriores a la explosión. "Nos estábamos preparando para la Pascua: limpiando, cocinando... Entonces tuvimos que irnos", relata.

Primero llegaron los camiones y se llevaron a los animales. Las personas tuvimos que esperar a que llegaran los autobuses. Ola volvió un año después. Ahora se lamenta. "Estoy sola. No hay nadie para enterrarme", señala.

Un par de casas más allá, vive una mujer de 85 años, Hanna Alexiyevna Zavarotna. Saca una olla caliente llena de pudin del horno y ofrece una tarta de manzana que ha cocinado para su hermana. "Nos dijeron que volveríamos en tres días", recuerda, mientras sirve en un plato un poco de pudin.

Ella también regresó un año después. Aunque el pueblo fue evacuado una semana después de la explosión, Hanna no temía a la radiación. "Nuestra nación no teme a ninguna radiación", explica, mientras se anuda la bufanda.

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