En tiempos de vacas flacas proliferen los dogmáticos. Los milagreros. Con algo hay que llenar la boca del hambre y los ánimos faltos de esperanza.
En todos los terrenos. En el religioso es ya conocido y tradicional. Se promete el paraíso, pero a largo plazo. En el político, para hoy o mañana mismo. Siempre con rotundidad, con palabras altisonantes, que pretenden ser convincentes.
No pocos políticos, en estos tiempos de confusión, se convierten en predicadores de la 'buena nueva'. Se suben a sus púlpitos, engolan sus palabras, y empiezan a machacar dogmas a quienes, hambrientos de hechos, están dispuestos, momentáneamente, a saciarse con frases huecas que no llevan a ninguna parte.
Y así nos va la política. La vieja y la nueva. La de derechas y la de izquierdas. La nacionalista del centro y la de la periferia. Los dogmas sustituyen a las realidades. Las doctrinas vacías, a la buena gestión creadora de riqueza y de su justa distribución.
Los dogmatismos floreados y sonoros movilizan las masas, para bien o para mal. La buena gestión para todos es socialmente práctica y confortable, pero en tiempos convulsos, de predominio de la verborrea sobre el sentido común, no arrastra votos.
Por esto las televisiones, las radios y la prensa se llenan de discursos dogmáticos. Es el espectáculo sustituyendo el razonamiento. Lo fácil de seguir, de retener y de repetir. I de divulgar en las masas desengañadas, incapaces de analizar y discernir.
Entonces, se vota lo que se vota. Y sale lo que sale. El pueblo atribulado también se equivoca.
Se acercan nuevas elecciones. !Cuidado con los dogmáticos!