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Pertenecen a todos los partidos políticos, y da vergüenza ajena saber que estamos siendo regidos por personas de tamaño cinismo

Cleptocracia

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Existe una enfermedad llamada cleptomanía cuyo tratamiento entra de lleno en la especialidad médica de la psiquiatría. Está compuesta de dos étimos, provenientes de vocablos griegos. Uno de ellos es el verbo κλέπτειν, que significa robar, sustraer, apoderarse de lo que no nos pertenece, etc. La otra palabra que la compone es μανία que en griego quiere decir locura, demencia.

En castellano desposeemos a esta palabra de parte de su fuerza semántica y más bien le damos el significado de tendencia, o predisposición. Por ello para nosotros un cleptómano es aquel que tiene predilección o propensión a apoderarse de lo ajeno, sin que pierda esta palabra la connotación de enfermedad mental que debe de ser tratada por un especialista en desequilibrios cerebrales.

En medicina se define a esta enfermedad como un trastorno psicológico por el cual la persona denominada cleptómana o cleptomaníaca tiene una conducta repetitiva de apropiarse de aquello que le es ajeno. Hay que distinguirlo de la actividad del ladrón esporádico o habitual, cuyo objetivo es el enriquecimiento ilícito buscando un beneficio personal. En cambio, en la cleptomanía, el momento del robo se convierte en sí mismo en la finalidad del acto, no persiguiendo un enriquecimiento personal ni el perjuicio de la persona a quien roba

El individuo que padece esta enfermedad se encuentra bajo el trastorno de control de unos impulsos que la obligan irremediablemente a apoderarse de cualquier objeto independiente de lo que valga.

Lo podríamos comparar a uno de los animales más inteligentes del mundo: La urraca, que, por impulsos de su naturaleza, tiende a almacenar, en sitios que sólo ella conoce, los excedentes de alimento que encuentra, así como objetos brillantes por los que siente una debilidad especial, como si fueran sus tesoros, tales como trozos de latas, cristales, cosas resplandecientes, etc.

La urraca lo hace por instinto natural y el cleptómano por desviación mental.

Sin embargo hay otras personas que no son ni urracas ni cleptómanos, sino auténticos ladrones, ya que éstos son definidos por la acción que cometen, no por padecer una tendencia irresistible, es decir, los ladrones son los que se apoderan de lo que no es suyo a sabiendas de que están cometiendo un delito, pues además de desposeer a su legítimo dueño del bien que posee, van contra la propiedad privada.

¿A qué viene esto? La oportunidad de traerlo a colación es que el mundo está gobernado no por la legítima democracia sino por una auténtica cleptocracia.

Nos encontramos a estos ladrones de guante blanco en todos los regímenes de gobernación, tanto en dictaduras como en democracias.

Hablar de la putrefacta corrupción que afecta a España, cuyas fétidas vaharadas nos asfixian, es un lugar común tan trillado y manoseado que no se precisan de más palabras, pues todos los españoles la padecemos.

El penúltimo caso (nunca deberemos de decir el último, pues siempre saldrán más) que se ha dado a la luz ha sido el de los documentos de Panamá. Cientos de miles de escritos en los que se encuentran posiblemente las personas más importantes de los gobiernos, bancos entidades particulares y un largo etc. de todo el mundo

En ellos se hallan nombres como el del primer ministro de Islandia, Sigmundur Gunnlaugsson que ha tardado sólo cuarenta y cinco horas en dimitir, tras verse relacionado en los mencionados legajos.

En España el ministro José Manuel Soria ha renunciado a sus funciones por la misma razón.

Pertenecen a todos los partidos políticos, y da vergüenza ajena saber que estamos siendo regidos por personas de tamaño cinismo.

Se me podrá argüir que no es delito tener dinero depositado en paraísos fiscales. Ciertamente así es, pero siempre que la Hacienda del país en el que habite quien se encuentre en esa situación tenga conocimiento de ello, reciba los impuestos correspondientes y no tenga nada que reclamarle, pero no deja de tener un tufillo maloliente el sacar peculio del país en el que se vive si no hay nada que ocultar.

Es más, si se deposita en entidades bancarias del lugar donde se mora, puede redundar en beneficio de todos, ya que los bancos, puesto que su fin último es obtener beneficios, pueden hacer préstamos para inversiones de empresas y particulares que, al fin y a la postre, servirá de bien para todos.

De pequeños nos enseñaron que había que respetar a los mayores en edad, saber y gobierno.

¿Merecen respeto los mayores en gobierno y personas de alto nivel, poseedores de riqueza, incluyendo a los políticos que normalmente son los defraudadores de Hacienda?

¿Es este el ejemplo que han de imitar nuestros jóvenes?

Se les ha desposeído de valores que siempre han sido los pilares de la Sociedad, tales como la abnegación, el sacrificio, el esfuerzo, la capacidad de superación y tantos otros que los convertirían en hombres probos, honrados y cumplidores de su deber. En cambio contemplan atónitos, como los que deben de dar ejemplo: poderosos, políticos y rectores de la sociedad, se revuelven en el fango de la mentira, el robo y la traición. Sí traición, puesto que nos traicionan y se burlan de todos los que cumplimos con nuestras obligaciones hacendísticas.

¿Son estos los ejemplos que deben de imitar?

Cleptocracia

Pertenecen a todos los partidos políticos, y da vergüenza ajena saber que estamos siendo regidos por personas de tamaño cinismo
Manuel Villegas
domingo, 24 de abril de 2016, 12:07 h (CET)
Existe una enfermedad llamada cleptomanía cuyo tratamiento entra de lleno en la especialidad médica de la psiquiatría. Está compuesta de dos étimos, provenientes de vocablos griegos. Uno de ellos es el verbo κλέπτειν, que significa robar, sustraer, apoderarse de lo que no nos pertenece, etc. La otra palabra que la compone es μανία que en griego quiere decir locura, demencia.

En castellano desposeemos a esta palabra de parte de su fuerza semántica y más bien le damos el significado de tendencia, o predisposición. Por ello para nosotros un cleptómano es aquel que tiene predilección o propensión a apoderarse de lo ajeno, sin que pierda esta palabra la connotación de enfermedad mental que debe de ser tratada por un especialista en desequilibrios cerebrales.

En medicina se define a esta enfermedad como un trastorno psicológico por el cual la persona denominada cleptómana o cleptomaníaca tiene una conducta repetitiva de apropiarse de aquello que le es ajeno. Hay que distinguirlo de la actividad del ladrón esporádico o habitual, cuyo objetivo es el enriquecimiento ilícito buscando un beneficio personal. En cambio, en la cleptomanía, el momento del robo se convierte en sí mismo en la finalidad del acto, no persiguiendo un enriquecimiento personal ni el perjuicio de la persona a quien roba

El individuo que padece esta enfermedad se encuentra bajo el trastorno de control de unos impulsos que la obligan irremediablemente a apoderarse de cualquier objeto independiente de lo que valga.

Lo podríamos comparar a uno de los animales más inteligentes del mundo: La urraca, que, por impulsos de su naturaleza, tiende a almacenar, en sitios que sólo ella conoce, los excedentes de alimento que encuentra, así como objetos brillantes por los que siente una debilidad especial, como si fueran sus tesoros, tales como trozos de latas, cristales, cosas resplandecientes, etc.

La urraca lo hace por instinto natural y el cleptómano por desviación mental.

Sin embargo hay otras personas que no son ni urracas ni cleptómanos, sino auténticos ladrones, ya que éstos son definidos por la acción que cometen, no por padecer una tendencia irresistible, es decir, los ladrones son los que se apoderan de lo que no es suyo a sabiendas de que están cometiendo un delito, pues además de desposeer a su legítimo dueño del bien que posee, van contra la propiedad privada.

¿A qué viene esto? La oportunidad de traerlo a colación es que el mundo está gobernado no por la legítima democracia sino por una auténtica cleptocracia.

Nos encontramos a estos ladrones de guante blanco en todos los regímenes de gobernación, tanto en dictaduras como en democracias.

Hablar de la putrefacta corrupción que afecta a España, cuyas fétidas vaharadas nos asfixian, es un lugar común tan trillado y manoseado que no se precisan de más palabras, pues todos los españoles la padecemos.

El penúltimo caso (nunca deberemos de decir el último, pues siempre saldrán más) que se ha dado a la luz ha sido el de los documentos de Panamá. Cientos de miles de escritos en los que se encuentran posiblemente las personas más importantes de los gobiernos, bancos entidades particulares y un largo etc. de todo el mundo

En ellos se hallan nombres como el del primer ministro de Islandia, Sigmundur Gunnlaugsson que ha tardado sólo cuarenta y cinco horas en dimitir, tras verse relacionado en los mencionados legajos.

En España el ministro José Manuel Soria ha renunciado a sus funciones por la misma razón.

Pertenecen a todos los partidos políticos, y da vergüenza ajena saber que estamos siendo regidos por personas de tamaño cinismo.

Se me podrá argüir que no es delito tener dinero depositado en paraísos fiscales. Ciertamente así es, pero siempre que la Hacienda del país en el que habite quien se encuentre en esa situación tenga conocimiento de ello, reciba los impuestos correspondientes y no tenga nada que reclamarle, pero no deja de tener un tufillo maloliente el sacar peculio del país en el que se vive si no hay nada que ocultar.

Es más, si se deposita en entidades bancarias del lugar donde se mora, puede redundar en beneficio de todos, ya que los bancos, puesto que su fin último es obtener beneficios, pueden hacer préstamos para inversiones de empresas y particulares que, al fin y a la postre, servirá de bien para todos.

De pequeños nos enseñaron que había que respetar a los mayores en edad, saber y gobierno.

¿Merecen respeto los mayores en gobierno y personas de alto nivel, poseedores de riqueza, incluyendo a los políticos que normalmente son los defraudadores de Hacienda?

¿Es este el ejemplo que han de imitar nuestros jóvenes?

Se les ha desposeído de valores que siempre han sido los pilares de la Sociedad, tales como la abnegación, el sacrificio, el esfuerzo, la capacidad de superación y tantos otros que los convertirían en hombres probos, honrados y cumplidores de su deber. En cambio contemplan atónitos, como los que deben de dar ejemplo: poderosos, políticos y rectores de la sociedad, se revuelven en el fango de la mentira, el robo y la traición. Sí traición, puesto que nos traicionan y se burlan de todos los que cumplimos con nuestras obligaciones hacendísticas.

¿Son estos los ejemplos que deben de imitar?

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