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Patxo Palacios

Bernardino sacó su fusil

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17 tarjetas amarillas y 5 expulsiones, 6 si contamos la del preparador físico visitante en el Athletic-Racing de la última jornada… ahí es nada, record absoluto en la Liga. Para más INRI, el partido no fue especialmente bronco ni violento. Lo que ocurre es que el colegiado gallego puso el listón tan bajo desde el inicio, que luego cada falta prácticamente se convertía en amonestación. Y el caso es que el colegiado gallego no es un mal árbitro, no de los peores de Primera, al menos. Es de gatillo, rápido, ciertamente… un referee que expulsa a un jugador cada tres partidos y promedia 6 amarillas por encuentro, indudablemente lo es.

Como no es menos cierto que la autoridad no precisa necesariamente de las tarjetas para ser impuesta. Eso suele ser característico de los buenos árbitros: Undiano Mallenco no lo suele hacer, Colina no lo hacía, la mayoría de los ingleses tampoco…

El tan justamente loado fútbol inglés por su nivel, ritmo físico, ambiente y fair play en general, debería ser un espejo para los colegiados españoles, en opinión de uno. Cierto que la nobleza de los jugadores británicos normalmente dista bastante de la de sus colegas hispanos, que no suelen dudar en exagerar una desconsideración de un contrario para buscar su expulsión o fingir zancadillas inexistentes. Recuerden el abucheo de Old Trafford a Cristiano Ronaldo en un partido en que el astro portugués se tiró descaradamente para provocar un penalti que el referee concedió; esa actitud del público en España sería hoy por hoy impensable. Picaresca hispana, le llaman algunos.

Habría igualmente que tender a permitir más los contactos físicos, cargas legales y a prescindir de las tarjetas amarillas por faltas intrascendentes… esta actitud haría de la Primera División española una liga más noble, con menos interrupciones y más intensa, sin duda alguna.

Del partido de San Mamés, me viene ahora a la memoria una doble amarilla a Toquero / Zigic por un forcejeo previo al lanzamiento de un corner, que debería haberse saldado con una reconvención oral a ambos y ahí se habría quedado. Así unas cuantas.

Errores de apreciación son inevitables, pero estas situaciones no lo son, son errores cometidos por una interpretación muy rígida y dura del Reglamento, que en poco o nada favorecen al espectáculo y hacen protagonista a quienes más deberían pasar desapercibidos en los partidos.

Por otro lado, ciertos aspectos del Reglamento no ayudan a nuestros árbitros, la verdad; como por ejemplo la expulsión en los casos de pena máxima si hay ocasión manifiesta de gol (¿acaso no es suficiente la pena máxima y una amarilla, o es mejor condicionar el resto del partido y el espectáculo deportivo con una expulsión?). Este último apartado da para hablar largo y tendido, lo dejaremos para más adelante.

Bernardino sacó su fusil

Patxo Palacios
Patxo Palacios
lunes, 27 de abril de 2009, 23:08 h (CET)
17 tarjetas amarillas y 5 expulsiones, 6 si contamos la del preparador físico visitante en el Athletic-Racing de la última jornada… ahí es nada, record absoluto en la Liga. Para más INRI, el partido no fue especialmente bronco ni violento. Lo que ocurre es que el colegiado gallego puso el listón tan bajo desde el inicio, que luego cada falta prácticamente se convertía en amonestación. Y el caso es que el colegiado gallego no es un mal árbitro, no de los peores de Primera, al menos. Es de gatillo, rápido, ciertamente… un referee que expulsa a un jugador cada tres partidos y promedia 6 amarillas por encuentro, indudablemente lo es.

Como no es menos cierto que la autoridad no precisa necesariamente de las tarjetas para ser impuesta. Eso suele ser característico de los buenos árbitros: Undiano Mallenco no lo suele hacer, Colina no lo hacía, la mayoría de los ingleses tampoco…

El tan justamente loado fútbol inglés por su nivel, ritmo físico, ambiente y fair play en general, debería ser un espejo para los colegiados españoles, en opinión de uno. Cierto que la nobleza de los jugadores británicos normalmente dista bastante de la de sus colegas hispanos, que no suelen dudar en exagerar una desconsideración de un contrario para buscar su expulsión o fingir zancadillas inexistentes. Recuerden el abucheo de Old Trafford a Cristiano Ronaldo en un partido en que el astro portugués se tiró descaradamente para provocar un penalti que el referee concedió; esa actitud del público en España sería hoy por hoy impensable. Picaresca hispana, le llaman algunos.

Habría igualmente que tender a permitir más los contactos físicos, cargas legales y a prescindir de las tarjetas amarillas por faltas intrascendentes… esta actitud haría de la Primera División española una liga más noble, con menos interrupciones y más intensa, sin duda alguna.

Del partido de San Mamés, me viene ahora a la memoria una doble amarilla a Toquero / Zigic por un forcejeo previo al lanzamiento de un corner, que debería haberse saldado con una reconvención oral a ambos y ahí se habría quedado. Así unas cuantas.

Errores de apreciación son inevitables, pero estas situaciones no lo son, son errores cometidos por una interpretación muy rígida y dura del Reglamento, que en poco o nada favorecen al espectáculo y hacen protagonista a quienes más deberían pasar desapercibidos en los partidos.

Por otro lado, ciertos aspectos del Reglamento no ayudan a nuestros árbitros, la verdad; como por ejemplo la expulsión en los casos de pena máxima si hay ocasión manifiesta de gol (¿acaso no es suficiente la pena máxima y una amarilla, o es mejor condicionar el resto del partido y el espectáculo deportivo con una expulsión?). Este último apartado da para hablar largo y tendido, lo dejaremos para más adelante.

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