Esta semana, un periodista de las ondas me ha dado pié a este artículo de opinión con un dato incontestable: Una Liga en 23 años de dinastía Gil, primero con el papá Jesús (qepd) y ahora con su hijo Miguel Ángel. Después de esto, convendrán conmigo que hablar de Manzano, Aguirre o Abel para justificar lo que le ocurre al Atlético de Madrid en los últimos años es pura anécdota.

El Atleti de los Gil está instalado en la mediodridad. Este año, ni siquiera ha sabido sacar partido no ya de la mejor afición del mundo, si no de jugadores franquicia como Agüero, Forlán, Maxi o Simao, grandes estrellas en sus selecciones y letales en cualquier momento.

Pero, claro, todo es más de lo mismo. Se fija en septiembre el objetivo de luchar por la Liga; luego en diciembre la lucha es por la Champions; en marzo hay que pelear por Europa; y en junio… nos hemos metido en la Intertoto y de milagro.

Sin duda, esto no va. Partidos como el del otro día en Santander (5-1) son un insulto a los aficionados rojiblancos, que están hartos de ver mediocridad desde aquél historico doblete en la temporada 1995-96 y que respondieron pitando de lo lindo el domingo ante el Sporting. ¡¡¡¡Vuelve, Pantic!!!! Aunque sea para llevar el botijo, chaval.

Y mientras, radios y periódicos ya hacen quinielas para ver quién sale del Atleti el próximo año, con listas interminables de despidos. El problema es que a unos les van a echar y otros –los cracks- se van a ir porque el Kun y Forlán quieren volar más alto en Europa. El argentino, asesorado por su suegro, un tal Maradona, que le busca acomodo en Italia; y el uruguayo, asesorado por sí mismo, porque tiene fútbol y gol.

¡Qué pena! Lo del Atleti está claro que es un mal fario histórico pero, sobre todo, una mala planificación de la familia Gil, que en 23 años sólo ha podido darle a sus aficionados una Liga y tres Copas. Entonces, ¿por qué siempre sobran los mismos?