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Jim Hoagland

Irán, Israel y el dilema de Obama

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Los asesores del Presidente Obama en materia de seguridad nacional están batallando por rematar el análisis estratégico de la política estadounidense hacia Irán que debe ser dado a conocer esta primavera. En cuanto vea la luz, es seguro que será considerado integral, imaginativo -- y en gran medida irrelevante de cara a las opciones más delicadas con Teherán a las que se enfrentará Washington durante el año que viene o el siguiente.

No pretendo decir eso como critica al presidente y sus asesores, que han luchado con brío contra el tiempo del plazo de 100 días que vence el miércoles. Durante ese tiempo han redactado otros dos análisis estratégicos, despachado enviados especiales a ubicaciones conflictivas que reclaman atención urgente e invitado a líderes de Oriente Medio a la Casa Blanca para mantener vivas las esperanzas de la esquiva paz en esa región.

Estos ajustes fueron necesarios y se dirigieron de manera diestra. Abrirse al diálogo con Irán convirtió el comportamiento de Teherán, en lugar de el de Washington, en el tema principal de la opinión internacional. El análisis esbozará ahora la concentración de incentivos y sanciones que la administración pretende utilizar para influenciar las políticas iraníes.

Pero ningún pronóstico aislado de lo que debería suceder o sucederá en la encrucijada iraní de ambiciones nucleares y apoyo al terrorismo puede anticipar o abarcar todas las posibilidades. Hay demasiados cabos sueltos. Y esa realidad sólo es parte de un problema mayor.

La variable desconocida más importante de la ecuación iraní es el nuevo gobierno de Israel, visiblemente nervioso con la tentativa por parte de Obama de dialogar con Irán y nada seguro de su compromiso con la seguridad de Israel, como la definen la mayoría de los israelíes. Estas dudas generan un clima de inquietud entre los dos aliados que no puede ser debatido en público por ninguno de los dos sin asumir consecuencias políticas perjudiciales.

De manera que no espere que el análisis de Irán se ocupe frontalmente (o quizá mínimamente) de esta cuestión capital: ¿pueden sobrevivir las esperanzas de Obama de paz en Oriente Medio y fructíferas negociaciones con Irán a un ataque militar israelí contra el programa nuclear de Irán, puede que tan próximo como durante la primera mitad de 2010?

La probabilidad de ese ataque lleva creciendo desde que quedara claro en los últimos meses de la administración Bush que Estados Unidos no iba a dar tal paso por su cuenta. Saco esta conclusión a tenor de una serie de conversaciones delicadas mantenidas con diplomáticos estadounidenses, asiáticos, europeos y de Medio Oriente, entre otros funcionarios y analistas, desde el juramento de Obama.

Hay argumentos importantes en la opinión contraria, empezando por las dudas en torno a la capacidad de Israel de identificar, alcanzar y destruir todas las instalaciones de fabricación militar de Irán. También existe una creencia extendida en que ni siquiera el beligerante Primer Ministro israelí Binyamin Netanyahu se arriesgará a tener un encontronazo con Estados Unidos y el enfado de la calle árabe que pueden provocar un ataque israelí al Irán islámico.

"Los israelíes que tienen que tomar la decisión encontrarán muy familiares estos argumentos," decía un ex embajador en Israel de un país en vías en desarrollo. “Son exactamente los argumentos utilizados en 1981 para decir que Israel no podía y no debía inutilizar el reactor nuclear de Saddam Hussein en Irak antes de que eso sucediera. Son los argumentos que se podrían haber utilizado contra la destrucción del reactor nuclear de fabricación norcoreana construido en Siria el año pasado. Y aun así, las cosas no terminaron de esa manera ni por asomo en ninguno de los casos.”

Preguntado si los cazas israelíes tenían el alcance para recorrer el espacio aéreo de control árabe y atacar Irán, un funcionario europeo respondía: "Pensaría que no, a menos que observara el énfasis que se está poniendo en la capacidad de reaprovisionamiento en el aire de Israel en sus recientes maniobras militares de entrenamiento. En cualquier caso, las defensas aéreas árabes nunca han sido un problema para Israel.”

Israel sondeaba a la Casa Blanca Bush acerca de la posibilidad de cruzar Irak para alcanzar Irán hace casi un año. George W. Bush desalentó lo que era un globo sonda de las posturas estadounidenses más que una petición seria destinada a una misión concreta que se estuviera planeando. “Pero no dijimos que la respuesta fuera a ser siempre negativa. Y no dijimos que fuéramos a derribar los aparatos israelíes caso de presentarse," dice un ex funcionario estadounidense.

El escenario de pesadilla para Obama es aquel en el que Israel lanza un ataque a las instalaciones nucleares iraníes que resulta ineficaz en general pero que provoca la represalia balística iraní contra Israel y campañas bélicas de guerrilla con todos los recursos disponibles por parte de Hizbulah y Hamás. ¿Puede algún presidente estadounidense, por muy enfadado que esté, dar la espalda a Israel en esa situación? ¿Qué sucedería con los esfuerzos de mediación de Obama prometidos al Rey Abdalah de Jordania en su reunión mantenida la semana pasada en la Casa Blanca?

Es sabido que los planes de contingencia no sobreviven al primer encuentro del ejército con el enemigo. Los análisis estratégicos son documentos de enorme peso lógico intelectual hasta que son marginados por la realidad. La verdadera prueba de fuego de las políticas de Obama hacia Irán llegará en el mismo momento en que los acontecimientos que son previsibles -- pero inefables en la actualidad -- se conviertan en realidad.

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Diario SIGLO XXI dispone de los derechos de publicación en exclusiva para medios digitales españoles de este y muchos otros columnistas del Washington Post Writers Group.

Irán, Israel y el dilema de Obama

Jim Hoagland
Jim Hoagland
viernes, 24 de abril de 2009, 13:15 h (CET)
Los asesores del Presidente Obama en materia de seguridad nacional están batallando por rematar el análisis estratégico de la política estadounidense hacia Irán que debe ser dado a conocer esta primavera. En cuanto vea la luz, es seguro que será considerado integral, imaginativo -- y en gran medida irrelevante de cara a las opciones más delicadas con Teherán a las que se enfrentará Washington durante el año que viene o el siguiente.

No pretendo decir eso como critica al presidente y sus asesores, que han luchado con brío contra el tiempo del plazo de 100 días que vence el miércoles. Durante ese tiempo han redactado otros dos análisis estratégicos, despachado enviados especiales a ubicaciones conflictivas que reclaman atención urgente e invitado a líderes de Oriente Medio a la Casa Blanca para mantener vivas las esperanzas de la esquiva paz en esa región.

Estos ajustes fueron necesarios y se dirigieron de manera diestra. Abrirse al diálogo con Irán convirtió el comportamiento de Teherán, en lugar de el de Washington, en el tema principal de la opinión internacional. El análisis esbozará ahora la concentración de incentivos y sanciones que la administración pretende utilizar para influenciar las políticas iraníes.

Pero ningún pronóstico aislado de lo que debería suceder o sucederá en la encrucijada iraní de ambiciones nucleares y apoyo al terrorismo puede anticipar o abarcar todas las posibilidades. Hay demasiados cabos sueltos. Y esa realidad sólo es parte de un problema mayor.

La variable desconocida más importante de la ecuación iraní es el nuevo gobierno de Israel, visiblemente nervioso con la tentativa por parte de Obama de dialogar con Irán y nada seguro de su compromiso con la seguridad de Israel, como la definen la mayoría de los israelíes. Estas dudas generan un clima de inquietud entre los dos aliados que no puede ser debatido en público por ninguno de los dos sin asumir consecuencias políticas perjudiciales.

De manera que no espere que el análisis de Irán se ocupe frontalmente (o quizá mínimamente) de esta cuestión capital: ¿pueden sobrevivir las esperanzas de Obama de paz en Oriente Medio y fructíferas negociaciones con Irán a un ataque militar israelí contra el programa nuclear de Irán, puede que tan próximo como durante la primera mitad de 2010?

La probabilidad de ese ataque lleva creciendo desde que quedara claro en los últimos meses de la administración Bush que Estados Unidos no iba a dar tal paso por su cuenta. Saco esta conclusión a tenor de una serie de conversaciones delicadas mantenidas con diplomáticos estadounidenses, asiáticos, europeos y de Medio Oriente, entre otros funcionarios y analistas, desde el juramento de Obama.

Hay argumentos importantes en la opinión contraria, empezando por las dudas en torno a la capacidad de Israel de identificar, alcanzar y destruir todas las instalaciones de fabricación militar de Irán. También existe una creencia extendida en que ni siquiera el beligerante Primer Ministro israelí Binyamin Netanyahu se arriesgará a tener un encontronazo con Estados Unidos y el enfado de la calle árabe que pueden provocar un ataque israelí al Irán islámico.

"Los israelíes que tienen que tomar la decisión encontrarán muy familiares estos argumentos," decía un ex embajador en Israel de un país en vías en desarrollo. “Son exactamente los argumentos utilizados en 1981 para decir que Israel no podía y no debía inutilizar el reactor nuclear de Saddam Hussein en Irak antes de que eso sucediera. Son los argumentos que se podrían haber utilizado contra la destrucción del reactor nuclear de fabricación norcoreana construido en Siria el año pasado. Y aun así, las cosas no terminaron de esa manera ni por asomo en ninguno de los casos.”

Preguntado si los cazas israelíes tenían el alcance para recorrer el espacio aéreo de control árabe y atacar Irán, un funcionario europeo respondía: "Pensaría que no, a menos que observara el énfasis que se está poniendo en la capacidad de reaprovisionamiento en el aire de Israel en sus recientes maniobras militares de entrenamiento. En cualquier caso, las defensas aéreas árabes nunca han sido un problema para Israel.”

Israel sondeaba a la Casa Blanca Bush acerca de la posibilidad de cruzar Irak para alcanzar Irán hace casi un año. George W. Bush desalentó lo que era un globo sonda de las posturas estadounidenses más que una petición seria destinada a una misión concreta que se estuviera planeando. “Pero no dijimos que la respuesta fuera a ser siempre negativa. Y no dijimos que fuéramos a derribar los aparatos israelíes caso de presentarse," dice un ex funcionario estadounidense.

El escenario de pesadilla para Obama es aquel en el que Israel lanza un ataque a las instalaciones nucleares iraníes que resulta ineficaz en general pero que provoca la represalia balística iraní contra Israel y campañas bélicas de guerrilla con todos los recursos disponibles por parte de Hizbulah y Hamás. ¿Puede algún presidente estadounidense, por muy enfadado que esté, dar la espalda a Israel en esa situación? ¿Qué sucedería con los esfuerzos de mediación de Obama prometidos al Rey Abdalah de Jordania en su reunión mantenida la semana pasada en la Casa Blanca?

Es sabido que los planes de contingencia no sobreviven al primer encuentro del ejército con el enemigo. Los análisis estratégicos son documentos de enorme peso lógico intelectual hasta que son marginados por la realidad. La verdadera prueba de fuego de las políticas de Obama hacia Irán llegará en el mismo momento en que los acontecimientos que son previsibles -- pero inefables en la actualidad -- se conviertan en realidad.

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