Si los muchos creyentes y también aquellas personas que añoran una vida espiritual más elevada, reconocieran que dar pasos reales en lo que se denomina la fe activa nos da la fuerza para hacernos conscientes de que somos hijos de Dios, sin duda alguna que más de uno la practicaría más conscientemente. También nuestra forma de actuar sería cada vez más seria, y la fe se convertiría en confianza. Nos confiaríamos a Jesús, y sentiríamos en nosotros mismos que nos vamos acercando a Él. Con la fe activa se da un cambio total en nuestra forma de pensar y en todo nuestro comportamiento: felicidad interna, seguridad interna y alegría interna nos hacen sentir que no estamos solos, puesto que el gran Espíritu del Universo se habrá vuelto vivo en nosotros.
De pronto percibimos la naturaleza de un modo diferente, nos damos cuenta de que cada flor, cada árbol y cada animal tienen su leguaje, es el lenguaje del Espíritu todopoderoso. Notamos lo que necesitan la naturaleza y los animales, y sentimos en el corazón cómo se encuentra nuestro prójimo y cómo le podemos ayudar. Es el gran Espíritu que se acerca a nosotros, que nos guía. Tenemos menos miedos y temores, pues sabemos que en nosotros hay una fortaleza: es el Espíritu de Dios, el gran Amor, al cual podemos regresar en todo momento para repostar, porque paso a paso vamos hacia El ya que nuestra forma de actuar, pensar, hablar y obrar ha cambiado. Nos hemos transformado positivamente.
Jesús dijo: “sed perfectos como perfecto es vuestro Padre en el Cielo”. Esto significa dar los pasos hacia Cristo, haciéndonos conscientes de los Mandamientos de Dios y de las enseñanzas de Jesús, tomándonos un momento de tiempo para captar la esencia y realizar aquello que hemos reconocido.
Lo que luego va sucediendo poco a poco en nosotros no se lo podemos demostrar a nadie. Los otros tal vez perciben que hemos cambiado, que somos como personas completamente diferentes. Y si se trata de grupo, los demás lo notarán en las obras de esta comunidad, pero nadie podrá demostrarlo, pues la prueba de que Dios existe se encuentra únicamente en nosotros.
Tan sólo con tener fe, que es igual a una fe pasiva, con el tiempo nos insensibiliza y llena de dudas, sin embargo la fe activa nos da la seguridad de que en nosotros hay una fortaleza en la que en cualquier momento podemos entrar. En esta fortaleza está el amor que nos da la fuerza para dar los pasos siguientes, es el gran Espíritu del amor que actúa en Su casa –que somos nosotros, ya que nosotros somos el templo de Dios- y que nos muestra el siguiente paso a dar. Por tanto no necesitamos iglesias de piedra. Necesitamos a Jesús, el Cristo, y con la buena voluntad de seguirle, podremos afrontar lo que sea.