Si existe en la actualidad una figura por redefinir y potenciar en las nuevas Organizaciones del Siglo XXI es el de los lideres. Personas con herramientas y capacidades destinadas a fomentar la gestión de personas, con altos potenciales de creatividad e innovación pero volcados hacia las personas que conforman nuestras empresas y organizaciones.

Sin duda alguna ya Goleman desde el año 1995 nos hablaba de la importancia de la inteligencia emocional en esa figura del líder emocional, a través de ese concepto acuñado por Salovey y Maier denominado Inteligencia Emocional.

Trabajar desde la inteligencia emocional nos trasladaba un paso más y nos permitía conocer las emociones, aprender a gestionarlas. Entendiendo que eso afectará al equipo que lidera.

Ya ha llovido mucho desde entonces y hemos puesto al servicio de las gestión de las empresas el poder de la inteligencia emocional, pero ahora queremos ir más allá y centrarnos en las personas, sus necesidades y la conexión con la organización.

De esa forma una nueva idea surge en nuestro mundo cuando entendemos que la felicidad es el objetivo vital de todas esas personas que acuden cada día a las organizaciones. Seligman nos habla de lo que hace que nuestra vida merezca ser vivida. Esa idea es importante en el mundo del crecimiento personal y el desarrollo del talento.

Pero queremos y necesitamos ir más allá, con el tiempo esas personas que por necesidades de empleo decidieron unirse a nuestra empresa, deben de conseguir comprometerse con nuestra idea de organización ya que de ello depende en primer lugar su felicidad, y en segundo lugar un elemento imprescindible en nuestros tiempo, la conservación del talento. La mayor de las perdidas que sufren nuestras organizaciones.

Son lideres que generan un cambio en la actitud de las personas aportando ideas de cambio, que debe de conectar con las emociones personales y colectivas de la organización. Pero además de generar esa nueva visión transformadora debe de entender que su misión es la de generar optimismo en sus equipos.

De esa manera el nuevo líder comienza por vencer la viejas ideas que se anclan en la organización y que avanzan para vencer el poder de esa resistencia que empieza en las personas y se ancla en la organización.

El líder positivo entiende por lo tanto que los pequeños cambios son el motor de la transformación personal y de las organizaciones.

Pero ese nuevo líder apoya el cambio en sus equipos, en las metas de las personas que los integran y en los sueños y vidas de estas. Ambos objetivos son congruentes: objetivos personales y grupales deben de coincidir. Por esa razón deben de trabajar en la construcción de autoconfianza entre los miembros. Por lo tanto generan ambientes de trabajo donde el ideal es compartir: ideas, vivencias, etcétera. Unos aprenden de de los otros creando equipos felices y en constante crecimiento.