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Pascual Falces

El ejército español

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Enfocar el catalejo hacia esta permanente realidad de la Historia de España, por muy mágico y prodigioso que aquel sea, tiene mucho de respeto y osadía. La península ibérica es testigo en una mínima parte de los hechos gloriosos del soldado español. Sin exageración, el mundo entero ha visto combatir, resistir y morir desde soldaditos de “a pie”, hasta genios de la táctica, conquista y ocupación en el ejercicio del “mando”, porque entre “todos” componen lo que es un ejército, desde Anibal hasta nuestros días, por señalar una época, y, mal que le pese a la muy respetable, femenina y maternal señora Chacón, que sólo habla de “soldados” y con retintín, para que se note que lo suyo sería el “ejército popular” –como en la China de Mao-, sólo que el español de hoy se paga entre todos, a escote, que se dice.

Lo que pasa es que en los tiempos actuales, casi nada es como era; ya se sabe, vivimos “otros tiempos”, y olvidarlo conduce a la confusión y al caos mental. Y hay que mantener la razón para no alejarse de la verdad, lo demás es accesorio, circunstancial. En esta ventilada columna se ha repetido, y ya van unas cuantas veces, que la historia de la humanidad es cíclica. Grandes giros para volver adonde se estaba, pero, siempre, y esta es la constante, un poco por encima del lugar por el que ya se pasó. Es decir, una espiral, por lo que la resultante es que a fin de cuentas no se va para abajo, sino hacia arriba, y eso, confiere un natural optimismo aún en los momentos en que peor van las cosas.

Una prueba de esta afirmación, ya traída a estas páginas y según la idea de un gran maestro, es el orgullo con el que se juzga, por ejemplo, la época estelar de la civilización helénica o greco-romana. Basta detenerse un momento, y considerar que ambas hubieran sido imposibles, no existirían, si no fuera por sustentarse en la esclavitud. ¿Cómo habrían funcionado las fantásticas termas de Caracalla en Roma sin la pléyade de esclavos que las mantenían en funcionamiento?... Quiérase que no, en conjunto, cualquier tiempo pasado fue peor. Es un modo bastante pedestre pero muy cercano a la verdad de enjuiciar los tiempos.

El ejército español ha escrito páginas gloriosas, sin duda, del que todo nacido en España se siente orgulloso. Hombres de todo origen y de todo rango, al servicio de los intereses de la nación, sacaron de sí rasgos heroicos, que, muy diversas coyunturas pusieron de relieve. Así, se tejió el manto de gloria que lo recubre. Desde la aureola del Gran Capitán, a los Tercios de Flandes; desde la Conquista del descomunal México por Hernán Cortés, hasta la travesía “de costa a costa” de todo el Sur de los Estados Unidos de América por Alvar Núñez de Vaca; desde la hazaña de los últimos de Filipinas (en que el corneta era de Mallén), hasta la odisea del desastre de Annual; de todos los miles de gestos heroicos en la fratricida guerra civil del pasado siglo; desde Cascorro que se anudó una soga a la cintura para que su cadáver no quedara en zona rebelde, hasta aquel poético legionario que “supo morir como un bravo y la enseña rescató”.

La pregunta queda en el aire: ¿estamos ante una página cerrada de la Historia? El “soldadito” de reemplazo, desde luego que es historia pasada, aquel que quería ser enterrado con la bandera de España, la que era “como vino de jerez y como el vino de rioja”. Ahora, es un ejército español profesional. Precisamente por esto no a todos les habrá sentado bien la noticia de la Chacón: ¡Nos vamos a casa!... “Pues, la cosa es -se habrán dicho algunos-, que cobraremos menos, y tal como están las cosas, ¡adios hipoteca!...” O sea, les dio dos noticias, una buena y otra mala. Pero, la ministra es mujer de imagen, que aunque no la favorece, como su jefe, se debe a ella, por encima de todo, los votos mandan.

Sucede que, en este instante, oteando, y enfocando el Congreso de los Diputados, la España de ZP y de Rajoy, sin ánimo de molestar a los miles de probos funcionarios del Ministerio de Defensa que constituyen el Ejército actual, el asunto está raro, es como una calcamonía movida de lo que fue. Un principio básico militar es la “cadena de mando”, o, visto al revés, el “conducto reglamentario”, al menos cuando este columnista era oficial de complemento del Ejército del Aire –aunque de eso ha llovido bastante-. Y la señora Chacón ha ido susurrando soldado a soldado: “Muchacho, nos vamos”. Sin avisar antes a generales, oficiales y suboficiales. Increíble. Sin duda son otros tiempos, tan distintos, que el ejército de la España de ZP y de Rajoy, el que manda la muy femenina y adorable señora Chacón, parece más bien lo que llaman el de la “señorita pepis”.

El ejército español

Pascual Falces
Pascual Falces
viernes, 27 de marzo de 2009, 11:40 h (CET)
Enfocar el catalejo hacia esta permanente realidad de la Historia de España, por muy mágico y prodigioso que aquel sea, tiene mucho de respeto y osadía. La península ibérica es testigo en una mínima parte de los hechos gloriosos del soldado español. Sin exageración, el mundo entero ha visto combatir, resistir y morir desde soldaditos de “a pie”, hasta genios de la táctica, conquista y ocupación en el ejercicio del “mando”, porque entre “todos” componen lo que es un ejército, desde Anibal hasta nuestros días, por señalar una época, y, mal que le pese a la muy respetable, femenina y maternal señora Chacón, que sólo habla de “soldados” y con retintín, para que se note que lo suyo sería el “ejército popular” –como en la China de Mao-, sólo que el español de hoy se paga entre todos, a escote, que se dice.

Lo que pasa es que en los tiempos actuales, casi nada es como era; ya se sabe, vivimos “otros tiempos”, y olvidarlo conduce a la confusión y al caos mental. Y hay que mantener la razón para no alejarse de la verdad, lo demás es accesorio, circunstancial. En esta ventilada columna se ha repetido, y ya van unas cuantas veces, que la historia de la humanidad es cíclica. Grandes giros para volver adonde se estaba, pero, siempre, y esta es la constante, un poco por encima del lugar por el que ya se pasó. Es decir, una espiral, por lo que la resultante es que a fin de cuentas no se va para abajo, sino hacia arriba, y eso, confiere un natural optimismo aún en los momentos en que peor van las cosas.

Una prueba de esta afirmación, ya traída a estas páginas y según la idea de un gran maestro, es el orgullo con el que se juzga, por ejemplo, la época estelar de la civilización helénica o greco-romana. Basta detenerse un momento, y considerar que ambas hubieran sido imposibles, no existirían, si no fuera por sustentarse en la esclavitud. ¿Cómo habrían funcionado las fantásticas termas de Caracalla en Roma sin la pléyade de esclavos que las mantenían en funcionamiento?... Quiérase que no, en conjunto, cualquier tiempo pasado fue peor. Es un modo bastante pedestre pero muy cercano a la verdad de enjuiciar los tiempos.

El ejército español ha escrito páginas gloriosas, sin duda, del que todo nacido en España se siente orgulloso. Hombres de todo origen y de todo rango, al servicio de los intereses de la nación, sacaron de sí rasgos heroicos, que, muy diversas coyunturas pusieron de relieve. Así, se tejió el manto de gloria que lo recubre. Desde la aureola del Gran Capitán, a los Tercios de Flandes; desde la Conquista del descomunal México por Hernán Cortés, hasta la travesía “de costa a costa” de todo el Sur de los Estados Unidos de América por Alvar Núñez de Vaca; desde la hazaña de los últimos de Filipinas (en que el corneta era de Mallén), hasta la odisea del desastre de Annual; de todos los miles de gestos heroicos en la fratricida guerra civil del pasado siglo; desde Cascorro que se anudó una soga a la cintura para que su cadáver no quedara en zona rebelde, hasta aquel poético legionario que “supo morir como un bravo y la enseña rescató”.

La pregunta queda en el aire: ¿estamos ante una página cerrada de la Historia? El “soldadito” de reemplazo, desde luego que es historia pasada, aquel que quería ser enterrado con la bandera de España, la que era “como vino de jerez y como el vino de rioja”. Ahora, es un ejército español profesional. Precisamente por esto no a todos les habrá sentado bien la noticia de la Chacón: ¡Nos vamos a casa!... “Pues, la cosa es -se habrán dicho algunos-, que cobraremos menos, y tal como están las cosas, ¡adios hipoteca!...” O sea, les dio dos noticias, una buena y otra mala. Pero, la ministra es mujer de imagen, que aunque no la favorece, como su jefe, se debe a ella, por encima de todo, los votos mandan.

Sucede que, en este instante, oteando, y enfocando el Congreso de los Diputados, la España de ZP y de Rajoy, sin ánimo de molestar a los miles de probos funcionarios del Ministerio de Defensa que constituyen el Ejército actual, el asunto está raro, es como una calcamonía movida de lo que fue. Un principio básico militar es la “cadena de mando”, o, visto al revés, el “conducto reglamentario”, al menos cuando este columnista era oficial de complemento del Ejército del Aire –aunque de eso ha llovido bastante-. Y la señora Chacón ha ido susurrando soldado a soldado: “Muchacho, nos vamos”. Sin avisar antes a generales, oficiales y suboficiales. Increíble. Sin duda son otros tiempos, tan distintos, que el ejército de la España de ZP y de Rajoy, el que manda la muy femenina y adorable señora Chacón, parece más bien lo que llaman el de la “señorita pepis”.

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