Utilizar el catalejo para seguir las trapisondas (embustes o enredos, según el diccionario de María Moliner) del Gobierno, en el asunto de Kosovo -como en tantos otros, al fin y al cabo-, es infrautilizar tan valioso y mágico instrumento exclusivo de esta ventilada columna. Denunciar farsas de ZP y su panda, a estas alturas, ni siquiera es tarea de la “oposición” porque cantan solas. El ridículo en el mundo, y la tomadura de pelo a los españoles que no le votaron, y a los que lo hicieron ni se diga, es de tal envergadura, que se sale del libro Guiness de los récords, “lo nunca visto”.
Por otra parte, una multitud de editorialistas, y escritores de columnas, para los que la razón de escribir es comer, la misma que volar para las gaviotas según “J. S. Gaviota”, se ocuparán con todo detenimiento de esos pormenores para satisfacción de los lectores. Así que, como también aconseja dicho libro en otro sentido: “gaviota que vuela alto, llega lejos”. Y, en efecto, muy alto hay que volar para obtener las fotos del satélite con el que se confecciona esa maravilla de la técnica informática que es Google Earth. Se dice, y no falta razón en ello, que tan poderosa herramienta está destinada a arrinconar toda clase de mapas. La Cartografía, “el arte de trazar mapas o cartas geográficas”, se ha quedado a un lado ante la fotografía obtenida desde satélites orbitales.
Y ahora tómese el lector a título festivo el resto de esta columna escrita “al aire libre” y en una fantástica tarde primaveral. Ocurre que, como en todo, unas cosas son mejores que otras, p.e. salchichones hay de muchas clases, pero todo el mundo sabe que como el de Vich no hay ninguno, también es el más caro, pero merece la pena. Pues, el asunto es que en Google igualmente existe una variedad “catalana”, aunque no sea la mejor, ni la más cara, de momento al menos.
¿En qué consiste tal variedad?... Pues, en que, como decía J. Gaspart, aquel presidente del Barcelona, “no son mejores ni peores, sino diferentes”. Así ocurre cuando se enfoca el mapa de España en Google. En efecto, se aprecia Cataluña teñida de un color “distinto” al del resto de la península, al de Europa, y al del mundo entero. Un color marrón desvaído, tirando a “dodotis” de bebé descompuesto, marca el triángulo que forman las provincias catalanas. Pensando, pensando... bien pudiera tratarse de una atención de Google Corporation, previo pago, hacia el afán independentista de Carod Rovira; más, ¡cáspita!... no se comprueba ese distingo buscando en el resto del mundo en otras tierras con parecidas instintos: como por ejemplo, Córcega; ni la provincia de Québec (que lleva varios plebiscitos intentando su independencia, y aún así, sigue del mismo color que el resto de Canadá).
Mirando la letra pequeña se encuentra una explicación. Se trata de fotografías adaptadas -¿manipuladas?- por el “Institut Cartografic de Catalunya”. Detalle que también revela otros pormenores de la “diferencia” del Google catalán. El más señalado, y sin ánimo de ser picajoso, sino con la misma hilaridad de toda esta segunda parte de la columna, resulta, que, como el satélite toma fotografías rectangulares o apaisadas, al hacerlas sobre su límite provincial con Aragón, digamos que “se pasa” con generosidad, con lo que ese marrón desvaído tiñe una extensa zona de la llamada Franja de levante, de Norte a Sur, y, de paso, ¡cañazo!... que se dice, los nombres de los pueblos más o menos cercanos o incluidos en ella, se ofrecen, también, “traducidos” al catalán. Y aquí viene una cuestión importante, ¿y por qué no en inglés, siendo como es Google una herramienta de uso internacional, y el catalán una lengua tan escasamente y mal conocida? Es para preguntarse si el flamante Gobierno de Aragón tiene instalado ese programa en sus ordenadores.