La Federación Internacional de Automovilismo dispone y la Fórmula Uno expone. El máximo organismo del motor ha decidido que el próximo mundial se lo lleve el piloto que más pruebas gane y no el más regular. Es decir, que si la competición ya estaba de por sí reducida a muy pocos equipos, ahora definitivamente se concentra en Ferrari y McLaren-Mercedes. Precisamente las dos escudería más potentes y que en los últimos años se han repartido todos los mundiales, salvo los dos años de Alonso en Renault.
El asturiano debe de estar muy cabreado. Es cierto que el R-29 tiene mejor pinta que su antecesor, pero es difícil que sea como aquel Renault ganador y fiable del 2005 y 2006. Si las posibilidades de Fernando eran ya limitadas, con el nuevo sistema de puntuación se convierten prácticamente en cenizas. Y así lo ha dejado claro el español, que se siente defraudado. Aunque lo bueno de Alonso es que ante las adversidades se crece.
Después de leer la decisión de la FIA, me acordé de Emilio Alzamora. El leridano ganó el mundial de 125 cc en 1999 sin ganar ni un solo Gran Premio. Ahora, con la nueva norma, heroicidades como la de Alzamora no se podrán cumplir. Ser el mejor no significa tener que ganar, sino conseguir una regularidad. El pasado año, Hamilton fue el más regular y por ello mereció el título de campeón.
El próximo rey de la F-1 saldrá de un ramillete de pilotos muy reducido:
Hamilton, Massa, Kovalainen y Raikkonen. En total son 17 carreras, pero puede que sobren ocho. Si la intención era darle más emoción a la competición, han fallado. Para igualar más la F-1 más vale que los sabios del automovilismo equiparen los motores y los presupuestos de los equipos, y se dejen de hacer experimentos con gaseosa.