La participación ciudadana no es más burocracia. La participación no es más trámites administrativos, precisamente es todo lo contrario. La participación ciudadana, al menos como la concibo desde mi perspectiva demócrata y participativa, es dar, ese empoderamiento a la ciudadanía, esa participación directa, esa corresponsabilidad a la hora de tomar decisiones en todos los ámbitos, empezando por los ámbitos locales y terminando por los ámbitos nacionales o estatales.
Fomentar la participación ciudadana depende de una mentalidad, de una cultura, de una cultura profundamente democrática. Se parte de la base de reconocer a cada persona su derecho de ciudadanía, y por tanto su derecho a decidir.
Esta concepción republicana, basada en la horizontalidad de las decisiones, es como se debe concebir la participación ciudadana. Crear los mecanismos necesarios para que las personas sean protagonistas en todos los procesos de decisión política, en todas las instituciones. Posiblemente si la clase política se hubiera puesto a crear estos mecanismos, hoy no tendríamos esta “crisis social de legitimación política”.
Otra de las grandes falsedades es decir que una concejalia o una dirección de participación ciudadana lo va a arreglar todo, y que eso es hacer “participación ciudadana”. Además de tener que leer, incansables veces, en los programas de los partidos políticos este tipo de afirmaciones, curiosamente coincide que aquellos partidos políticos que la oposición reclaman más participación ciudadana, luego en el poder se olvidan de esa palabra, diciendo sin tapujos “¿qué es eso de participación ciudadana?”.
Una Institución (Ayuntamiento, Diputación, Gobierno, etc.) no estará más a favor de la participación por tener una dirección de participación ciudadana. La participación ciudadana es todo lo contrario, es un cuestión de mentalidad, no es más burocracia.
Todos se colocan en la fila como niños bien adoctrinados esperando recibir la etiqueta de “participación ciudadana”, y presumir de esta manera de que su ayuntamiento, diputación, consejería o ministerio se rige por cauces participativos. Esta afirmación, si fuese verdad, sería un gran paso hacia la democracia participativa. ¡De repente!, sin darnos cuenta, despertamos y nos damos cuenta que todo ha sido un sueño, que esos mecanismos de participación ciudadana no existen en realidad. Esto denota una falta de mentalidad. Muchos políticos cogen el término “participación ciudadana” que queda muy bien y luego a la hora de llevarlo a la practica no saben ni por donde tirar. ¿Qué es mas importante? ¿la calidad o la cantidad?
Por otra parte, no podemos olvidar la cantidad de ejemplos que tenemos a diario de los llamados “demócratas participativos”, que faltan a su palabra y quiebran por completo este modelo de sociedad participativa más justa e igualitaria.
Acaso, ¿es estar a favor de la participación ciudadana, promover la Ley de Partidos, que impide la participación a una parte importante de los ciudadanos y ciudadanas de este país, ciudadanos que tienen todos sus derechos, que ningún tribunal les ha quitado ni uno sólo de sus derechos, ni la participación activa y pasiva al voto, y se les priva de participación?. Y hablamos de la participación más básica que existe, la mera emisión del voto en las diferentes citas electorales.
¿Es estar a favor de la participación ciudadana, prohibir una consulta popular entre los vascos y vascas para conocer su parecer entorno al mayor problema que tenemos como pueblo: la normalización política y la paz?.
¿Es estar a favor de la participación ciudadana, imponer no sólo la mayor de las infraestructuras del pueblo vasco (AHT-TAV), sino imponer un modelo económico y de transporte sin tan siquiera barajar la opinión de los ciudadanos y ciudadanas vascas, y en especial la opinión de los más damnificados?.
Como estos ejemplos, existen muchos más a nivel local, provincial, que repercuten en la vida diaria de sus ciudadanos y ciudadanas y que tienen el derecho a opinar y a que su voz se oiga y se respete.
La participación ciudadana no es un cartel, ni una dirección dentro de un Ayuntamiento, Gobierno o Ministerio, es una filosofía, una cultura que tiene que estar en todos los estamentos, en los partidos políticos, en las instituciones, y que precisamente se tiene que llevar a la practica también teniendo en cuenta la propia realidad ciudadana.