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El recuerdo del mal,
el remordimiento del día a día por herir aquél un siniestrado día,
ese sin vivir de los cien mil males que pasean aún en nuestro pasado.
El recuerdo del mal,
así se llama la futura morada de nuestro nuevo hogar,
ahí iremos a vivir nuestra segunda vida de hiel...
El recuerdo del mal,
fue el tormento de la pasada velada en blanco,
las estrellas observaban los mil ríos de amarga pena en mis mejillas desteñidas por mil tormentas vividas.
El recuerdo del mal,
suicidó lentamente a mi memoria,
recuerdo tan solo unas cuantas risas de felicidad regalada por el apenado sino perdido en mi triste y cruel destino.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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