Ha desaparecido la competencia en el ruedo, ya los toreros ni siquiera se atreven a hablar con la espada y la muleta que es lo suyo en definitiva. Después de los “impulsos pasionales” del maestro Morante de la Puebla, tachando de vergonzoso el nombramiento de Rivera Ordoñez como nuevo poseedor de la medalla de Bellas Artes y más tarde el más que triste episodio de la semana pasada, por falta de elegancia, compañerismo y benevolencia, de la devolución de las famosas medallas por parte de Paco Camino y José Tomás al propio Ministerio de Cultura, por el mismo motivo nadie ha dicho nada.
Creen que Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín o el mismísimo Francisco Rivera Paquirri se hubieran quedado con los brazos cruzados viendo llegar tanta ofensa y descrédito a sus casas. Aquí se llama a la guerra de unos frente a otros y no se levanta nadie, diplomacias aparte, se equivocan todos de pleno. No se trata de discriminar la buena, mala educación o la falta de formalismo de estos casos, más que evidentes, sino que además de todo esto no se tiene tampoco respuesta de nadie, ni de los afectados ni de sus compañeros, solo se limitan a disculpar a este o aquel con palmaditas y besos en la frente. Solo se ataca a quién no es de la cuerda de uno, sin motivo alguno de fondo. Que asco, me repugna el sentimiento pacifista en el ruedo, unos se encierran benéficamente en Barcelona y otros con Victorinos en Sevilla y nadie sale al quite. Uno no hace sino dar coces de manso huyendo de Fuenteymbros bravos en Olivenza y el otro únicamente se osa a medirse consigo mismo que eso suena bien pero a saber que se mide de él mismo. Ya no se celebran retos, solo vetos incoherentes y sin sentido como el último de Cayetano al de la Puebla, cuando lo correcto y lo más sano taurinamente hablando es precisamente todo lo contrario. Pero por favor no hay derecho que este linchamiento verbal que existe en la calle se traslade al ruedo, por todos y muy especialmente por la afición que anda huérfana de toreros de verdad, de hombres que arriesgan su vida por demostrar que son los mejores, no por ver a meros funcionarios profesionales de este arte. La afición exige y demanda duelos en la arena y no en los medios de comunicación. El arte y más aún las bellas artes del toreo no son más que una lucha sin cuartel entre los mejores talentos y los valores de unos frente a otros, el resto carece de importancia, de absoluto interés. Al final manda la callada por respuesta, vaya panda de toreritos que no son capaces de retarse uno al otro ni a las damas. Los ofendidos como no, les sobran razones para salvar su honor y dignidad torera y personal; y los ofensores para demostrar que siguen siendo los mejores embajadores de esta santa cruzada en pro de la pureza y esencia del toreo. Menuda noria nos están dado a todos, nadie salta, todos siguen subiendo y bajando en su particular burbuja de cristal, pero… ¿De cuando los toreros son amigos en el ruedo? Ahora en el patio de caballos se estila: abrazarse, cojerse el culo, preguntar por la familia y quedar para irse de caza juntos como los ministros y jueces estrella. Añoramos los piques entre otros de Dominguín y Ordoñez, por muy cuñados que fueran. Precisamente los mismos que nos han puesto en bandeja de plata una oportunidad ideal de absoluta competencia taurina. Aprovéchenla y no se me amedrenten, como decían los toreros machos de Mexico, aquellos que se enfrentaban a la muerte aún sabiéndose perdidos desde las manoletinas hasta la montera con autentica majestad. Que sea el toro el que imponga su ley.